La terapia de los enfermos
mentales tiene tanta lógica que, a veces, uno no sabe si el mundo real está
lleno de enfermos mentales y dentro de la casa de reposo solo hay personas
cuerdas. Todo empieza por unas cortinas y por una serie de egoísmos. La
administradora quiere controlarlo todo porque tiene miedo a cualquier elemento
que no esté sometido a su concepto de territorialidad. El director
administrativo del centro es un hombre en cuesta abajo, que un día fue algo en
el terreno del psicoanálisis pero que ya solo se ha convertido en un viejo
verde, sin interés por los enfermos, presuntuoso hasta la médula, equivocado en
sus apreciaciones. La encargada de la terapia manual es una mujer centrada que
tiene demasiado dolor a sus espaldas. Tanto que no puede amar de nuevo a pesar
de que es capaz de reconocer el espejismo de la pasión. El director sanitario
es un entusiasta psiquiatra que vive por y para curar, que sabe que una de las
finalidades de la terapia es estar siempre al lado de los pacientes pero eso le
quita demasiado tiempo. No puede estar con sus hijos que, discretos y
silenciosos, asisten al derrumbamiento de la familia. No puede estar con su
mujer que demanda un poco de atención porque sabe que es tremendamente
atractiva y que la vida es algo más que recetas de antidepresivos, que
consultas a deshoras, que preocupaciones llenando la casa. Ella quiere vivir y
ser vivida. Y por eso también desencadena el seísmo que hace que todo lo que se
está construyendo a favor de los enfermos se tambalee, zozobre de forma
peligrosa. Y todo por unas malditas cortinas.
Un poco más abajo, en el otro
lado del diván, están los enfermos. Ese chico que tiene inquietudes artísticas
y que no sabe cómo darles salida. Esa chica que es patológicamente tímida con
los chicos porque no tiene ni idea de cómo tratarlos. La mujer del director
administrativo es inteligente y comprensiva y se preocupa por él a pesar de que
conoce de sobra cuáles son sus defectos. Cortinas, malditas cortinas. La
administradora quiere elegir ella los colores, la mujer del director sanitario
quiere imponer una solución rápida al problema para demostrar que sabe dar
salida a las cosas que se presentan y de forma tan eficaz que su marido vuelva
la mirada hacia ella. El director sanitario quiere utilizarlas junto con la
encargada de la terapia manual para que sirvan de entretenimiento y orgullo a
unos cuantos pacientes que no solo ponen sabiduría sino también toneladas de
paciencia. Y así Vincente Minnelli construye un drama sólido que no tuvo ningún
éxito en su día con uno de los repartos más convincentes con nombres como
Richard Widmark, Charles Boyer, Lillian Gish, Lauren Bacall, Gloria Grahame,
Fay Wray, John Kerr, Susan Strasberg…una tela de araña de intereses que siempre
atrapará a una víctima inocente en el mismo centro y que solo podrá soltarse si
rompe con el no y empieza a decir que sí, que tal vez. La mente teje sola sus
entramados y, a veces, hay que taparse con ellos para no llegar a perder la
misma razón.
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