Tomemos por ejemplo a
Al Pacino en Tarde de perros. Sin
duda, su mejor trabajo, si exceptuamos Serpico
y, tal vez, El padrino, primera parte.
Uno de los mejores títulos de Lumet. Imaginemos que en lugar de permanecer allí
con los rehenes, hubiera asesinado a la rubia guapa a la primera de cambio. Con
su permiso, señores, tengo que irme.
Así de fácil es una
negociación. Tomando como referencia un viejo éxito del cine de los años
setenta, un título mítico sobre unos atracadores que no consiguen lo que desean
porque todo, absolutamente todo, sale mal. Es que, en este caso, no estamos
ante un atracador vulgar. Él es un individuo que está disfrazando de asalto a
un banco lo que no es más que un escalón más en su plan fascista. El
patriotismo llevado al extremo puede dar origen a la canallada más impensable.
Y este tipo, está dispuesto a ir hasta el final. No como Al Pacino en Tarde de perros, no. Hasta el final.
Para ello, necesita a
un genio en la tecnología informática, uno de esos tipos que se han pasado la
vida intentando traspasar los cortafuegos y barreras encriptadas del Pentágono
hasta que lo consiguen. Para atraerle, nada más fácil. El fulano no ha pasado
una buena racha. Ha estado en la cárcel, lo pillaron por poco y tiene una hija
excepcional por la que bebe los vientos. Y, por si eso fuera poco, se le pone
el cebo de una chica que dice que trabaja para la Agencia Antidroga. Vamos, que
el genio informático se va a adentrar en un campo de minas, dispuesto a saltar
por los aires.
Para que alguien esté
dispuesto a saltar por los aires, no hay nada mejor que demostrar que se está
dispuesto a llegar al final. La gente no lo sabe, pero necesita el fascismo
para tener una cierta sensación de orden entre tanto caos. Y esto va a ser lo
que tendrán. Millones para guerras sucias e ilegales. La seguridad puesta en
cuarentena. Usted va a poder ser espiado, pero no se moleste, es por su bien.
Ya es hora de que alguien tome cartas en el asunto.
Con una premisa y un desarrollo muy atractivo, Dominic Sena dirigió este entretenimiento que contiene una de las escenas de efectos especiales más complicadas de rodar, como es la explosión con la que se abre la historia después de la perorata de Al Pacino. Y es realmente absorbente todo lo que propone hasta que Sena opta por la acción desbocada, ya en las fronteras de lo increíble y de la rosca más pasada. A partir de ahí, en determinados pasajes, la película renuncia a su estado primigenio de hacer pasar a un ladrón por un patriota extremista y equivocado y pasa a ser un espectáculo de acción que acaba por no tener sentido al buscar el exceso hasta más allá del límite. Buen trabajo del cuarteto protagonista, John Travolta, Hugh Jackman, Halle Berry y Don Cheadle, buenos efectos especiales, buena factura…pero parece como si, temerosos de que les quedara una película corta y apañada decidieran optar por un largometraje que llega a aturdir. Ya se sabe, cuando se trata de pillar a un pez espada, a veces, se prefiere a un tiburón. Ustedes tienen la palabra.
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