Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla abriendo paso hacia "La senda tenebrosa", de Delmer Daves, podéis hacerlo aquí.
En una situación
límite, no hay demasiado tiempo para pensar. Solo se actúa. Entre otras cosas
porque en la diferencia entre hacerlo y no hacerlo radica la muerte. Y la
seguridad es lo primero. Las balas silban alrededor y las miradas tienen que
ser rápidas y precisas. Disparan desde enfrente pero la multitud también. Como
dijo Teddy Roosevelt: “El mundo nos
respetará…pero jamás nos amará” y, una vez más, en un rincón perdido de
Asia, esa frase se hace más verdad que nunca. Porque el odio se impone en
cualquier lugar y allí solo quieren al demonio americano fuera. A cierto
soldado se le ha encargado la seguridad de la embajada y hará cualquier cosa
para garantizarla. Incluso pasar por encima de las mentiras de los diplomáticos
o el sensacionalismo de la prensa. Su país le exige sufrir el escarnio y no se
lo piensa dos veces.
Una vez en casa, las
cosas se van torciendo poco a poco. El soldado tiene un historial
impresionante. Vietnam, Beirut, el Golfo…lugares calientes donde él fue a aportar
su sangre fría y su razón objetiva. Cualquiera que ha sido militar lo puede
llegar a entender. Ha tenido que hacer muchas cosas que no le gustaban. Incluso
disparar a la multitud. Siempre mueren inocentes pero, en esas situaciones de
tensión sin paliativos, nadie puede esperar cruzado de brazos mientras la
sangre corre y la gente muere. Y nada hay más fácil que estar en la retaguardia
y emitir juicios. Todos ellos parciales porque ninguno de los que se acercan ha
estado nunca en situaciones de combate. No saben cómo la mente va a mil por
hora. No tienen ni idea de cómo hay que tomar decisiones en décimas de segundo
porque todo se derrumba mientras tanto. No son capaces de tener la suficiente
empatía como para imaginar la tremenda emboscada que la guerra siempre tiene
guardada. Y hay que juzgar. Hay que aplastar a alguien que tenga el suficiente
prestigio como para que la apariencia de los Estados Unidos quede a salvo.
Ellos hacen justicia con los que se portan mal. Así, a lo mejor, les aman un
poquito más. Solo hay que seguir las reglas del compromiso de los marines. Es
así de fácil.
Solo queda acudir a los
amigos. Son aquellos que se alegran de tus éxitos y sufren con tus fracasos.
Son aquellos capaces de jugarse su carrera por ti. Los demás no lo son. Quizá
todo sea el pago de una deuda. Quizá todo sea una regla de compromiso no
escrita que se fraguó hace muchos años, en medio de la selva. Pero nadie puede
negar que es lo correcto. Tommy Lee Jones y Samuel L. Jackson lo dicen bien a
las claras en esta película dirigida por William Friedkin. Atentos… ¡saludo! Un
oficial se dirige hacia su obligación…
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