Berlín parece tragarse
todo el aire nuevo que pueda llegar sobre sus ruinas. La ciudad está dividida
aunque aún no hay muros y el estraperlo es el modo de vida habitual entre los
que quieren pan todos los días. Susanne Mallinson llega para estar con su
hermano y su cuñada pero se da cuenta de que allí, en una ciudad rota que trata
de resurgir de unas cenizas cansadas, es muy difícil vivir con normalidad. Le
presentan a un hombre que, para ella, resulta fascinante. Se llama Ivo Kern. Tiene
un barniz de ambigüedad notable. Es como si fuese un tiburón moviéndose por las
aguas infestadas de depredadores y, al mismo tiempo, estuviese profundamente
herido porque tiene conciencia de poder rehacer su vida en medio de tanto
escombro y tanta miseria. El equívoco llega y el secuestro se produce. Todo es
un malentendido del que todos quieren sacar provecho e Ivo Kern tratará de
encontrar una última salida para Susanne. ¿Quién sabe? Puede que sea su última
oportunidad de escapar de la ratonera de la que se encuentra y el mañana no sea
otro día en busca de algo para comer.
El pasado de Ivo Kern
puede que sea el mayor obstáculo para volver al Berlín libre. Demasiadas
sombras en sus silencios. Demasiadas desviaciones en sus evasivas. La guerra y
sus pecados están demasiado recientes y la noche se hace larga en una Europa
que, hasta hace muy poco, estaba en el puño del peor de los hombres. El frío se
instala en los huesos como un inquilino indeseable y la atracción parece
inevitable en un mundo que ya no existe. Pero Ivo debe expiar sus pecados
aunque sea el ángel salvador de Susanne. Ivo es el ayer ametrallado por los
Aliados. Ivo es el hombre que se interpone entre la sordidez y el encanto.
Carol Reed dirigió esta
atípica película con mano maestra, sin renunciar a su gusto por lo barroco en
la imagen y por la ambigüedad de unos personajes que están atrapados en un
lugar de perdición y mentiras. A su lado, dando lo mejor de sí mismos, están
James Mason como Ivo Kern, deslizándose por la noche, siendo una sombra más de
una ciudad hostil y partida y jugando excepcionalmente bien con esa cualidad de
decir una cosa y estar pensando en otra totalmente diferente. Claire Bloom,
inocente pero decidida, es Susanne Mallinson, la americana que viene a Berlín
para perder su mirada y encontrar la verdad y que también dota a su personaje
de una paulatina madurez que deja atrás el tópico de una guerra que solo ha
dejado a vencedores y vencidos. Berlín se vuelve protagonista de esta historia
de evasión y amor, donde los niños ya no tienen donde jugar y lo único que da
dinero para sobrevivir es el contrabando despiadado, el secuestro y el
chantaje, hermanos de sangre en un tiempo de canallas. Quizás no deja de ser
interesante comprobar cómo una ciudad que trata desesperadamente de
reconstruirse se empeña en quedarse en las ruinas de lo moral. Quizá no se haya
aprendido nada de la guerra.
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