jueves, 22 de diciembre de 2022

EL LEÓN EN INVIERNO (1968), de Anhony Harvey

 

Con este artículo, quiero desear a todos una feliz Navidad. como ya todo el mundo está mirando escaparates, comidas y regalos, el blog permanecerá cerrado hasta el martes 10 de enero, publicándose sólo los artículos relativos a los estrenos que, como siempre, se colgarán los jueves 29 de diciembre y 5 de enero. Mientras tanto, no dejéis de ver cine. Es la vida de repuesto de la que nos habló Garci. Feliz Navidad a todos y un abrazo muy grande a los que se acercan a estas líneas.

Es hora de volver a poner en juego la corona. Más que nada porque ninguno la merece y el problema de la sucesión resulta más grave a cada día que pasa. El Rey Enrique II de Plantagenet no es ningún jovenzuelo aunque aún tiene algunas Navidades para que su juego favorito se desarrolle entre las frías paredes de Chinon. Allí reunirá a sus hijos, Ricardo Corazón de León, Godofredo de Bretaña y Juan Sin Tierra. A cada cual más ambicioso, más retorcido, más preparado para llevar adelante todo tipo de intrigas. Por supuesto, ninguno de ello es un rival de entidad para el Rey Enrique. La única que le puede hacer frente y que es capaz de ganarle es su mujer, la maravillosa y adorada Leonor de Aquitania, presa en la Torre de Londres por orden de su majestad porque ella, además de hermosa, de elegante y de reina, también conspira. Ama y odia a Enrique a partes iguales. Es lógico, están en 1187 y son bárbaros. Pero entre Enrique y Leonor se pone en juego un apasionando entramado de inteligencias, intereses y astucia para dirimir quién es el heredero al trono.

No faltan los invitados de lujo. Allí estarán Alais, la amante del rey, que será manejada como peón de intercambio en los distintos pactos que entren en juego. Y, por supuesto, el monarca del más peligroso enemigo de Inglaterra, el rey Felipe, antiguo compañero de juegos de juventud de Ricardo, el del corazón de león. También tendrán que jugar sus piezas si no quieren quedar atrapados en las intrigas ciertamente retorcidas de Enrique y de Leonor que, con su grandeza, ponen de manifiesto su astuta rifa de la corona. Puede ser uno, puede ser otro, puede ser el de más allá, se puede tener otro hijo con Alais, se puede acudir al chantaje emocional, al real, al noble, al rastrero, al homosexual, al liberal, al dictatorial y, sin duda, al religioso. Y todo en una noche de Navidad tan agradable, rodeados de sus hijos, al calor de la lumbre y de la conspiración repleta de puñales por la espalda.

Peter O´Toole y Katharine Hepburn se elevan con impresionante fuerza en esta película de claro origen teatral en la que siempre existe el mismo ganador del juego porque, al fin y al cabo, mientras la corona pasa de unas manos a otras, se descubren las fortalezas y debilidades de los contendientes.

-. ¿Sabes? Ojalá fuésemos inmortales.

-. Ojalá.

-. ¿Crees que eso podría hacernos cambiar?

Y el barco parte por el río, en un abrazo de entrañables enemigos en los que va incluido el amor como parte muy importante de sus vidas. Ojalá fueran inmortales porque lo que venga, sea lo que sea, seguro que será peor. Y las ambiciones también marcarán el devenir de la Historia, como un elemento vivo más entre la Creación. Mientras tanto, en el pequeño universo de las piedras mudas de palacio, se continuará discutiendo si la corona merece llevarla Ricardo, o Godofredo, o Juan, o dejarla tirada en cualquier sitio para que la usurpe cualquier rey títere aficionado a cortar cabezas y trocear reinos. Ojalá fuésemos inmortales. A pesar de las peleas y de las amarguras, ahí quedan, para siempre, los retazos de un amor que se renueva a través del enfrentamiento.

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