“Si es cierto que el Holocausto fue una mentira, por favor, díganme dónde puedo encontrar a mi madre” Billy Wilder
En contra de lo que se cree, no todas las opiniones valen lo mismo. Y eso no quiere decir que se esté en contra de la libertad de expresión. El verdadero enemigo está en quien se atreve a decir algo que es mentira y luego elude la responsabilidad de haberlo dicho. Algo que, por otra parte, se presenta como un hecho de rabiosa actualidad en nuestros días. Estamos demasiado acostumbrados a decir cosas que tergiversan la verdad solo para adecuarlas a nuestra ideología. Y eso es un flaco favor a la democracia, a los que sufrieron, a los que perdieron y a los que conocen la Historia.
Y cuando alguien tiene
la osadía de decir que otro miente, es sospechoso de estar atacando esa
libertad de expresión. Ahí es donde radica la verdadera indignación. Acallar la
voz de quien tiene la razón porque posee elementos más que suficientes como
para formar una opinión es un verdadero y definitivo acto de fascismo. No, no
todas las opiniones son iguales. Y menos aún cuando hay hechos históricos más
que relevantes que se hallan bajo la luz de la autenticidad. Solo así podremos
salir de la ignominia y del insulto gratuito. Solo así podremos comenzar a
mirar hacia adelante y dejar todo atrás.
Los sistemas judiciales
no son perfectos. Ninguno lo es. Ni siquiera el que más se acerca a la verdad.
En todos ellos existen las argucias legales que inclinan la balanza hacia uno u
otro lado y los abogados son genuinos expertos en encontrar los resquicios que
la ley va dejando a su paso. Cualquier sistema democrático posee la base de la
justicia como uno de los pilares fundamentales para su desarrollo. Sin
perjuicio de que esa justicia pueda ser mejorada o, incluso, empeorada. Un
sistema legal funciona cuando es capaz de discernir con claridad la mentira de
la opinión, cuando separa con meridiana claridad la Historia del cuento, cuando
no se deja arrastrar por las ideologías de cualquiera de los litigantes. Sin
dejar de escuchar, de una manera o de otra, la voz de las víctimas que, sean de
donde vengan, tienen derecho a clamar por la justicia y, como consecuencia
emanada de la misma, por la libertad.
Interesante película,
con algún que otro retazo demasiado esquemático, pero que resulta esclarecedora
en muchos conceptos sobre la búsqueda de la verdad. Excelentes trabajos de
Timothy Spall, con unos cuantos kilos menos tratando de hacer creíble al
historiador David Irving y, sobre todo, de Tom Wilkinson, enorme en cada una de
sus apariciones, tratando de servir con objetividad a la ley aún a costa de
parecer un desalmado que no oye las voces de todos los que murieron y sufrieron
en el mayor de los crímenes de Estado jamás perpetrado. Correcta Rachel Weisz,
que va ganando peso interpretativo según avanza el metraje con un personaje que
se pierde en las artimañas del estrado y en las conveniencias del momento. Y
odiosa la tradicional flema británica que no se inmuta dentro de su maquinaria
legal aunque consigue lavar la terrible y rechazable ofensa a la verdad que
cualquiera, con su capacidad de igualar su opinión a la de los demás, sea cual
sea el terreno, es capaz de infligir con la excusa del ejercicio de la libertad
de expresión. Seamos libres pero también seamos conscientes.
4 comentarios:
El único miedo que me da esta película es que al final resulte demasiado maniquea. En cualquier caso, está en mi lista de futuribles junto a la de Darín y alguna más. El reparto me ofrece garantías, Wilkinson es una fiera, lo ha demostrado en contadas ocasiones, y si no se hubiera cruzado en su camino Bardem el año de "No es país para viejos" y "Michael Clayton", seguramente ya tendría un Oscar. Quizá también lo tendría Spall porque su interpretación en "Mr Turner" era portentosa (no tanto la película). Y la Weisz ya tiene la estatuilla y muy merecidamente además por su papel en la exclente "El jardinero fiel".
Me viene a la cabeza a propósito de tu comentario una película alemana de hace un par de temporadas. Se llamaba "La conspiración del silencio" (nada que ver con John Sturgess ni con Spencer Tracy) sobre la generación que comenzó a destapar los crímenes nazis durante la Guerra. Muy interesante porque entre otras cosas te enterabas de que en los 60, aún había alemanes que de verdad no sabían ni por dónde caía Auswitz.
Abrazos desde la tribuna
No es tan maniquea en tanto que el epicentro de la película no está en si existió el Holocausto o no. Irving tiene derecho a decir que el Holocausto no existió. Lo que no tiene derecho es a mentir y ahí mismo radica la dificultad. Además, el proceso no lo inicia Deborah Lipstadt, que es el personaje que interpreta Rachel Weisz, sino que lo inicia el propio Irving (Spall) porque ella dice que miente en un libro y, por tanto, ella debe demostrar, no que el Holocausto existió, sino que él miente y miente arrastrado por su ideología, no porque lo crea. Un punto muy espinoso de la ley británica que, creo, está bastante bien tratado.
Desde luego, las interpretaciones están en lo mejor de la película, en especial Spall y Wilkinson. Lo de Wilkinson es impresionante. Realiza un trabajo soberbio a pesar de ser el que menos importancia tiene en toda la historia. Precisamente porque, como uno de los integrantes del entramado judicial británico (en este caso, el abogado litigante defensor de la Weisz -diferente en ese sistema al abogado que prepara el juicio-), su postura es de una distancia terrible hacia los hechos de fondo y resulta ser un profesional impresionante. Yo creo que merece mucho la pena y también merece por ese mensaje de que la libertad de expresión tiene el límite de la mentira. Ese extremo no está protegido por la libertad de expresión. Nadie tiene derecho a mentir y no asumir las responsabilidad de una mentira. Sin ser una película redonda (ya digo, en algunos momentos me resulta un poco esquemática), me parece que merece mejor tratamiento del que está recibiendo.
Recuerdo bien "La conspiración del silencio". Fue una de esas que acudí a un preestreno y, más tarde y no hace mucho, se puso en Telemadrid. El alemán medio quiso olvidarse de todo lo antes posible porque, creo suponer, no es nada fácil asumir que tu padre, tu abuelo, tu hermano o tu hijo fue afín al régimen nazi. Sencillamente, se quiso mirar hacia otro lado. Cuando Fritz Bauer y, desde luego, esa generación de fiscales jóvenes que comenzó a hurgar en el pasado destapó que se había perpetrado uno de los mayores crímenes contra la Humanidad gracias a un régimen asesino, todos se escandalizaron y, estoy seguro, muchos de ellos apenas pudieron comprender cómo una nación entera se dejó arrastrar. No hace mucho estuve en una reunión de estas, de gente de nivel, en la que se apuntaba, por parte de un famoso corresponsal televisivo, que en Francia se hizo algo parecido. Cuando de Gaulle restablece la República Francesa después de la ocupación, se dan cuenta de que, en contra de lo que la gente cree, resulta que más de medio país era colaboracionista y que, si tenían que pasar por los tribunales y depurar ideas y actitudes, iba a ser una herida enorme que no podrían cerrar durante demasiadas generaciones. Así es cómo se comenzó a expandir la idea de que todos eran miembros de la Resistencia, todos fueron buenos, nadie quería al régimen de Vichy, responsable de muchas de las deportaciones que acabaron en los campos de concentración nazis. De hecho, el tema fue algo bastante candente en Francia cuando se descubrió en los años noventa que Mitterrand tenía un pasado bastante más que discutible como colaboracionista y todos, incluidos los medios de prensa, decidieron callar para no liar las cosas y comenzar enfrentamientos que no llegarían a ninguna parte.
Abrazos con la peluca.
A mi lo que más me llama la atención de esta película es su propio debate, también he leído que es demasiado fría y distante y que el espectador o hace por entrar o no se implica lo suficiente, lo importante es lo que implica la discusión como bien señalas, la diferencia entre libertad de expresión y mentira. Y eso en la actualidad es de importancia máxima creo yo.
No sé si ya lo comenté, pero hace poco un experto médico pediatra y psicólogo infantil hablaba en la radio, el doctor Pascual Estivill al que todos aquellos que hemos sido padres con niños llorones le debemos haber ganado muchas horas de sueño gracias a sus métodos. Comentaba a propósito del actual talibanismo maternal, que muchas madres agredían por las redes sociales a una madre recién parida que pidió que a su bebé se lo llevaran al nido durante la primera noche para poder descansar de un parto largo y doloroso. El doctor dijo que científicamente era lo mejor que podía haber hecho, ningún estudio avalaba que hubiese problemas emocionales o psicológicos en los bebés que no pasaban la primera noche con su madre y sin embargo si que los había en muchas madres que tenían depresiones pos parto por la obligación detener que cuidar a un niño cuando no estaban en condiciones suficientemente buenas. "Eso es ciencia, no es opinable" Decía el doctor. "Uno es libre de expresar que la tierra no es redonda, pero estará mintiendo, la tierra y los planetas son redondos (o casi) no hay planetas cuadrados ni los puede haber, es físicamente imposible".
La opinión se puede expresar sobre lo subjetivo, no sobre lo objetivo y ese es un paradigma que hoy en día también se está tambaleando. Postverdad llaman a la mentira que oculta una verdad y hace ya mucho años que John Ford nos contaba de qué iba eso en "El hombre que mató a Liberty Valance".
Creo que es una peli que tendrá un interés mucho mas allá de lo puramente cinematográfico.
Abrazos ciertos
Evidentemente, es una peli que tiene interés mucho más allá de lo cinematográfico y se centra en esto que he apuntado anteriormente: David Irving tiene derecho a decir que el Holocausto no existió. Lo que no puede es mentir. Y la dificultad estriba en que si tú dices que él miente, tienes que probar que él miente, no si el Holocausto existió o no. Porque además tienes que demostrar que él miente por algún motivo (en este caso, claramente ideológico) y no es nada fácil llegar a eso.
En cuanto a que la película toma distancia...bueno, es que el tema, tal y como está planteado invita a narrarla así, porque la ley es la cosa más distanciada que existe y más aún si estamos hablando de una ley británica. Sigo diciendo que el personaje de Tom Wilkinson es muy sintomático de ello y es donde reside la clave de todo el asunto. A mí me pareció una película muy correcta, claro, carente de emoción, no hay imágenes terribles sobre Auschwitz ni nada de eso, no hay ni una sola escena de tono más amargo que otro. Es el mismo tema lo que es amargo. Y además creo que pone el dedo en la llaga sobre dónde está el límite de la libertad de expresión, eso que cuesta tanto definir y que una gran mayoría de "buenistas" dicen que la libertad de expresión no tiene límites. Por supuesto que la tiene.
Abrazos ineluctables.
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