miércoles, 9 de marzo de 2011

LA COLINA DE LOS DIABLOS DE ACERO (1957), de Anthony Mann

Una patrulla perdida, un vehículo estropeado, la lucha contra un campo tan árido que parece que allí plantó su cosecha el diablo. El miedo. El extravío. La fatiga. Hay que llegar. Y cuando se llega, hay que subir. Y cuando se sube, una bala te corta el camino. O tres bombas seguidas. O un traidor que estrangula a las flores. O un hombre perdido y con experiencia que sólo quiere cuidar de su coronel porque es el padre que nunca tuvo. Fatiga de guerra. Cansancio de vanguardia. La mina bajo el pie. El francotirador agazapado. El repentino despertar. La trampa aguda. La muerte sin piedad. Y al final...Al final sólo unos nombres dichos bajo el sordo silbido del viento, bajo la mirada del polvo aullado, bajo la victoria de tres que merecieron ser más por la sencilla razón de que cuando los hombres están en guerra no hay ningún sitio a donde ir.
Esconder la desesperación es la tarea de los héroes, es arrojar a la maleza las náuseas del miedo aunque éste no te abandone, aunque el miedo sea un miembro más de una patrulla que apenas ve al enemigo pero que lo siente acechante, como la dama de la guadaña, que colecciona placas de metal con tu nombre.
Por eso, tal vez sea la colina de los diablos de acero, porque no se ve el infierno hasta que estalla delante de mismo de ti, porque lo inexpugnable puede ser derrotado aunque en el camino se queden un buen puñado de cartuchos, de hombres que merecen vivir aunque busquen morir. Al fin y al cabo, tal vez la delgada línea roja que separa la vida de la muerte sea una colina, un trozo de tierra árido y estéril donde sólo crece la desolación.
Anthony Mann dirigió La colina de los diablos de acero con unos cuantos uniformes, dos vehículos y un buen puñado de actores de carácter (Robert Ryan, Aldo Ray, Vic Morrow, Nehemiah Persoff y un simplemente extraordinario Robert Keith, capaz de decirlo todo con sólo una mirada), de esos que con una sabiduría nacida sólo en ellos, dan textura a una película en la que se respira el agobio de los espacios abiertos, el ocaso de la valentía sin más recompensa que la vida perdida a la conquista de lo inútil.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como ya comenté en otro blog, esta película la habían emitido en Televisión Española en los años 60.
Era entonces un crio y fue la primera vez que descubrí las excelencias del jeep..., la secuencia en donde se arroja prácticamente en vertical por una ladera y después como la remonta con la tracción total fue impresionante. El enemigo, como siempre en las películas americanas, armados hasta los dientes, me hizo gracia sobre todo la escena en la que un prisionero coreano guardaba escondida en la gorra una pistola diminuta, ¡increiblemente ridículo¡ Ya se podían dar con un canto en los dientes los coreanos si les daban un mal rifle. Otra escena rídícula es la de un coreano en un árbol, el enfoque centrado sobre la mano y como se desliza como si fuera la garra de un reptil no tiene pérdida o como el sargento cuando dice que puede "oler" al enemigo, por lo demás una película con buena acción para tan pocos actores y figurantes.

César Bardés dijo...

Creo que, en definitiva, lo que le interesa a Anthony Mann para nada es el enemigo. El enemigo apenas se ve, es casi fantasmal. Le da igual que tengan armas o que no y mucho menos que se ajuste a una realidad histórica o no. El mismo título de la película en inglés es bastante descriptivo. Es "Men in war", "Hombres en guerra", hombres que intentan regresar a una base que no existe, hombres que mueren y que sus nombres son tan sólo dichos al viento, condecorados por una voz que se yergue en medio del polvo. Creo que, sinceramente, es una de las mejores películas de Anthony Mann, rodada en uina paisaje desolador, árida en su historia, y absolutamente sin sentido en la búsqueda de un objetivo para esos hombres que están en permanente estado de guerra, incluso el maravilloso Robert Keith con su fatiga de combate. Es más, si nos fijamos la historia cuadraría perfectamente igual si en lugar de ambientarse en la guerra de Corea, se ambientara en la Segunda Guerra Mundial con japoses como enemigos.
Gracias por pasarte por aquí y dejar tus impresiones, en cualquier caso, interesantes. Un saludo.