Los barrotes siguen ahí, día tras
día, incólumes y dispuestos a recordar que la libertad es solo un sueño que se
escapa por una fotografía de calendario. El tiempo se hace largo y la espera,
eterna. La prisión es como una ciudad en pequeño. Tiene sus talleres, sus
lavanderías, su periódico, su disciplina, su mantenimiento…y sus delincuentes.
Solo que en esta ocasión los delincuentes llevan uniforme.
Es fácil caer en la tentación del
sadismo y del abuso de poder cuando se está en una posición de ventaja. La
psicopatía no tarda en aparecer porque, al fin y al cabo, el sentimiento de
superioridad acaba por embargar cualquier acción. El descreimiento sobre la
redención termina por ahogar cualquier atisbo de humanidad y la porra vuela con
libertad intentando encontrar el hueso al que romper. Fuerza bruta para imponer
una disciplina que se olvida de la carne. Fuerza bruta para intentar la fuga
imposible de una prisión que parece gobernada por el Diablo.
Lo que se promete, no se cumple.
La manipulación está servida en cuanto se niega la colaboración. La traición
está a la orden del día. La prisión está aislada del resto del mundo por un
puente levadizo que hay que bajar como sea, aunque sea muriendo porque eso es
lo que hacen los presos que caen bajo la vigilancia del Capitán Munsey. Mueren
todos los días. Y no hay posibilidad de ver el mañana.
Collins, sin embargo, es rebelde
por naturaleza. Comete el pecado de la precipitación pero no deja de intentar
cambiar la situación de una u otra manera cortando, en primer lugar, todas las
amarras de Munsey con el interior de la cárcel. De forma inteligente y con la
coartada dispuesta. Todo es un accidente. Pero Munsey tiene que morir porque no
merece ni llevar la carne que lo viste. Es un asesino que se mueve en el lado
correcto de la ley cuando unos cuantos que están a este lado de los barrotes
están pagando por un simple error. La confianza es el peor error de todos. Y
Collins camina hacia la perdición porque ya no le importa morir. Por eso se
precipita. Sabe que todo es imposible y, sin embargo, lo intenta. Al menos,
arrojará los despojos de Munsey a la multitud para que sea devorado mientras la
sangre le recuerda lo vulnerable que es en ese desierto de sentimientos
sepultados por el cemento, por la tristeza, por la ensoñación y por la nada.
Un reparto de excepcionales
actores de carácter capitaneados por Burt Lancaster y, muy especialmente, Hume
Cronyn en el papel del sádico Capitán Munsey dieron forma a esta maravillosa
película de Jules Dassin sobre la situación en las cárceles americanas a
finales de los años cuarenta. El guión de Richard Brooks es incisivo y osado y
una pléyade de sólidos actores secundarios con Charles Bickford a la cabeza dan
entidad a una película que te deja con la boca abierta en algunas secuencias.
Como ese escalofrío que nos recorre el espinazo cuando Munsey, aseado y
tranquilo, pone a Wagner en el gramófono mientras tortura a un preso en busca
de información. Crueldad en imágenes. Cine que te golpea.
4 comentarios:
Me encanta esta película, y sobre todo me encanta que hables de esta película que para mí debería estar a la altura de los grandes, grandes clásicos. La he visto varias veces y no me canso. No sé hasta qué punto es precursora de subgénero carcelario, en tanto que yo como precedentes sólo encuentro quizá "Soy un fugitivo". Pero después han venido muchas más que han bebido de ésta, desde "El hombre de Alcatraz" (con Burt) hasta "Cadena perpetua" (la sala de cine como escenario en donde se fraguan y se planean las fugas), pasando por "Brubaker" (el alcaide cruel) o incluso "Stalag 17" (el ajedrez). Si le tengo que poner un pero tal vez estaría en esos flasbacks que a veces te sacan un tanto de la historia. Aunque a fin de cuentas las mujeres y el recuerdo es el único resquicio que tienen esos hombres para poder respirar un poco.
Me gusta mucho el dibujo de los personajes, el médico (a fin de cuentas un preso más) o el cantarín Calypso. Pero si por algo me da rabia que esta película no tenga quizá todo el reconocimiento que merece es por la presencia en el reparto de Hume Cronyn que compone un malvado de leyenda. La escena del gramófono es, nunca mejor dicho, brutal. Una obra maestra.
Abrazos a la sombra
A mí también me parece una película devastadora y fascinantemente atrevida para la época. Las escenas de violencia me parecen de una osadía tremenda y, sobre todo, como muy bien dices, por la actuación de Hume Cronyn que compone uno de los malvados más malvados de la historia del cine y, además, sin mucho énfasis, solo aceptando su propia brutalidad como un elemento más para lograr la inmensa parcela de poder que va acumulando.
Dices que puede ser la primera del subgénero carcelario ("Soy un fugitivo" no lo es tanto aunque tenga una parte que se desarrolla dentro de la cárcel, por cierto, qué interpretación de Paul Muni) y a mí se me ocurre tanto "Código criminal" una del Hawks más primerizo que yo creo que sí es la primera de este subgénero con un impresionante Boris Karloff y también una película no muy conocida pero estupenda que es "Muero cada amanecer", de William Keighley y que supuso la primera nominación al Oscar para James Cagney en la piel de un periodista que es acusado injustamente de asesinato y tiene que sobrevivir en la cárcel.
Lo que sí es verdad es que es una película que otorga carta de naturaleza al subgénero y que, sin duda, resulta una fuente de inspiración para películas posteriores. Dassin era un director superlativo, por mucho que, quizá, en la parte final de su carrera se entregó demasiado hacia el cine comercial europeo. Pero merece mucho la pena revisar su filmografía de los cuarenta y cincuenta.
Abrazos con la vagoneta.
Bueno, Bardés, puede que Stanley Kubrick no rodara ni un plano de "A.I", pero lo cierto es que Cagney tampoco recibió una nominación por "Muero cada amanecer", aunque de ese mismo año data su candidatura por "Ángeles con caras sucias". No creas que he buscado el dato para ir a pillarte, que sabes que en el fondo te tengo aprecio, pero al ir a informarme sobre la peli en cuestión me lo he encontrado por casualidad.
Abrazos con la cara sucia (y el honor lavado)
Pues tienes más razón que un santo. Se me han trastabillado las películas (eso es lo que pasa cuando lo fías todo a la memoria) pero te equivocas en el año. "Muero cada amanecer" es de 1939 y "Ángeles con caras sucias" es de 1938. Y te diré algo así, en bajito. Me gusta bastante más la primera que la segunda pero no se lo digas a nadie, que lo mismo viene algún listillo y me dice que Kubrick comenzó a rodar "A.I".
Abrazos con el amanecer muerto.
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