Los árboles, cuando tienen las
raíces sólidas, dan sombra y cobijan a los seres que andan perdidos en el mismo
mundo que han creado. Sus hojas se balancean dulcemente al compás del viento y
la corteza exhibe sus arrugas como símbolo de una edad que no perdona. No es
fácil integrarse en un mundo que se desconoce por completo. La rutina se
quiebra. Ya no hay agua todas las mañanas para regar el jardín. Ya no hay
protección en ese tiempo que parece que se detiene porque a alguien, una vez,
se le ocurrió recoger un arbusto de la calle y llevarlo a un vivero privado
para protegerlo del frío exterior. Las casualidades se suceden y nadie cae en
que una planta es una planta y no puede pensar. Siempre se intenta ver algo más
en el interior cuando ese interior está totalmente vacío. Solo está lleno de
imágenes catódicas y también vacías. Todo se confabula para hacer creer que lo
que es una respuesta inocente se convierta en un pensamiento profundo, en un
ingenioso análisis de la situación actual, en el revulsivo que todo país
necesita cuando se acaba un liderazgo.
Chance Gardiner solo quiere que
le dejen cuidar de un jardín que bien puede ser un país. Los principios, al fin
y al cabo, son muy parecidos porque no hace mucho un político también nos
hablaba de brotes verdes y tierras que pertenecían al viento. Solo hay que
regar los tiestos con sumo cuidado y esperar que venga la estación adecuada
para que todo crezca exuberante y fortalecido. No hay más pasiones humanas que
los medios de comunicación y el agua en la tierra para hacer crecer el huerto.
Lo demás son solo lujos innecesarios de los que debe prescindir cualquier
sociedad para llegar al éxito. Chance Gardiner no lo sabe bien. En realidad, él
no sabe de nada. No sabe cuál es la situación política, ni social, ni
económica. No sabe cuál es el significado de un apretón de manos más allá que
el signo de cortesía que se repite una y otra vez en una caja tonta de canal de
cambio rápido. No sabe hacer el amor a una mujer. Ni siquiera cuando tiene
oportunidad mira lo que se le ofrece a manos llenas. Es el inocente perfecto
que jamás se moverá por ambición. Solo se moverá por su jardín. Quizá sea el
hombre de los milagros capaz de andar sobre las aguas cuando la ocasión lo
requiera. Solo es Chance, el niño grande que fue echado de casa.
Extraordinaria interpretación de
un inusualmente comedido Peter Sellers con un espléndido plantel de secundarios
con Shirley MacLaine, Melvyn Douglas y Jack Warden dando un par de lecciones
sobre cómo sostener al protagonista principal. El guión de Jerzy Kosinski,
novelista polaco afincado en los Estados Unidos, arremete contra la
superficialidad con ínfulas que asola el mundo moderno y que tanto se podría
trasladar a nuestros días. Todo el mundo opina. Todo el mundo sabe. Todo el
mundo ha leído. Todo el mundo tiene el dato. Incluso todo el mundo cree que el
más tonto tiene razón.
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