“Vine
a Madrid para matar a un hombre al que no había visto nunca”.
Y con esta frase Darman
vuelve a Madrid para rememorar la sangre inocente que nunca debió derramar.
Porque con esa sangre causó más heridas que soluciones y todo se quedó ahí, enquistado
en su recuerdo, diciéndole a cada momento que no actuó de forma justa y que
destrozó el corazón de una mujer y la esperanza de un sueño. Siempre que le
llaman, Darman acude. Y es un especialista en ahorrar problemas al Comité
Central. Ahora tiene que volver a Madrid y los fantasmas del cine salen de las
bambalinas para atraparle en un nuevo desafío que no es más que la ratonera de
los vencidos. A pesar de todo, Darman ha ido acumulando una derrota tras otra.
Y aún no ha pagado las deudas que dejó en Madrid casi veinte años atrás.
Hay una chica que es
más desinhibida que aquella otra Rebeca del pasado, que se refugió en novelas
rosa con un halo de misterio y que fascinaban a todo aquel que se acercase por
los techos del Cine Universal de Madrid. Un cine de segunda clase en un barrio
de tercera que ya tenía dibujadas, en su momento, las huellas del tiempo y del
fracaso. El lugar ideal donde abandonar los ideales y tratar de sobrevivir.
Madrid huele a cansada y el gris se apodera de cada paso en los adoquines
irregulares de un suelo demasiado sufrido. Darman siente los caminos como
punzadas en el corazón porque ya los recorrió antes, y lo hizo para que algo
injusto perviviera. Y ahora viene a matar al mismo traidor, al mismo degenerado
que ya traicionaba sin pudor en los años cuarenta. Darman vino a Madrid para
matar a un hombre al que no había visto nunca.
Los sentimientos se
agolpan mientras Darman, por última vez, trata de salvar a la única persona
inocente. No la abandonará esta vez, no dejará que se pudra en las cloacas de
la locura como única salida. Darman tendrá que adentrarse en el túnel con esa
persona porque es la manera de acallar una conciencia que no ha dejado de
dispararle durante muchos años. Detrás de una máscara de impasibilidad, desde luego.
Detrás de unos ojos que jamás dijeron nada, pero el cielo cenicienta de Madrid
estaba ahí, acosando sus sensaciones y machacando sus honestidades. Todo se
volverá difuso mientras Darman lo intenta, pero el objetivo de la decencia
tiene que quedar a resguardo. Ya no habrá más viajes, ni más visitas de clubs
nocturnos, ni más cines donde depositar la decepción. La definitiva madurez
está llamando a las puertas y un último acto de honradez y perseverancia
ayudará a pasar los años que quedan, allí, en algún lugar de tranquilidad
asegurada y conciencia adormecida por la lluvia. Allí donde las tinieblas aún
son bellas.
Pilar Miró dirigió esta
película con un enorme pulso y una sabiduría envidiable basándose en la novela
del mismo título de Antonio Muñoz Molina. Junto a ella brillaron Terence Stamp,
Patsy Kensit (en su mejor papel en el cine) y José Luis Gómez. Junto a ella
también estuvimos nosotros, el público, asistiendo a la aniquilación de los
ideales pues siempre habrá un traidor que nos recuerde nuestros errores.
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