Tener una agencia de
detectives en pleno Manhattan parece bastante prometedor. Y más aún cuando está
especializada en seguimientos para probar infidelidades. Dos clientes encargan
dos trabajos. Por un lado, la mujer de un rico comerciante italiano. Por otro,
una chica de ensueño. Así que John Russo y su socio se ponen a trabajar y a
seguir a esas señoras que tanto prometen así, de lejos. La cuestión se complica
y se le da una vuelta de tuerca de más al asunto cuando Russo se enamora de su
presa, y su compañero Charlie Rutledge hace lo mismo con su seguida. Así que
Nueva York, así, como quien no quiere la cosa, se convierte en el escenario de
unos encuentros rocambolescos porque resulta que las dos señoras son inocentes
de toda sospecha…hasta que conocen a estos dos señores que las siguen para
probar sus culpabilidades…que sólo lo son cuando los conocen y comienzan a
simpatizar el uno con el otro. Sí, todos rieron, aunque nadie lo diría.
La canción They all laughed de George Gershwin
flota en el ambiente mientras dice aquello de “Todos se rieron de Cristóbal Colón cuando dijo que el mundo era
redondo. Todos se rieron de Edison cuando grabó el sonido. O cuando le dijeron
a Marconi que la conexión inalámbrica no podía ser. También se rieron cuando dije
que yo te quería…”. De esa manera, se va articulando una historia que es
una comedia, sin duda, pero que, de algún modo, también es enormemente
melancólica porque son cuatro seres que buscan la felicidad en una ciudad hecha
de rincones de cemento en los que esa felicidad hace tiempo que no se posa.
Puede que, al final, como también dice la canción “todos tengan que comer un trozo de pastel de humildad” porque la
vida, también ella, esboza una sonrisa burlona cuando juega sus bazas.
Peter Bogdanovich escribió
y dirigió esta película que pasa por ser el último papel protagonista de Audrey
Hepburn. Algo que no deja de ser extraño teniendo en cuenta que no dice ni una
palabra de diálogo hasta que no pasa la primera hora de película. Ben Gazzara
incorpora a John Russo, un hombre que está de vuelta de todo pero que aún ha
sacado un billete de ida para algo que no ha vivido nunca. John Ritter
incorpora a Charlie, el socio de Russo, con su habitual vena divertida e
incrédula y, por supuesto, la malograda Dorothy Stratten, modelo de Playboy
asesinada por su marido poco después de concluir el rodaje, es su objeto de
deseo. El resultado es una película divertida, suave, propia de Peter
Bogdanovich, que no tuvo ningún éxito porque, debido al asesinato de Dorothy
Stratten, que también mantenía romance con el director, ninguna distribuidora
quiso hacerse cargo del estreno y el propio Bogdanovich tuvo que poner de su
bolsillo cinco millones de dólares para que se pudiera ver, aunque de forma muy
limitada. Hoy desaparecida y tremendamente olvidada, Peter Bogdanovich siempre
sostuvo que ésta es la mejor y más preferida de todas las películas que pudo
hacer. Y es comprensible, porque es un tipo de cine que ya no se hace. Hecho
con elegancia, con un admirable equilibrio entre la comedia divertida y la
melancolía nostálgica. Yo que ustedes, también reiría.
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