Los muertos se
remueven, inquietos, y tratan de alcanzar de nuevo la luz de una vida que, de
ninguna manera, puede volver. Las puertas que conectan la existencia con el
otro lado se multiplican como bocas que quieren escupir maldad y absorber vida.
Para eso, nada mejor que una niña pequeña que se instala en el centro mismo de
la oscuridad, con su familia, con una bonita casa de clase media americana, con
la ignorancia de que, lo que les va a ocurrir, va a marcar su propia felicidad.
Las sillas cambian de
sitio y luego forman una imposible construcción entre ellas. Hay presencias que
solo se intuyen, como payasos que vigilan el sueño de los niños. Lo que es
imposible pasa a ser probable. Los monstruos existen. Son los que guardan las
puertas y los muertos extienden sus brazos intentando alcanzar el mundo que
conocen. Tal vez porque no tienen conciencia de que ya han dejado de vivir.
Fenómenos extraños que cada vez son más fuertes en una casa que se antoja el
epicentro de toda la muerte. Expertos parapsicólogos se cuelan en el interior
para tratar de encontrar una explicación a lo que está ocurriendo. Una niña
está conviviendo con los muertos. Hay que traerla de regreso porque llegará un
momento en que ni ella misma sabrá distinguir entre la oscuridad y la luz.
Alucinaciones en el espejo. Guardianes de algodón que impiden el paso a la
puerta de un dormitorio. Urge comunicarse con el otro lado y no todo el mundo
es capaz de establecer contacto. El mundo oscuro que trata de ser desentrañado
por unos simples mortales se convierte en un inexplicable laberinto de
vaporosas puertas que se abren con provocaciones, trampas, pelotas marcadas
para marcar una ruta en la tierra de los espíritus. Ni siquiera ellos saben que
están muertos. Solo quieren seducir para sentirse aún vivos.
Película mítica en los
años ochenta que perdura en el recuerdo de muchos adolescentes de la época y
que resulta, aún, tremendamente efectiva en todos sus sustos y narraciones. Los
colores, las ropas, las actitudes, los primitivos efectos visuales que, en su
época, resultaron todo un avance…todo ello nos retrotrae en la mirada a la
seguridad de que estábamos viviendo unos años únicos a pesar de que no nos dábamos ni cuenta. Lo cierto es que un
agujero en el oscuro cielo de la noche es capaz de tragarse una casa entera
mientras los vecinos, aterrorizados, asisten a lo que nunca pensaron que
existiera. Por si acaso, dejen apagada la televisión. Dentro de ella solo caben
monstruos. Y si no, pregúntenlo a Steven Spielberg, productor de la película,
que intervino en más de una fase de su rodaje y que quiso poner en evidencia
todos los miedos de una familia normal.
2 comentarios:
Muchas veces cuando hablo de películas de terror con mi familia (es un tema recurrente, ya veis como somos) comento que la única película que he estado deseando que acabase de una vez es "Poltergeist", a mis hijos les extraña porque 25 años después algunos de sus sustos y tensiones pueden parecer casi infantiles, pero a principio de los 80 era un film verdaderamente terrorífico.
Muchas cosas suceden en esta película que nos meten (debo decir metían) en el miedo en el cuerpo. La primera y principal y uno de los grandes errores del cine de terror cuando no lo tienen en cuenta es que lo que aterroriza dentro de la pantalla debe ser algo que pueda aterrorizar al espectador, algo que le haga pensar que eso le puede pasar a él. En esta película se cumple, o casi, esa condición, no seremos una familia americana, ni viviremos en un chalet de una nueva urbanización construida sobre un cementerio, pero tenemos ( o teníamos) televisión y la vida cotidiana y familiar se podría ver alterada por la irrupción de un espíritu burlón...Bueno, pero esa es una historia poco creíble...salvo que hagan que me la crea. Y ahí Hooper (y Spielberg detrás) hicieron maravillas. Un inicio buen rollo, una presentación de personajes reconocibles y empáticos, unas risas iniciales y a esperar que comience la tormenta.
Y una vez que el demonio ha entrado y alterado nuestras vidas hagamos creer que todo es posible, que hasta los cazafantasmas se caguen de miedo y se vean superados, que la medium no sea creíble pero nos veamos obligados a hacerla caso, que sintamos a los espíritus atravesarnos, que nos den momentos de paz para asimilar los tantos terrores que acabamos de pasar, que nos aumenten el ritmo para describir la angustia del padre, la de la madre....y cuando todo apunta a la paz nos vuelvan a meter en un meteórico final ( que ya quisiera Alex de la Iglesia).
Y lo que son las cosas, actores poco conocidos que nos brindan brillantes interpretaciones, muy creíbles, muy de verdad.
Es una película que quizá haya envejecido regular, los efectos especiales es loq ue tienen, pero que sin duda fue impactante y como bien dices inolvidable por los que la disfrutamos(o sufrimos) en su momento.
Abrazos cerca de la luz
En tu comentario das con una de las claves, no solo del buen cine de terror, sino del cine en general y es la noción de ritmo. Eso mismo que no tienen hoy en día. En esta ocasión, el ritmo es casi perfecto. Los momentos de pausa, los de adrenalina a raudales, los de misterio que hacen que te preguntes qué diablos está pasando, la sorpresa (aún es impactante la escena de las sillas que pasa de ser un simple juego a algo realmente amenazante). Es cierto lo de los efectos. Aún tengo grabada en la memoria la sensación de terror casi de no poder mirar a la pantalla cuando el técnico aquel se mira en el espejo y comienza a arrancarse trozos de la cara. Vista hoy en día es una secuencia casi ridícula en la que te das cuenta del truco y de lo poco que es capaz de aterrorizar pero aún así, es una trama que sigue funcionando, más que nada, porque te tiene en vilo, te tiene aún con la sensación de que no estás manejando todo el misterio que encierran esos fenómenos extraños que se salpican por doquier. Tremenda sigue siendo el chapuzón final en la piscina en construcción y la medium aún consigue desprender una cierta sensación de peligro, de que algo se escapa a nuestro alcance.
Por lo demás, a mí me parece una película muy correctamente realizada, en la que se pone en juego esa virtud que describes sobre una familia que, no es exactamente la tuya, pero que podría serlo. Con actores poco conocidos (Craig T. Nelson, cuando vi la película, me parecía un nuevo Robert de Niro y JoBeth Williams siempre me pareció una mujer de un atractivo deslumbrante), la película sigue funcionando a nivel interpretativo. Y me encanta Beatrice Straight, una actriz de reconocida competencia, que aquí interpreta a la parapsicóloga universitaria que recomienda a la medium.
Abrazos desde la televisión.
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