miércoles, 30 de mayo de 2012

MATAR A UN RUISEÑOR (1962), de Robert Mulligan

"Si no le gusta Matar a un ruiseñor...hágaselo mirar", dice el afamado guionista William Goldman. Sobre todo si no somos capaces de mirar a través de los ojos de una niña que, en medio de sus juegos, nos hace medir la talla de su padre. Un hombre que hace lo correcto y lo justo a pesar de que la derrota es algo evidente. Alguien que tiene la virtud de decir las cosas de forma que ella las entienda. A pesar de que apenas recuerda cómo es su madre (impresionante esa escena en la que ella le pregunta a su hermano cómo era mamá mientras Atticus les escucha sentado en un banco del porche y sentimos...nos damos cuenta del inmenso vacío que deja una persona irremplazable en el corazón de alguien) y de que no puede comprender el racismo y el odio que crece entre sus vecinos contra un hombre de color...y más cuando va con sus hijos al colegio y ella sabe que son buena gente...
Ojalá algún día mi hijo me llegue a mirar como lo hace el hijo de Atticus cuando abate de un sólo disparo, lejano y de frente, a un perro rabioso que camina soltando sus enfermas babas por el centro de la calle. Cree que es un padre aubrrido y timorato. Y es un gran hombre. Como el Maestro Rodríguez Marchante dijo una vez: "Atticus Finch no es tanto el padre que todos hubiéramos querido tener como el padre que todos hubiéramos querido ser". Y es verdad. No en vano es el retrato de la infancia de la escritora Harper Lee y, tangencialmente, el de ese vecino que pasa los veranos con su tía y participa de las travesuras de los niños y que se antoja como un pequeño pedazo de la infancia de Truman Capote que explica, en parte, las razones de su conflictivo carácter.
Los días de la infancia hay que vivirlos para, luego, tener claras las razones de la felicidad. Porque quizá, una de ellas, sea volver a ser niño mientras se sacan de una caja algunos de los recuerdos de aquellos años. Porque, tal vez, es darse cuenta de que tu padre construyó los cimientos de tu ética, de tus sueños, de tu paz. Ser día cuando todo a tu alrededor, salvo un ruiseñor, te empuja a ser noche. Y tener la conciencia, como ellos aprenden, del respeto que se le debe al ser humano, cualquiera que sea su color, raza o creencia.
Pocas películas de la historia del cine han podido ser tan hermosas como ésta de la mano de Robert Mulligan, en cuya obra cobra una vital importancia la mirada de un niño. Esa mirada limpia, sin prejuicios, inocente de infancia, culpable de la próxima madurez, cuyo campo visual es mostrado por un padre, un hombre que, cuando abandona la sala, nos impulsa a ponernos de pie porque sabe decirnos que si no somos capaces de construir esa mirada...sería como...como...matar a un ruiseñor...

6 comentarios:

dexter dijo...

¿Quieres dar las buenas noches a Jem, señor Boo?

Uauuu, qué película. Desde luego, es para hacérselo mirar si no te gusta. Hablabais el otro día de que dudabas que hubiera alguien a quien no le gustara "El golpe". Por distintas razones, con esta película sucede lo mismo. Se han hecho muchas películas sobre la pérdida de la inocencia pero ninguna como esta. Lo absurdo y cruel del mundo de los adultos a los ojos de los niños que ya empiezan a conocer de qué va el paño. Impresionante la escena que comentas, pero también aquella en la que Atticus va a casa de Robinson para comunicar a su familia que éste ha muerto mientras el pequeño Jem lo ve todo desde el coche.

Abrazos impresionados

César Bardés dijo...

Es que...¿qué escena de esta película es mala? Siempre me quedaré con una, en concreto. Y es cuando ha terminado el juicio y Atticus está recogiendo las cosas en la sala del juicio. La gente de color del piso de arriba se pone de pie y el reverendo le dice a Scout: "Señorita Scout...póngase de pie...su padre abandona la sala..." y él, sin echar ni siquiera una mirada al piso de arriba, sale en pleno homenaje silencioso de esa gente que sabe que lo ha dado todo por salvar a Robinson...uffff...se me saltan las lágrimas. Ojalá yo algún día tuviera un homenaje así.
Abrazos con carne de gallina.

Carpet dijo...

Aisssssss...que grande. Qué grande Atticus, qué grande Peck, y Mulligan y Harper lee y Robert Duvall y.....¡¡¡ Y vosotros, qué canastos!!!.

Es una película de una hermosura vital, lejos de la belleza de las cosas, de los planos, de los vestidos o los colores, sin amores desbocados, sin pasiones desatadas, sin argumentos pasteles. Sólo la belleza de la mirada de los niños que descubren el feo mundo de los adultos y la rectitud moral de un hombre admirable. Efectivamente a mi me gustaría ser Atticus, mucho más que haberlo tenido de padre.
Y decís de escenas, pero aquella en la que Scout detiene al pelotón del linchamiento apelando solamente a su humanidad cotidiana, convierte a la turba en individuos y los individuos son personas, no salvajes.
La escena puede ser más o menos creíble pero transmiteunos valores muy por encima de su cualidad fiílmica, de hecho es asíi toda la película.

La escena que comentas Wolf, está claramente homenajeada en el final de "Algunos hombres buenos".

Abrazos desde la mecedora del porche.

César Bardés dijo...

Cierto es que es una película que se te queda marcada en el corazón. Apela a los sentimientos más humanos que todos tenemos dentro y descubre el feo y casi grotesco mundo de los adultos sólo salvado por una moral que caía peligrosamente en desuso (como ahora). Yo sí me creo esa escena que comentas, Carpet. Me creo menos que, después de lo que ha hecho Boo, aquí no ha pasado nada. Pero la película te embauca (en el mejor sentido de la palabra) de tal manera que no importa, te lo crees y formas parte de esa justicia poética que otorga al ruiseñor su libertad para seguir cantando.
En cuanto a lo que dices de que está homenajeada...tal vez sí, en planificación no tanto en cuanto a intención. Tom Cruise, creo recordar, se vuelve, la sala está completamente vacía, y dice: "Así que esto es una sala de juicios" y se va de la sala con un plano casi cenital sintiendo que no sólo es un gran abogado, sino que también es un gran litigador. No deja de ser grande esa escena, pero creo que la de "Matar a un ruiseñor" es más directa, más hacia el corazón, más sensible porque es una inmensa muestra de respeto por alguien que ha luchado por los más desfavorecidos.
Abrazos desde la incómoda escopeta de caza que no me deja con estas malditas gafas...

carpet dijo...

No es exactamente así. La escena que comentas de la sala vacia y las palabras de Cruise es anteruior, cuando renuncia a un acuerdo y por tanto habrá consejo de guerra.
El homenaje es al final, el soldado negro se dirige a su compañero y le dice :"Pongase firmes, soldado. Hay un oficial en la sala". ( o algo parecido), haciendo referencia a su valor, ya que cuando estaban en la celda al inicio de la película, Cruise apelaba a sus galones para convencerle de no ir a juicio, y el otro no reconocía su autoridad por negarse a combatir.
No sé si lo he contado bien, más o menos.

En cuanto a la escena y su credibilidad, quiero decir, que en un momento de esa tensión en la vida real, ni Atticus estaría tan tranquilo sentado en la puerat de la prisión, ni sería lóigico que a una cria se le permitiese ponerse en frente de tan peligroso grupo. Por supuesto, la atmosfera de la cinta hace que sea creible y que te enternezcas con esos ojos que bajan la mirada avergonzados por las palabras de una niña de apenas 10 ó 12 años.

Abrazos con calor sureño.

César Bardés dijo...

Tienes razón. No recordaba yo ese homenaje que le hace el soldado de primera un poco antes de que él abandone la sala. Además, como estoy tan liado con lo de la presentación (se ha caído Jorge de Juan del cartel y estoy en ello con Miriam Díaz-Aroca), estaba en otro mundo.
También es cierto el enfoque que le das a la escena que comentas y en cuanto a su credibilidad. Tienes también bastante razón que, en esa época y ese contexto, no es muy creíble que Atticus se vaya con una lámpara a hacer guardia a la puerta de la cárcel. Es más creíble incluso la reacción de la niña gracias a que la película te va llenando las oscuridades con pura ternura.
Abrazos con sudor "sudeño".