Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla a propósito de "Corredor sin retorno", de Samuel Fuller, podéis hacerlo aquí.
No pueden salir. Todos
tienen miedo al futuro. Un futuro en el que puede caber la felicidad, pero
también la desgracia. Y ésta siempre puede. En ella está la posibilidad de
perder todo lo que se tiene. Sobre todo esa posición acomodada, inútil, vacía,
frívola y despreciable que, en el fondo, es lo que poseen esta pandilla de
aristócratas y burgueses ociosos. Se trata de quedarse con sus propias miserias
como seres humanos y hallarse cara a cara con el lado más feo de sus
existencias. Ese baño improvisado en esos carísimos jarrones, esa conversación
que trata de convertirse en trascendente y es poco menos que ridícula, ese
naufragio continuo cuando se trata de agarrarse al afecto de los demás…El ángel
exterminador ha visitado una casa en la calle de la Providencia y ha decidido
instalar el miedo en las mentes de sus visitantes. Así no podrán nunca salir de
allí.
Ese marco que establece
las fronteras del espacio vital es la única ventana que poseen. Van a ver la
vida en un túnel, cerrado, aburrido y sin salidas. No podrán traspasarlo aunque
quieran. Entre otras cosas porque, como todo les ha sido dado, no tienen
imaginación, no tienen la suficiente fantasía como para dar un paso adelante y
enfrentarse con el nuevo minuto. Están paralizados en su cómoda posición,
ataviados con sus mejores joyas y vestidos, con sus gemelos de oro y sus trajes
elegantes, con sus imponentes coches a la entrada y su vacuidad intacta. No van
a ninguna parte porque, en realidad, nunca han llegado a ninguna parte.
Luis Buñuel realizó
esta obra maestra confinando a una serie de personajes en una habitación con
cubertería de plata que, en muy poco tiempo, consiguen transformar en basurero
de desperdicios. Ante la pintoresca aventura que les toca vivir frente a sus propios
miedos, a sus estúpidas incertidumbres, puso una serie de preguntas encima de
la mesa del recibidor y una crítica feroz hacia las clases altas que destacan
por su inocuidad mental, su irrelevante aportación y sus escasos recursos
vitales que no van más allá de su talonario de cheques. Las ovejas y el gorila
que aparecen por el otro lado del quicio que no se atreven a atravesar no son
más que despistes que colocó el director para que los sesudos críticos miraran
hacia otro lado…algo parecido a lo que hacen los protagonistas de esta
historia, expertos todos ellos en mirar solo al lujo, a la pompa, al estatus
irritante sin más mérito que el tamaño de su cuenta corriente. Y cuando uno
termina de ver esta película, no deja de preguntarse si será capaz de atravesar
el quicio de la puerta para dar el siguiente paso. Algunos son náufragos de sus
pánicos, otros lo son de sus osadías, y algunos, también, lo son por la
escandalosa impasibilidad de los que están más arriba viéndolos ahogarse.
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