viernes, 2 de diciembre de 2022

EL ESPÍA (1952), de Russell Rouse

 

Con esta sorprendente película, que recomiendo encarecidamente, vamos a cerrar el blog hasta el martes 13 de diciembre debido al macropuente de la Constitución y la Inmaculada. No dejéis de buscarla. Es una estupenda y desconocida película. Mientras la buscáis, sentid que os doy un abrazo por el interés.


El silencio rodea todos los actos de un espía. En este caso, es un científico que ha decidido robar secretos tecnológicos, evidentemente, para los rusos. Todo lo debe hacer en silencio. Su trabajo como científico, su introducción en las estancias universitarias donde se guardan las fórmulas, donde se realizan los experimentos. Sus contactos con el enlace que siempre le deja un mensaje dentro de un paquete de tabaco vacío tirado en la acera de la calle. Su salida subrepticia de cualquier estancia. Su modo de enviar los documentos. Incluso cuando ya tiene una ligera sospecha de que andan tras él, debe aliviar toda su angustia en silencio. Debe salir del país en secreto y tiene que esperar unas horas para que los papeles y las gestiones sean tramitados. Quizá deba abandonar para siempre ese oficio para el que tanto estudió. Y, tal vez, la deserción no merezca la pena y sea más conveniente pasar unos cuantos años en la cárcel. Pero todos esos pensamientos, todas esas acciones, todas esas dudas y todo ese agobio, lo pasará en silencio. Sólo gritará como un loco cuando tenga que derramar sangre, porque él no es un asesino. Es sólo un espía. Con todo lo que eso significa.

Intensa y cuidada, esta película es un interesante experimento al ser totalmente sin diálogos, pero, ni mucho menos, muda. Ray Milland realiza un trabajo excelente porque debe suplir la carencia verbal con un buen puñado de miradas, de gestos y de expresiones que signifiquen todo lo que quiere decir. Llega un momento en que, a pesar de que se sabe que ese científico sin nombre y sin vida está traicionando a su país, se desea que escape, porque lo pasa realmente mal. Acosado, perseguido, en una situación en la que cualquier error puede ser fatal, el científico debe moverse como una serpiente, sinuosamente callada, con total seguridad en todo lo que hace y siempre tratando de andar un paso por delante de sus perseguidores. Aún así, está muy cerca de no tener salidas, de sucumbir a la tentación de una mujer hermosa que, por supuesto en silencio, se le insinúa en el pasillo de una pensión de mala muerte, de rendirse y entregarse porque la huida puede que no merezca la pena. Siempre hay que mirar por encima del hombro para realizar continuas comprobaciones de posibles seguimientos. Y ellos están allí. Con la mirada detrás de un periódico abierto al azar, al otro lado del reflejo de un escaparate, distraídos en cualquier cosa mientras el espía se vuelve para escrutar. Hay muy poca distancia entre la traición y la derrota. Casi es una línea difuminada que no se debe cruzar.

La dirección de Russell Rouse es inteligencia, comedida, siempre sugerente, todo un ejercicio de astucia para este silencio de película que consigue estrechar las paredes de la imagen para que el protagonista no tenga escapatoria. Interesante de principio a fin, con escenas realmente complicadas y estructuradas en largos planos-secuencia, El espía es una de esas películas terriblemente desconocidas que deberían introducirse en silencio en nuestras preferencias. Para que nadie lo sepa. Para que nadie lo compruebe. Sólo aquellos que están verdaderamente interesados en lo que es el cine en estado puro. Tanto es así que se podría decir que esta es la película soñada por Alfred Hitchcock.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí señor, notable película. Jesús.

César Bardés dijo...

Lo es. Y tremendamente original.

Anónimo dijo...

En efecto, Cesar, lo es e incluso rozando lo audaz.