Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla acerca de la obra maestra de Ingmar Bergman "Fresas salvajes" y con la participación del columnista del Diario de Sevilla Francisco Correal, podéis hacerlo aquí.
Los destinos pueden
fraguarse en medio de un campo nevado poniendo de relieve el empuje de los
líderes y el aliento de la victoria. Desde pequeño, el carácter salvaje va
conformando la apostura del hombre y solo la gloria puede ser el final. Francia
vive épocas de enorme turbulencia política. Cae la monarquía y un nuevo régimen
lleno de esperanza se erige en dominador del sentimiento patriótico. Pero la
Revolución no es más que una prostituta que se pervierte cuando empieza la
política y la corrupción cae como una losa en las luchas por el poder. Marat,
Danton, Robespierre y Saint-Just se miran de reojo porque la cúspide es un
lugar demasiado atractivo como pasar de largo por culpa de los ideales de la
misma Revolución. Al infierno con los ideales. Disfracémonos de populistas, de
gente que ama el pueblo mientras nos apuñalamos unos a otros y dejamos que el
pueblo se arregle por sí solo. Al fin y al cabo, eso es la libertad ¿no?
En estos casos es
cuando se tira del hombre arrinconado que atemoriza con la mirada. Ese hombre
impertérrito que sabe perfectamente qué es lo que quiere para Francia y cree
ciegamente en los ideales que inspiraron a la Revolución hasta tal punto que
desea con todas fuerzas extenderla a todos los rincones del mundo hasta convertirla
en universal. Si las ideas son buenas para unos… ¿por qué no van a ser buenas
para todos? Costará sangre y vidas y la historia se encargará de poner a los
mitos en su sitio. Beethoven compuso la Sinfonía nº 3 Eroica en homenaje a Napoleón Bonaparte para luego exclamar: “Bah…solo es un hombre más”. El poder
corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente. Y Napoleón no es inmune a
esas tentaciones. Pero, mientras llega a esas nefastas conclusiones, se
presenta como el salvador, como el hombre que no se arredra ante nada, como el
soldado que no tiene miedo, que solo tiene patria y energía, e inteligencia, y
valor, y gloria, y victorias. Todo por Francia. Hasta sus batallas se visten
del color de la bandera. El maldito corso construyendo su imperio.
Abel Gance dirigió esta
película que, en palabras de Stanley Kubrick era “la enciclopedia visual del cine”. Los inmensos recursos de los que
dispuso se vieron minimizados por la irrupción del sonoro y el enorme
espectáculo de masas que Gance puso en pie quedó silenciado durante años,
mutilado por exhibidores de escasa inteligencia y aún menos valentía, y
frustrando su proyecto de llevar adelante toda la vida del estadista y militar
por el fracaso económico que supuso esta aventura. Queda en el aire la pregunta
de si el director francés hubiera sido capaz de retratar la tiranía e
injusticia de un imperio injusto y terrible o si hubiese continuado con esta hagiografía
impoluta de un héroe sin mancha, con sus defectos personales fácilmente
perdonables, que luchó por su país anteponiendo la lógica patriótica a
cualquier otra consideración. Lo cierto es que, sea como sea, nos dejó este
tesoro con su ensayo de temprano cinemascope, sus secuencias épicas y físicas,
llenas de barro, lluvia, corazones exaltados y sueños de grandeza mientras
asistimos a un enorme esfuerzo de producción que intenta ser, por sí mismo, un
pedazo de Historia.
2 comentarios:
Hola,
Pues sí, enorme película. Precisamente llevo tiempo intentado revisarla ya que no la tengo fresca y viendo que este finde (al menos Sábado) va a llover bastante, puede ser un buen momento.
Saludos.
Mastodóntica, diría yo. En cualquier caso, sí, ideal para disfrutar en una tarde de lluvia con cuatro o cinco horas libres. Espero que vuelvas a maravillarte.
Saluderos.
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