El trabajo es fácil.
Pan comido. Se entra en el Coliseo de Los Ángeles en pleno partido de fútbol y
se roba el taquillaje. Entrar y salir. Ya está. Cuatro hombres, los movimientos
cronometrados al milímetro. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. Si se hace
rápido, la policía no sabrá ni por dónde empezar. McClain sabe mucho sobre el
asunto. Luego, más tarde, se decide que el botín lo guarde la novia de McClain.
Hay que dejar pasar unos días hasta que las sirenas se callen y haya un poco
más de tranquilidad. Sin embargo, ocurre lo inesperado. La novia de McClain es
asesinada. El dinero se volatiliza. Y, claro, todo el resto de la banda piensa
lo más lógico y es que McClain tiene el dinero, pero no lo tiene. Así que
tenemos a un ladrón que tiene que investigar qué ha pasado con el asesinato de
su novia para demostrar a sus colegas de golpe que él no se ha llevado la
pasta. En el fondo, McClain es como un quarterback
de fútbol americano. Tiene que retroceder, elegir el pase, cantar la jugada y
efectuar el lanzamiento. Y eso sí que no es nada fácil.
Al fondo, un poco
escorado, hay un policía algo molesto que trata de esclarecer el robo. El
problema está en que parece que calla algo más de lo que cuenta y McClain,
perro viejo de viejas estratagemas, comienza a sospechar que el asunto sale de
su más estricta competencia. Ahora no sólo va a tener que ser el quarterback sino que también va a
apostarse en la banda y decidir los cambios.
Estupenda y desconocida
película con un reparto realmente extraordinario que incluye nombres como Jim
Brown, Ernest Borgnine, Dihann Carroll, Julie Harris, Gene Hackman, Jack
Klugman, Warren Oates, James Whitmore y Donald Sutherland. Ahí es nada. Todos
ellos intérpretes de solidez para participar en el reparto de esos billetes que
queman y matan. Por si fueran poco todos los nombres anteriores, en el guión y
en el material de partida figura el nombre de Donald Westlake, reputadísimo
autor de novela negra que aquí da una vuelta de tuerca más al género de atraco.
Sí, es cierto, quizá la película se resiente un poco de la mediocre dirección
de Gordon Flemyng, un realizador integrado en el blaxploitation de la época, sobre todo en lo que concierne a los flashbacks que restan tensión a una obra
que podría haber sido una estupenda historia de atracos y posterioridades.
Así que mucho cuidado. No se relajen. Un golpe puede salir a la perfección, con todos sus detalles planeados hasta la exasperación y aún así no haber acabado cuando se llega con las bolsas llenas, la risotada a punto y las armas sin tocar. Cuanta más gente participa, más riesgo de filtraciones. Todos querrán una parte del pastel siempre y cuando no hayan planeado quedarse con toda la tarta. Y asegúrense que el cabecilla no sea demasiado listo. Les puede complicar la vida a conciencia. Y más aún si hay un policía listo tratando de llenarse los bolsillos de papel con ceros y la placa de honores. Cuidado con el reparto.

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