jueves, 29 de diciembre de 2022

I WANNA DANCE WITH SOMEBODY (2022), de Kasi Lemmons

 

Con este artículo, quisiera desear a todos una feliz salida y entrada de año y que 2023 sea mucho mejor en todo. No dejéis de ir al cine.

Hay voces que nunca deberían apagarse. Una, por ejemplo, podría ser Frank Sinatra. Otra, Michael Jackson. En esta ocasión se trata de rendir homenaje, porque eso es lo que trata esta película, a Whitney Houston. Es verdad que todos ellos podremos oírlos en la radio o en cualquier otro soporte. Sin embargo, son voces que perviven en nuestros recuerdos, en nuestras nostalgias y son los encargados de subrayar muchos de los momentos más fundamentales de nuestras vidas. Son voces que no dejan de señalarnos que somos personas y que hemos hecho cosas maravillosas y otras que no lo son tanto. Son parte de nosotros mismos.

En el caso de Whitney, recuerdo cómo a algunos les dejaba con la boca abierta con su dominio vocal, al alcance de muy pocos. Ella convertía las canciones en una confesión, en algo irrepetible, en la banda sonora de esos instantes en los que los ojos parecían desvanecerse porque era así como nos gustaría decir a otras personas lo que sentíamos y lo que queríamos. Detrás de ella, hubo una carencia total de autoconfianza porque siempre se sintió exigida, estafada en la vida aunque las partituras no dejaran de atestiguar muchísimos regalos. Su entorno no fue el más adecuado porque, en la terrible vorágine del éxito, su padre quiso aprovecharse, su marido no dejó de demostrar su recalcitrante estupidez, sus asideros se desvanecían y no tardó en llegar el autoengaño, la seguridad de que poseía el control de todo cuando nada estaba en su órbita. Siempre la amaremos. Y siempre la echaremos de menos.

Sin duda, Naomi Ackie se acerca físicamente a la cantante ya que vocalmente es poco menos que imposible y se dejó caer con sólo dos temas mientras que en los demás se conformó con ser doblada. La dirección de Kasi Lemmons tiene momentos de enorme elegancia y otros, aparentemente más sencillos, están resueltos con sorprendente torpeza. El guión no deja de tener sus trampas porque, en toda la trama, se presenta a Whitney como una víctima, como una mujer de cierta debilidad, pero que fue así debido a las circunstancias. Se pasa de puntillas por algunos pasajes espinosos, se obvian otros, como su relación con el actor Robert de Niro (así se salva la inconveniencia de una posible demanda por su parte) y se presenta a la cantante como un juguete zarandeado que, en el fondo, lo que delata es una latente carencia de personalidad. Mención especial merece Stanley Tucci, productor de mirada cansada y de intenciones limpias, honestidad y apoyo en la carrera de ella y trazas de equilibrio en incesante búsqueda de la felicidad. El resto, por supuesto, son pentagramas de disfrute que se vuelve en emoción cuando Lemmons se detiene con tiempo y ganas. Aún así, queda una cierta sensación de que se podría haber extraído más de una historia con tantas aristas y que tanto daño ha hecho al mundo de la música.

Ella quiso bailar con alguien, sentirse acompañada, tener algo más que nada y se hundió en notas negras de irresponsabilidad y huida. Su don fue maltratado igual que un Stradivarius abandonado bajo la lluvia y su paso por el cine fue muy comercial y mediocre, como si no se hubiera podido vender la imagen de una voz con un rostro precioso, que buscaba la felicidad que brindaba con sus inimitables quiebros, que trataba de realizarse renunciando a sus auténticos sueños, que se miraba en espejos deformantes que llegaron a bajar su rango vocal como si quisieran apagar ese maravilloso sonido que salía de su garganta. No cabe duda de que hay voces que nunca deberían apagarse. 

3 comentarios:

carpet_wally@gmail.com dijo...

Feliz año para ti también. Y para tus lectores. Y para Arturito si aun está en tu orbita. De hecho, su libro "Enhorabuena por tu fracaso" es un gran regalo de Reyes. A mi me emocionó. Es una especie de repaso a recuerdos vividos por mi y contados por otro.

A lo que iba, no tanto sobre la peli sino más sobre el personaje.

Uno, que ya ha visto algunas cosas, puede entender la degradación y el viaje a los infiernos de algunos mitos que parten ya de un lugar muy propenso a la caída irrefrenable.

No hace falta irnos a Janis o a Hendrix o Jim Morrison o incluso Kurt Cobain, quizá símbolo de otros tiempos y de otra manera de vivir...y de morir.

Pongamos como ejemplo a Amy Winehouse, figura fundamental también de la música de hace unos cuantos años, contemporánea de nuestras vivencias y de una forma de hacer propia y magnética. Desde sus inicios veías en el escenario a una muñeca rota o a punto de romperse, su enorme éxito sólo significaba una deriva aun mayor, cada vez la alejaba más de la orilla y la llenaba de compañías que acentuaban su soledad. Eran gente alrededor de ella pero nadie a su lado. Su físico, su forma de vestir y de comportarse la hacían parecer predestinada y cumplió las terribles expectativas.

Sin embargo el caso de Whitney era muy, muy distinto. Su imagen era tan cautivadora como su voz, elegante, de aspecto cuidado, de movimientos suaves y sutiles, una diosa perfecta en el escenario, una belleza casi dibujada.

Y uno, que ha visto ya algunas cosas, es capaz de imaginar otras. Y en el caso de la Houston (al menos yo) imagina una mujer casi perfecta, con un control casi completo de lo que hace y porqué lo hace. Piensa que tiene a un sequito enorme que la ayuda, claro, pero para conseguir lo que ella busca, su ropa, sus conciertos, sus películas, su carrera. En el escenario parece fuerte, detrás debe ser una mujer segura de si misma, capaz de amar y de que la amen con delicadeza, con sencillez, con cariño...

Puro prejuicio. Lo de Amy se veía venir, pero Withney...¿Drogas? ¿para qué? Si lo tiene todo...O no... Detrás del telón, la elegancia, la belleza, la seguridad no existe. No lo hemos visto, sólo el oropel, sólo el espectáculo, sólo la diva. No escuchamos a gente que canta, no vemos personas en el escenario, son avatares. Luego, cuando se bajan, ya que sientan si eso.

Y si sienten son capaces de sufrir, y si sufren son capaces de dejarse ir, de autodestruirse, de dejar de vivir en una ficción para vivir en otra que la condena irremediablemente. Y que la mata no sólo artísticamente.

Abrazos como un momento en el tiempo.







César Bardés dijo...

Un día si quieres quedamos y te digo un par de cosas sobre "Enhorabuena por tu fracaso". Por supuesto que Arturito está en mi órbita, no pasamos un año sin felicitarnos las pascuas y el Año Nuevo y, aunque hace algún tiempo que no nos vemos, un poso de amistad siempre ha quedado entre nosotros. Ya he trasladado tus buenos deseos.
Perdona la tardanza en contestar, pero he hecho todo lo posible por desconectar del ordenador estos días, dedicándome sólo a lo imprescindible. Y no lo he conseguido del todo.
El caso es que, sin ser del todo malo (cuando se hace un biopic muy malo has de ser si no consigues algún momento de emoción), hay algo en la película que no te deja del todo satisfecho, a ver si puedo explicarlo.
El retrato de Whitney trata de ser lo más fiel posible a ella, pero trata de no ofender a nadie. Y hay un esfuerzo muy grande para hacer de ella una víctima, pero una víctima...¿de quién? Porque a Bobby Brown, que tenía y tiene menos cerebro que un mosquito, le hacen culpable, pero sólo un poquito. A su padre tampoco porque, a pesar de que se aprovecha de ella todo lo que puede y más, le ponen que, jolín, al fin y al cabo era su padre y la quería. A su madre, que parecía querer alcanzar sus ambiciones de cantante frustrada a través de ella, no tampoco, porque Whitney no le guarda ningún rencor. Entonces...víctima...¿de su propia debilidad? Pues mira, no, tampoco, la película lo que hace es mostrarnos a una tía que tiene muchísima ambición por llegar a lo más alto y que controla todos los aspectos de su carrera. Y ahí se me queda un vacío que la película se niega a contestar sólo para que la biografía se mantenga como hagiografía, con alguna que otra concesión como que ya tenía relaciones lesbianas antes de alcanzar el estrellato y eso la descentró porque, en realidad, su amor era una mujer, un mensaje, por otra parte, muy oportunista para los tiempos en los que vivimos.
Lo que sí es cierto es que fue una pérdida irreparable. Que fue una mujer que no supo afrontar sus problemas de frente y que se negaba a sí misma tener un problema de adicción cuando lo tenía y muy grave y que Bobby Brown tuvo más que ver de lo que se sugiere aquí. Claro, el problema de las demandas de los que sobreviven es un escollo muy difícil de salvar en las películas.
Abrazos en agudo.

carpet_wally@gmail.com dijo...

Ningún problema en tardar en responder, faltaría más. Si yo escribo de higos a brevas. Mucho mas si es por una causa tan loable como olvidarte de los cacharros y centrarte en lo que de verdad importa.

Te agradezco, de hecho, que me hagas caso cuando tampoco estoy para merecerlo mucho.

Me parece curiosa una cosa de lo que comentas. "...con alguna que otra concesión como que ya tenía relaciones lesbianas antes de alcanzar el estrellato y eso la descentró porque, en realidad, su amor era una mujer, un mensaje, por otra parte, muy oportunista para los tiempos en los que vivimos."

Y lo que me parece curioso es lo que comentas de que es un mensaje oportunista ( yo no sabía tampoco que tuviera tendencias lésbicas, ni me importa demasiado) porque efectivamente lo es, pero de un tiempo a esta parte, se utiliza la diversidad de genero y los reclamos a determinadas reivindicaciones de forma tan poco natural que al final se convierten en mensajes negativos.

Si te he entendido bien, una parte de la desgracia interna de Whitney se explica por su amor (desamor supongo luego) por una mujer. Es decir que reivindicando la libertad de elección de pareja independientemente del sexo nos encontramos con que su mal viene aquejado en cierta manera por su lesbianismo.

¿Acaso se entendería un descenso a los infiernos en la cima de la carrera por un amor juvenil masculino? ¿Se insinuaría siquiera? Lo más probable es que no. y sin embargo como tu señalas aquí se deja entrever un poco a fuerza de evitar otras culpabilidades que pudieran sentirse ofendidas y se convirtieran en potenciales demandantes.

Luego la moraleja es : Seamos modernos y aceptemos la homosexualidad pero cuidado que te puede romper el alma y destrozarte la vida.

Hay de hecho una moda en el cine con películas que reivindican la lucha por la homosexualidad mostrando a sus protagonistas como verdaderos mártires de la causa, que sufren horrores por discriminación e incomprensión. El mensaje pretendido será el que sea, pero lo que subyace es : "No salgas del armario que fuera hace mucho frio"

El amor, sea con quien sea, debe ser motivo de celebración, si no ...es otra cosa.

Abrazos con amor, amor.