El
crepitar del fuego parece pronunciar el nombre de aquél a quien se ama. Entre
las ascuas, se presenta la inolvidable experiencia del descubrimiento y de la
pasión. Un amor que no se conocía, que solamente se podía intuir a través de
los libros, de la música o de cualquier otro arte que yace sepultado por los
siglos de la Historia. Por allí, en aquella llamarada, estará el agua fría de
un momento irrepetible. Por aquí, en la toya ardiente, permanece la intimidad
que se temía romper. Y siempre, tras una ceniza de recuerdo, se halla el dolor
que nunca se debe apagar como señal de que se ha vivido.
Ni siquiera la nieve
puede cubrir todo lo que ocurrió en un verano en el que el tiempo parecía no
tener valor y en el que todo ocurría con la naturalidad de un día soleado. Los
años ochenta comenzaban a despertar en los aires de libertad y los viejos
prejuicios podían estar consumiéndose en un invierno que fue demasiado largo.
Al principio, el desprecio por la arrogancia de quien finge demasiado
desinterés por todo. Más tarde, la complicidad de compartir un instante de
maravilla. Por último, la certeza de que todo lo que va a ocurrir tiene un
final que se tratará de dilatar lo máximo posible, pero que hará latir un corazón,
pondrá en alerta cada centímetro de la piel, cubrirá las expectativas del deseo
y se marchará con la lágrima dispuesta a salir mientras el sentimiento se
agarre con fuerza a las entrañas.
Con todas estas
sensaciones, asistimos al viaje iniciático de dos jóvenes que nunca supieron
terminar. El guión de James Ivory es moroso, tardío, lento, largo, con un par
de momentos memorables, pero sin más emoción que un destino que no se quiso
cumplir. La dirección de Luca Guadagnino es correcta y aséptica. La interpretación
de Timothée Chalamet es medida, cuidada, estudiada y sobresaliente. A Armie
Hammer, en cambio, se le nota envarado, incómodo, incluso en los instantes en
los que debe parecer relajado tiene un gélido estar que le impide sonreír con
sinceridad. Y al final, después de una historia de amor que se basa sobre todo
en el sexo, intentando probar el sabor del albaricoque en la campiña italiana,
nos encontramos ante una película que es una postal bonita, sin más alma que la
del sufrimiento del chico más joven en una época de corrección política en la
que nadie se atreve a decir que es un caso claro de pederastia, tal vez porque
el envoltorio es tan agradable que preferimos pensar que eso es amor, amor de
verdad, amor puro, amor de juventud.
Por supuesto, todo está
impregnado de baños envidiables, de lluvia reconfortante, de desayunos
relajantes y sabor de madera, de comodidad de un estilo de vida fuera de
nuestro alcance, de ociosidad libre y sin ataduras en la que, incluso el
trabajo, parece agradable y tranquilo. Mención especial merece la labor de
Michael Stuhlbarg, en el papel del padre de Chalamet, con una escena soberbia
en la que, quizá, se encierra todo el mensaje de la historia, pero, sin
embargo, algo le falta al conjunto y no es otra cosa que verdadera emoción. No
se puede emprender un viaje hacia el amor y olvidarse de que el corazón debe
estar secuestrado, a punto de quebrarse, de llegar más allá de todo lo que
sentimos. Una película con el amor como centro tiene que ser como una
excavación arqueológica. Tiene que despertar y descubrir los tesoros que
llevamos dentro y aquí sólo consigue que el sabor del albaricoque se mezcle con
el agua que cubre todos nuestros prejuicios, nuestras mentiras y la esperanza
de que, en algún momento, pase algo que dé sentido a lo que está
ocurriendo.
4 comentarios:
Estoy de acuerdo con todo lo que dices. A mí es una película que me hubiera gustado que me hubiese gustado más, no sólo por el tema que trata, también por el aluvión de buenas críticas de las que venía precedida. Me queda algo lejana, la vi en septiembre en San Sebastián, y así como te digo que la de los tres anuncios estaba ansioso y tenía ganas de que se estrenara para volverla a revisar, esta ni pizca.
Decepción, no puedo decir más. Porque aunque tiene sus méritos, la historia es lenta y morosa y se podía haber contado mejor. De hecho, se nos ha contado mejor. Baste recordar esas historias de iniciación y sensualidad bertolucciana como "Belleza robada", de la que esta es casi un remake en versión gay y que al lado de ella era hasta buena, o sobre todo "Soñadores". Pero en fin, se nota que el Guadagnino este viene de la publicidad porque es un esteta hasta decir basta, pero como contador de historias da bastante pereza. Y el fulano tiene público. Yo ya me aburrí bastante en la aclamada "Yo soy el amor" y algo menos en "Cegados por el sol", en parte por la arrolladora presencia de Ralph Fiennes. Aquí Sthulbarg está estupendo como siempre en una escena rotunda y categórica aunque concederle todo el peso de la historia dice muy poco de la misma, también cumple el chavalín. En cuanto a Armmmer, lo de armario ropero aplicado a los pibones apolíneos que sirven para lo que sirven le viene como anillo al dedo.
Abrazos tumbado a la bartola
Es que es una película que tiene al público de su parte y acaba por decir "que acabe ya, por favor". Es cierto, queda algo lejana.
Bueno, "Belleza robada" (que viene inmediatamente a la mente cuando se piensa un poco), es una obra maestra al lado de ésta.
Lo de Stuhlbarg...no, no le doy todo el mérito. Sólo digo que merece una mención especial siendo un papel que, en principio, casi está ahí como elemento decorativo, para completar y, cuando llega la escena final, da muestra del enorme actor que es. Por supuesto que Chalamet lo hace bien, no le quito mérito. Resulta bastante natural como adolescente que está descubriendo cosas, que es muy inteligente y que tiene talento para la música (un papel que no es nada fácil). Hasta te diría que su nominación al Oscar está justificada.
No olvidemos que el guión está firmado por Ivory, experto en rollos plomizos (aún tengo amigos que me guardan rencor porque les llevé a ver "Regreso a Howard´s End", posiblemente una de las películas más aburridas que recuerdo).
Sigo diciendo que Hammer...no, que no. Está tieso, está incómodo, se le ve forzadísimo en algunas escenas, tratando de poner la mejor de sus sonrisas y no creyéndose nada de lo que hace, ni en plan heterosexual, ni en plan homosexual.
Abrazos de estatua.
Hammer ya daba bastante el cante haciendo de novio de Leo en "J. Edgar". Es una pena porque tiene una presencia realmente imponente pero no le saca el más mínimo partido. Y creo que es el lastre además de la película porque no funciona ni como objeto de deseo ni como nada (imáagínate lo que hubiese hecho con ese papel un Michael Fassbender por ejemplo). Que la película sea más o menos morosa se puede hasta perdonar si la historia se desarrolla con cierto estilo. A mí si me gusta el estilo pausado y moroso de Ivory. Hace poco repase "Lo que queda del día" que me parece un peliculón, de hecho es su mejor peli de largo.
Abrazos en vespino
Claro, "Lo que queda del día" es su mejor película, de largo. Pero "Regreso a Howard´s End" no hay quien la trague (por cierto, ¿quién se acuerda de ella?) y mucho tiene que ver esta "Call me by your name" con aquella "Maurice" que hizo Ivory a mediados de los ochenta antes de dar el gran salto con "Una habitación con vistas" (que sí me gustó). Yo lo que quiero decir es que el estilo moroso no siempre es el más adecuado, llámese Ivory o Guadagnino. Ivory tiene tantas películas buenas morosas como malas. Ahí están "Jefferson en París" o "La hija de un soldado nunca llora" o "La copa dorada" y, por otro lado "Una habitación con vistas", "Lo que queda del día" o "Esperando a Mr. Bridge" (y ésta se la salvamos porque dentro hay dos pedazos de actores como Newman y Woodward).
De todas formas, estoy muy de acuerdo que esa ambigüedad que Fassbender sabe imprimir cuando quiere hubiese hecho que sacasen oro puro del papel de Hammer. Y, sí, Hammer, el mejor papel que ha hecho, mal que les pese a los amantes de lo políticamente correcto, es el del agente secreto ruso Ilya Kuryakin en "Operación UNCLE".
Abrazos haciendo pasta casera.
Publicar un comentario