La
profesión de espía no es nada fácil. Hay que mantener los sentimientos a raya
porque, si no es así, es posible que se acabe quemado de combatir en primera
línea sin ninguna tregua a la vista. Todo son juegos de falsedades que empiezan
por fingir y terminan por morir. Tal vez, haya algún momento en que todo
parezca demasiado perfecto y la duda se adueñe de las situaciones igual que los
alemanes hicieron con Francia. Siendo espía, lo que menos importa es el
momento.
Quizá haya que
arriesgar para ganar alguna mano. Un par de juegos malabares para impresionar
al rival, para hacer que la verdad sea una cortina de humo demasiado espesa
como para intuir las intenciones. Y el amor es un motivo demasiado fuerte como
para que caiga en el olvido. La arena envuelve el instante de gloria y, a
partir de ahí, morir será una copa servida en pequeñas gotas. El deber está por
encima de cualquier otra consideración y la sospecha se convierte en una agonía
muy difícil de vencer.
El mundo está en llamas
y la eternidad puede nacer en cualquier sitio. Basta la mirada adecuada, la
oportunidad en el entorno y las chispas pasan del frío exterior a las calientes
sábanas de la pasión. El tinte por contraste será la trampa y es posible que
haya demasiados destinos trágicos en el camino hacia la victoria. Y ahí es
donde se pierde la estima personal y se gana la derrota. No importa que haya
algunas cosas traídas por los pelos y que se pase por encima de otras para que
nadie repare en ellas. El amor perdura. El amor llora. Y la guerra continúa.
El director Robert
Zemeckis dirige con sobriedad está historia de espionaje en el amor y de amor
en el espionaje y, en algunos momentos, no acaba de convencer. Excelente el
trabajo de Marion Cotillard y no tanto el de Brad Pitt, que en el papel de
galán clásico de sangre fría y corazón herido, se nota incómodo, como si no le
sentara demasiado bien la chaqueta de smoking blanco. Más allá de eso, la
ambientación está muy cuidada y se aprecia algún pasaje de calidad para narrar
el amor desde las azoteas que resulta atropellado a ras de suelo. No es difícil
imaginar esta misma película realizada en blanco y negro en los cuarenta con
Cary Grant e Ingrid Bergman en los principales papeles y el aroma al
irrepetible cine del pasado se siente y se agradece, pero no hay un ensamblaje
que destaque en la coherencia y el espectador sale con una cierta sensación de
haber pasado un rato que, en pocos instantes, pasará sin pena ni gloria por el
banco de la memoria.
Es posible que una caminata
en el desierto se convierta, gracias al tiempo, en un paraíso de verde con lo
que queda del amor. Y, aún así, las vidas quedarán marcadas porque no se
alcanzó la libertad en una época de tiranía y vergüenza. La fatalidad queda
inscrita en el corazón con letras indelebles y la inocencia será un preludio de
la tranquilidad. Puede que, incluso, aquellas personas a las que se ha amado
con toda el alma queden ligeramente difuminadas en el recuerdo y la infamia de
la traición sea solo la consecuencia lógica de cualquier beso apasionado. Nunca
se sabe. Al otro lado de la honestidad siempre hay un lugar para no perder el
alma y decirse a sí mismo que, mientras haya amor verdadero, la vida será una
quimera por la que merece la pena luchar. Aliémonos con ella. Los colores
calientes del deseo esperan por una mirada definitiva.
2 comentarios:
Pues a pesar de que Tom Ford o Trueba encabezaban la lista de las apetencias, el tiempo nos guió a ver esta película que dicen marcó el fin de Brangelina.
Y te leo, ya te leí en su día y coincido mucho con tu opinión. Creo que Marion está varios cuerpos por encima de Brad, que en esta ocasión no transmite ni la pasión ni el enamoramiento la mitad de lo que ofrece la francesa. La interpretación en el cine dicen que es cosa de miradas y Cotillard ofrece un recital, Pitt mira mucho pero dice poco y todo con un personaje que a nada que se rascase daba para gustarse y gustar de lo lindo.
Pero es el signo de la película en global, tenía mimbres para convertirse en un clásico del cine romántico pero quizá por el hecho de que Zemeckis intenta evitar la melaza se deja escapar los momentos emotivos y pasa por la historia como de forma anodina. De hecho, el enamoramiento de ambos está bastante mal jugado, sin casi guiños de acercamiento real entre ambos espías hasta que se desata el momento sensual que viene a parecer más un desahogo fomentado por el miedo al momento cumbre de la misión que a una pasión que fue creciendo contenida por la profesionalidad.
Del mismo modo, en la parte final de la película no hay garra suficiente en la narración como para otorgar la tensión debida, hablabas de Grant y Bergman (y estoy de acuerdo contigo en que ambos nos hubieran dado mucho más), pero yo pensaba también en lo que Hitch nos hubiese encandilado con ese mimbre. La de juegos florales que podía haber mostrado en mago utilizando la sospecha, la duda, el mensaje, la foto, los vecinos, los tiempos...Y Zemeckis lo hace, lo utiliza todo, pero es incapaz de transmitir tensión dramática ni siquiera en ese final con avión calentando motores.
Tienes razón también en que es una película que se perderá fácilmente en la memoria, pero si pienso en ella me da rabia que sea aí, porque bien contada hubiera podido ser mucho mejor. ¿Que falla entonces? Desde luego Brad Pitt tiene mucha culpa porque parece estar fuera de juego y a mi me parece que es un actor con talento, además de guapo, por lo que pienso que está bastante mal dirigido o eso o tenía la cabeza, como mínimo, en otra parte. Su falta de química con Marion es bastante evidente y no es por culpa de la francesa. Pero como digo no es sólo causa del protagonista es como si el director se hubiese desentendido de la historia, como si la hubiese dirigido tirando de manual y sin poner intención ni emoción en casi ningún plano.
Una pena, porque creo que podíamos estar hablando de una película con mucha más enjundia.
Abrazos al piano
Pues estamos muy de acuerdo en la visión. Partiendo de la base de que de ninguna manera hubieran dejado ese final caso de que la película hubiese sido interpretada por Grant y Bergman, sí que es una película con hechuras de película clásica que se desfleca por los bordes. Y el primer fleco es Pitt, del que haces un análisis certero de una actuación muy rara, muy poco propia de un tío que, se supone, había madurado lo suficiente como para hacer frente a cualquier papel con garantías y aquí le veo todo el rato incómodo, al contrario de la Cotillard que es una grandísima actriz que es la que pone toda la carne en el asador y le da a la película el poco empaque que tiene.
Muy certera también tu impresión sobre la desgana que parece planear sobre Zemeckis, cosa que no deja de ser sorprendente teniendo en cuenta que es un tío que ha dejado su entusiasmo en proyectos que eran más que discutibles como "La muerte os sienta tan bien" o "El vuelo". También hay cosas en la película tremendamente desaprovechadas como ese inquietante a más no poder personaje nazi que reta a Pitt a la carta más alta y al que luego, ni siquiera le dedican un plano para él solo cuando se organiza la que se organiza. Hay cosas que no me acabo de creer y que podrían haber sido resueltas de otra manera (toda la excursión de Pitt detrás de las líneas enemigas...y no por la excursión en sí, sino en cómo se desarrolla la vaina, que resulta increíble). E incluso el desenlace con Jared Harris vendiendo una versión por el artículo 33 a sus subordinados...
Me quedo con esa última frase en la que dices que Zemeckis no ha puesto ni intención, ni emoción en casi ningún plano...y sigo diciendo que me resulta extraño viniendo de un director como él.
Y, desde luego, podríamos haber hablado de una película con mucha más enjundia.
Abrazos de etiqueta.
Publicar un comentario