Si queréis escuchar lo que hablamos sobre "Seven" de David Fincher en el programa de "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla podéis hacerlo aquí.
No son héroes típicos
los que tienen que hacerse pasar por vendedores de armas para descubrir a un
loco general rebelde que aún no ha aceptado la rendición. Tanto es así que se está
construyendo una casa de arquitectura colonial de Georgia en plena frontera
mexicana. Un tipo que no posee ni un solo gramo de cordura y que desaparecerá
entre llamas gritando el nombre de su segundo para dar una última orden que
solo escuchará el viento. Mientras tanto, por ahí va un antiguo subordinado
suyo que ya no cree en nada, que ya no tiene sueños y que le da lo mismo ir en
contra o a favor. Dará su palabra y ese es el único rincón en el que aún le
queda refugio y honestidad. Lo importante es morir pronto porque ya lo ha
perdido todo y no volverá a tenerlo. Por otro lado, también está un mexicano de
sonrisa peligrosa, un asesino que no dudará en ser amigo de la traición con tal
de llevarse unos cuantos dólares, establecerse en algún lugar perdido rodeado
de mujeres fáciles y procurar que el mundo le olvide. Un poco más cerca se halla
un capitán del ejército que quiere reparar el error que dio origen a la caza y
que tratará de que todos sus actos se guíen por la nobleza, siempre ayudado por
un fiel sargento negro, de boca cerrada y músculos a punto, que acabará
formando parte del río Conchos, como tantos y tantos otros héroes que
merecieron mejor suerte.
Resulta difícil
imaginar la cantidad de alcohol que debió de correr durante el rodaje de esta
película con Stuart Whitman, Richard Boone, Tony Franciosa y Edmond O´Brien en
los principales papeles. Sin embargo, en esos rostros castigados, hay un buen
puñado de arte al incorporar a unos personajes que se resbalan con facilidad
por lo ambiguo y lo engañoso. No es fácil ir en contra de antiguos compañeros y
hacerse pasar por unos traficantes de armas que solo quieren destruir el
campamento de ese maldito loco que, al igual que un Walter Kurtz del viejo
Oeste, se ha construido una buena excusa al otro lado de la frontera. Costará
alguna lágrima, y también habrá que echarle arrojo, pero de lo que no cabe duda
es que Río Conchos es una buena
película que no demasiada gente conoce.
Y es que en algunos
momentos se llega a plantear hasta qué punto vale la vida de cualquiera cuando
ya no hay demasiados motivos para seguir adelante. Quizá una muchacha india
sabe algo de todo ello mientras el viaje se alarga y la espera muere. En el
fondo da igual. La guerra se perdió. Los cariños desaparecieron. Solo queda el
rastro de integridad que pueda quedar después de tanta desolación. E, incluso,
a alguno ya no le queda nada de todo eso. Es tiempo de dar la cara y demostrar
de qué lado se debe estar.
2 comentarios:
Buenas,
Otro western estupendo por ese buen cineasta tan "tapado".
Saludacos.
No solo un buen western. Sorprende por la violencia que destila en muchas de sus secuencias y por un reparto que no tiene estrellas pero sí actores sólidos y muy buenos. Una excelente película.
Saludos.
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