Quizá ésta sea una de
las joyas más escondidas de toda la filmografía de Mel Brooks. Cuando todos
esperaban que realizase otra de sus locuras después del éxito que supuso Los productores, el director y productor
decidió trasladarse a la Rusia postrevolucionaria dispuesto a localizar las
alhajas escondidas de una familia zarista en una de las doce sillas que
componían su enorme mesa. No dejó de hacer una comedia, pero en ningún caso fue
alocada, ni de humor un tanto desquiciado. Con la sombra de Dostoievski
alrededor, Brooks articuló una tragicomedia estupenda, muy poco valorada por la
crítica y el público, con un elenco que incluía a Ron Moody, Frank Langella y
Dom DeLouis en los papeles principales.
No cabe duda de que
doce sillas, después de toda una revolución, sirven para que el proletariado
pueda comer a cuerpo de rey, digo de zar, digo de pueblo, así que hay que
buscarlas con ahínco para que a nadie se le ocurra destrozar su noble madera
para hacer una buena leña en esos días de frío y pobreza y encontrar con que en
las patas hay toda una fortuna. Y la caza comienza, más que nada porque un cura
ortodoxo también conoce el secreto y, además, para más confusión, se pone en
juego otra partida de doce sillas idénticas para confundir a los buscadores.
Así que son veinticuatro y no doce. E, incluso, se puede apreciar cómo el
auténtico criminal es el único buscador mentalmente sano de los que entran en la
charada. Al final, se descubrirá el peligro de la soledad y lo que realmente
merece la pena en la vida, a pesar de que el entorno no favorece mucho las
libertades y la propiedad privada. No se puede tener todo, salvo un buen ataque
epiléptico de vez en cuando.
Tal vez no sea una
película perfecta, tal vez Brooks también aprovecha la coyuntura para darle un
par de bofetadas al comunismo, pero resulta muy interesante asistir a la odisea
de estos dos personajes que viajan por media Rusia en busca del capitalismo
puro y duro. Lo realmente valioso es que Mel Brooks reviste todo de un
humanismo brillante de fondo muy serio mientras, en la superficie, se esfuerza
por dibujar la sonrisa que produce una búsqueda absurda con los ojos teñidos de
avaricia. Y, una vez revisada, el aliento del clasicismo se cierne sobre ella
con algunas risas leves y un par de lágrimas.
Y es que estudiar el
carácter humano siempre es fascinante. Por las estepas heladas o las calles
rellenas de nieve, perfectos laboratorios de observación, se puede disfrutar de
las reacciones individuales ante ciertas situaciones embarazosas y hasta dónde
puede llegar la capacidad de humillación de las personas con tal de sobrevivir.
Al fin y al cabo, esa sensación es a la que conduce siempre el fracaso. El
mismo que cosechó esta película en el momento de su estreno en una apuesta
arriesgada y circense por parte de su director. Por lo demás, ya saben. No hay
nada como aprovecharse de la caridad de los demás intentando infundir pena,
como un loco tumbado en la gélida acera de una ciudad soviética, con los ojos
en blanco y abrazado al respaldo despegado de una quimérica silla.
2 comentarios:
Yo había leído la novela "Las doce sillas" cuando me enteré de esta adaptación. Debería tener 14 o 15 años entonces. La novela me pareció brillante, divertida con algún punto hilarante ( me la habían regalado diciendo que era desternillante y tampoco me lo pareció tanto). Quizá el frío ruso hacía que su humor me quedase un poco lejano, pero lo cierto es que aprecié bastante la sátira y me pareció un traslado a la estepa y al comunismo de los pícaros clásicos españoles.
Cuando vi la película pensé que la adaptación iba a ser casi literal, pero no. Mel Brooks prescindió de algunos momentos (y algunos tics repetidos en algún personaje de la novela) y su versión me pareció menos humorística (siempre dentro del tono comedia) y más realista. Quizá por eso me gustó menos, porque creí que Brooks iba a disparatar y a caricaturizar más a los personajes. Lo que me quedó fue más una bruma de tristeza por un grupo de personajes perdedores, pero creo, como tu, que es una película a rescatar. No es en absoluto mala, al contrario.
Doce abrazos (uno a uno)
Bueno, recoges perfectamente el estado de ánimo con el que sales después de ver la película. Sí, sales triste por esos perdedores que están más que condenados dentro del rígido régimen comunista y, desde luego, es una especie de isla dentro de la filmografía de Mel Brooks. Es que escuchabas ese nombre y ya te esperabas lo que te esperabas y resulta que "El misterio de las doce sillas" es una comedia, sí, pero no tan cómica como sus otras películas. Hay un halo de realismo melancólico y, a la vez, con cierta chacota (sobre todo, en el personaje que interpreta Dom DeLouis). Sin embargo, en su conjunto, me parece una buena película que merece ser rescatada porque es la demostración de que Brooks no siempre se dedicó a la comedia más disparatada, sino que sabía también dar un tinte incluso algo trágico a su historia.
Abrazos con joyas.
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