Con este artículo quiero desear a todos un feliz Año Nuevo, lleno de cine, de ilusiones y de sueños porque ellos, al fin y al cabo, son los que nos ayudan a vencer a la realidad. Vamos a por él antes de que él venga a por nosotros. Un abrazo para ellos y un beso para ellas.
Acabar con el libre albedrío significa, al mismo tiempo, exterminar al pensamiento. Y todo el mundo sabe que si la gente no piensa, entonces la Humanidad se convertirá en una manada de borregos dispuesta a aceptar verdades ineluctables procedentes del poder de turno, a la manipulación continuada de cualquier idea subversiva o al acatamiento voluntario de cualquier orden impuesta por la clase dominante. Es tan viejo como la traición.
Acabar con el libre albedrío significa, al mismo tiempo, exterminar al pensamiento. Y todo el mundo sabe que si la gente no piensa, entonces la Humanidad se convertirá en una manada de borregos dispuesta a aceptar verdades ineluctables procedentes del poder de turno, a la manipulación continuada de cualquier idea subversiva o al acatamiento voluntario de cualquier orden impuesta por la clase dominante. Es tan viejo como la traición.
Lo cierto es que sería
muy útil viajar en el tiempo y ponerse en la piel de nuestros antepasados para
aprender de sus experiencias e intentar ser mejor en cualquier cosa que nos
propongamos. Incluso en el difícil arte de la rebelión. Quizá descubriríamos
que nuestro linaje era algo más de lo que creíamos, o que tenemos reservado un
destino glorioso, reservado a la vigilancia de la paz y de la justicia frente a
los que, secularmente, han estado en contra de la voluntad del ser humano.
Hasta podemos descubrir que tenemos sangre de guerrero, dispuesta a ser
derramada con tal de preservar la misma esencia del hombre. En ese viaje hacia
el pasado que determinará el futuro podremos también determinar cuán difusa es
la frontera entre el bien y el mal, el disfraz descarado que adopta el enemigo,
la confusión reinante en la búsqueda de la verdad y la certeza de que siempre
hemos vivido bajo uno u otro yugo que solo deseaba someter a sus semejantes con
la fiereza de la brutalidad más tenebrosa. Bucear en eso es toda una
excursión al miedo.
De paso, es posible que
encontremos la pureza de algunos sentimientos que también forma parte
indivisible de la especie humana. En los tiempos más difíciles aún se puede
preservar parte de lo mejor que nos caracteriza haciendo que nuestro espíritu
se asemeje al del águila, dominando todo el panorama de maldad y humo que se
extiende a nuestros pies y tratando de aventar al mismo diablo que se presenta
de formas tan distintas como la Iglesia, la ciencia o la política. Tal vez haya
que inventar un credo para una raza de guerreros que están dispuestos a todo
con tal de salvaguardar la libre elección, el libre tránsito, la libre
capacidad para decir que no.
Con mimbres
prometedores el director Justin Kurzel ha adaptado la exitosa saga de
videojuegos con aciertos y fallos. Uno de ellos es la persistente e
incomprensible voluntad de proseguir con la manía de imitar los movimientos de
combate de cualquier videojuego que ha cometido la osadía de ser llevado a la
pantalla sin asumir que se trata de un lenguaje diferente, con reglas
diferentes y resultados diferentes. Por el contrario, Kurzel se esmera en la
dirección artística, con escenarios impresionantes que incluyen la Catedral de
Sevilla en plena construcción o el Patio de los Leones de la Alhambra de
Granada. Esforzados los trabajos de Michael Fassbender y de Marion Cotillard,
que demuestra, una vez más, lo gran actriz que es tratando de dar sentido a un
personaje que no lo tiene, escoltados por nombres ilustres como Jeremy Irons o
Brendan Gleeson, acompañados por los españoles Carlos Bardem o Javier
Gutiérrez, que compone un creíble y algo desquiciado Fray Torquemada. Por lo
demás, la película es algo cansina tratando de jugar con la fantasía, la
historia más bien inventada, los planos temporales y las motivaciones no demasiado
explicadas. Más que nada porque es de sospechar que Justin Kurzel desea que el
espectador dé un salto de fe en toda regla y no todos estamos preparados en
este tipo de historias. Tal vez porque necesitemos que las cosas se nos
expliquen un poco mejor.