Un viaje para lo de
siempre. Censar unas cuentas sospechosas porque ha habido filtraciones de que
alguien estaba metiendo mano. Pura rutina. Lo malo es que la vida es de todo
menos rutina. En casa dejas a una madre inválida, incapaz de hablar y es
difícil encontrar a alguien que quiera cuidarla. Ni siquiera tu hija que solo
piensa en que es mucho más importante acudir a fiestas donde la vulgaridad y la
tontería son reinas del festival. Tu mujer falleció y no has sabido rellenar
ese hueco. La vida es un libro de contabilidad. Y en este momento, hay muchas
más partidas en el debe que en el haber.
Madrid ofrece muchas
distracciones. Quizá el maldito ordenador sea una vía de escape y allí está
Sara, una prostituta que parece sacada de un cuento. Es atractiva, inteligente,
vivaz. Conciertas la cita y listo. Nadie te ve. Nadie te juzga. Una noche de
amor para que el viaje tenga algo que merezca la pena. Ella es especial. Es una
profesional que hace que sientas que eres el único hombre de la Tierra. Ella se
va, pero se queda encerrada en tu pensamiento. Todavía hay muchos días por
delante. Quizá la vuelvas a llamar. Hay que matar el tiempo de alguna manera.
Y de repente, ese
ordenador que tienes en el hotel se convierte en una ventana indiscreta que comienza
a mostrarte una terrible realidad que es totalmente ajena a tu vida. Tráfico de
órganos, violencia, mutilación…Sara está en apuros y solo es una prostituta con
la que has pasado un buen rato de una noche. ¿Seríamos capaces de ayudarla? No,
no todos seríamos capaces. Los héroes ya no llevan capa ni espada, solo
ordenadores y gafas. La turbiedad se adentra y sientes que no eres tan mala
persona. Los acontecimientos se suceden. Tienes que pringarte, yanqui. Aquí, en
cualquier barrio de la periferia de Madrid, las cosas no son como las imaginas.
Tendrás que jugarte el pellejo por una persona a la que apenas conoces. Y
deberás tirar de todo lo que sabes, de lo que te ha dado tu aburrido trabajo,
para salir del atolladero que se va cerrando poco a poco con gotas de sangre y
crueldad infinita. El escenario es pequeño, algo sórdido, algo incompleto y hay
que tomar decisiones basándose en las reacciones de los demás. No es fácil
cuando no tienes el más mínimo conocimiento de cómo son los demás. La noche se
cierne sobre Madrid y habrá que mentir lo justo, jugar bien las cartas
marcándose varios faroles seguidos. Cualquier buen jugador sabe que eso es muy
arriesgado. La vida es riesgo. La contabilidad también. La mirada de ella bien
vale tu cuello. La honestidad se queda. Los rivales cortan. Y estás a punto de
saber lo que es el verdadero dolor.
Antonio Hernández
dirigió con un pulso magnífico esta claustrofóbica historia sobre héroes
cotidianos, encrucijadas del destino y suspenses dosificados. El trabajo de
Esther Méndez y de Ben Temple es magnífico porque hacen que lo cotidiano se
convierta en peligro y nos muestran lo temerario que es intentar matar el
tiempo en una ciudad que odia al ser humano y engulle todo lo que no se quiere
ver, como un monstruo insaciable y depredador. De alguna manera, todos llevamos
a un héroe en nuestro interior, pero no todos somos capaces de sacarlo a pasear.
Después de esto, la anormalidad en la vida nos parecerá un lago en calma
alrededor de un corazón inquieto. Matemos el tiempo.
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