Con este artículo acabamos la temporada de cine y cerramos el blog hasta el martes 2 de septiembre. Ha sido un curso muy largo y muy agotador. Sin embargo, el cine siempre estuvo ahí, dispuesto a escucharme y a ser el amigo que se necesita. Espero que no lo olvidéis y que sigáis viendo películas en vuestro descanso. Un abrazo para todos.
Puede que haya llegado
el momento de desmontar del caballo y caminar hacia el crepúsculo. Demasiados
golpes en la vida para un simple escritor que conoció el éxito con la calidad
que destilaba en sus novelas del Oeste. Ya no queda nada de inspiración porque
hace seis años se fue lo que más quería y su desgracia paralizada se quedó sin
motivos para seguir. Ni dignidad, ni orgullo, ni nada. Sólo un sobrino que se
preocupa y que quiere que siga viviendo en algún lugar tranquilo para intentar
un último duelo con la vida. ¡Qué tontería! Como si una puesta de sol en
verano, a la orilla de un lago, pudiera quitar de un plumazo todo lo que
apesadumbra una existencia que se antoja inútil. El sobrino, con toda la buena
intención que guarda, incluso se lleva un diploma acreditativo de un premio que
el escritor recibió desde su sempiterna silla de ruedas hace mucho, mucho
tiempo, cuando aún tenía ganas de expresar lo que sentía. Ahora ya no siente,
ya no cabalga, ya no sueña. Es mejor terminar.
La vida, ya se sabe, es
una mujer caprichosa que, de repente, puede mimarte hasta el exceso. Y en ese
retiro obligado, en esa última oportunidad que el sobrino bienintencionado le
otorga, el escritor conoce un sitio maravilloso, tranquilo y acogedor que lo resulta
aún más cuando conoce a sus vecinas. Se trata de una mujer muy atractiva, en
pleno trance de divorcio, con tres hijas a su cargo. Y es que el escritor se da
cuenta de no que no sólo puede recibir sino que aún es capaz de regalar. Sobre
todo y ante todo, puede enseñar a esas personas a imaginar, una herramienta
extraordinaria para seguir viviendo y hacer que la vida sea soportable. Una
niña, incluso, le paga para que le enseñe a canalizar la fantasía porque ella
no sabe. Es posible que sea porque su padre se ha ido y no tiene muchas ganas
de volver a verlas. Es posible porque crea que ese lugar tan idílico, en
realidad, sea un callejón sin salida que la condene a una existencia gris y
opaca. El escritor, viendo que la niña comienza a imaginar, vuelve a escribir.
Y cuando uno escribe con ganas, aunque sea un cuento de apariencia infantil, es
probable que vuelva a sonar un vals para bailar con aquello que no se tiene y
que se vuelva a ver todo aquello que no se ve.
Excelente película, apacible y de buen gusto, dirigida por Rob Reiner e interpretado con la sabiduría habitual de Morgan Freeman dando vida a ese escritor que sólo quiere acabar con todo y que hace creer a todo el mundo que la imaginación es la más extraordinaria vía de escape para las personas. Con ella se puede visitar el mundo, crear a los personajes más fascinantes…e, incluso, bailar un vals con unas piernas que hace mucho que dejaron de funcionar sólo porque el amor, ese don huidizo y terco, es la mejor de las imaginaciones posibles. Y también porque es lo que proporciona los mejores momentos…aunque sólo pasen por la siempre fugaz imaginación. Y se recuerdan. ¿No es fascinante?
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