El
alma es aquello que nos define y que guarda nuestros más íntimos secretos. Es
el rincón donde se acumulan nuestras inquietudes y nuestras creencias y nadie
es capaz de entrar en ella porque es el palacio de nuestra fe, sea ésta cual
sea. En sus aledaños se mueve el espíritu, mucho más fácil de doblegar, más
propenso al gesto y a la imagen. Y un poco más allá, está nuestra carne y
nuestro pensamiento, meros envoltorios de un tesoro que hay que preservar de
los embates de la crueldad, de los intentos continuos del convencimiento
exterior. El alma es donde se guarda nuestra esencia y nuestra verdad.
Es cierto que, en
nombre del cristianismo, se han cometido muchos crímenes pero no es menos
cierto que, en defensa del cristianismo, muchos han sufrido y han sido
sacrificados en aras de otras ideas igualmente asesinas. En ese camino, los
creyentes han ido dejando un reguero de sangre intentando salvar ese pequeño
rincón donde se ofrece el perdón y la promesa de una vida mejor, especialmente
si esta vida se ha empeñado en ofrecer, de forma persistente, la misma nada. El
hombre débil acude una y otra vez a la confesión para obtener el consuelo para
seguir adelante. Renunciar con un gesto a la creencia en Cristo no significa
que el alma se condene. Ni siquiera vivir de acuerdo con las reglas del enemigo
quiere decir que la fe desaparezca. El alma es hermética y, en muchas
ocasiones, heroicamente valiente al estar sola, desesperada, abandonada…pero no
doblegada.
Nada crece en las tierras
pantanosas pero la Naturaleza persiste en su lucha, en su permanente paso hacia
la vida. Los señores feudales se aplicarán con insistencia en retorcer las
raíces de las creencias acabando con el espíritu, haciendo sufrir a la débil
carne, dejando caer las gotas en el fondo del pozo de la desolación. Pisar las
imágenes como símbolo de la apostasía podía ser importante para aquellos que
tenían miedo de una doctrina en la que el perdón siempre está presente,
ofreciendo una nueva vida, un nuevo comienzo, una nueva cuenta en el
interminable dolor de vivir. Asistir a la tortura detrás del encierro hace que
la duda cobre fuerza en los recovecos de la cordura y siempre, en todas partes,
en todo momento, se hace insoportable el silencio de Dios.
Sin embargo, otro
interrogante se abre en medio de esa ausencia de sonido. La fe no es fácil de
mantener y no es fácil, precisamente, porque solo hay silencio a su alrededor. No
hay ningún mérito en creer en algo que se manifiesta. Solo el silencio es capaz
de hablar con tanta elocuencia obligando a que, los que quieran creer, se
entreguen en esa desesperación del ruido, en ese grito incontrolable que no se
oye, en ese lamento que siempre está perdido, en ese misterio que no se permite
desvelar. En el mismo silencio está la voz de Dios. Y hay que saber escucharla.
Larga y pesada para los
que no creen y, muy posiblemente, irritante para muchos que sí lo hacen, Martin
Scorsese coloca los límites de su ambición en alturas inalcanzables al juntar,
de forma magistral, la estética y los movimientos de Akira Kurosawa al lado de
las obsesiones e inquietudes de Ingmar Bergman. Sobrecogedor el silencio que
reina en una sala atestada de gente cuando comienzan los créditos finales, con
la seguridad de que el alma también está en ellos. Capas infinitas de
pensamiento que el italoamericano nos invita a pelar con paciencia, a través de
diálogos eternos e indecisiones severas, tratando de dibujar el alma que a
tantos ofrece refugio cuando se les niega la libertad, con imágenes que se quedan
clavadas en la carne viva, como quemaduras imposibles de redención y catarsis
que, tal vez, solo se manifiesta con meridiana claridad después de la muerte.
Es el viaje imposible hacia el corazón de unas tinieblas que solo se perciben a
través de los ojos, pobre impresión para quien aspira a conquistar, con
inusitada valentía, algunos vacíos del alma.
13 comentarios:
No es desde luego una película fácil ni para el creyente ni para el no creyente. Larga, sí, pesada quizá, es cierto que con algo menos de metraje ganaría enteros y quién sabe si no estaríamos hablando de una obra maestra. El caso es que los 159 minutos resultan ajustados para lo que Scorsese quiere contar y una vez masticados tampoco es que se echen de más. Yo salí noqueado especialmente por ese tercio final magistral e hipnótico que en parte le da sentido y coherencia al conjunto. Es la película que Scorsese quería contarnos y en este sentido me parece de mucha más entidad desde luego que "Kundum" e incluso que "La última tentación". Más sincera y menos impostada que "La pasión" de Mel Gibson por ejemplo.
Hablas bien de la fusión entre lo épico y lo íntimo, Kurosawa y Bergman. Scorsese explora los límites de la fe cuando todo lo que la rodea es silencio. Al silencio de Dios se une el silencio de un pantano hostil en el que las creencias no enraízan como debieran. Y en el fondo, tiene que ser así. Aquí yo creo que Scorsese renuncia a su habitual virtuosismo técnico y narrativo en aras de exponer unas ideas que han terminado por imponerse como el leit motiv de su obra. Una renuncia sólo en parte- la fotografía y la puesta en escena son espléndidas- pero evidentemente el montaje frenético y vigoroso tan marca de la casa no ha lugar en esta ocasión. Más que ninguna otra, es una película para ver, opinar y confrontar ideas y miradas. Y no deja de tener su gracia que esta película venga después de algo tan excesivo y tan ruidoso como "El lobo de Wall Street".
Abrazos sin pisotones
Tengo que confesar que tuve que guardar unos cuantos minutos de silencio para digerir la película en sus justos términos. Me impactó ese silencio que había entre el público, reacio a levantarse como en otras ocasiones como alma que lleva el diablo, no sé si por aburrimiento o por impresión. Muy sintomático el comentario de los de mi derecha, una pareja de jóvenes de unos 24 ó 25 años. Ella se levantó y le dijo: "¿Quieres saber mi opinión de atea a cristiano?" y él, muy callado y concentrado y con bastantes narices, le dijo: "No". Ella puso gesto contrariado, se colocó el abrigo y le achuchó para salir.
Habría que decir también que Scorsese no pone a unos sacerdotes cualquiera al frente de la historia. Son jesuitas. Y éstos, también hay que decirlo, están hechos de otra pasta y la comprensión de sus actos es bastante diferente. Hay una frase en la que tienes mucha razón y te muestras especialmente acertado: "Scorsese explora los límites de la fe cuando todo lo que la rodea es silencio". Porque esa fe se difumina y se hace difícil de aprehender cuando no hay respuesta y ése, precisamente, es el verdadero valor de la fe, la respuesta a esa silencio, seguir creyendo pese al silencio, que pesa, que atosiga y que aplasta pero que exige ese sacrificio para que el que cree, crea con fundamento, no con manifestaciones visibles para todos. La religión no es una ciencia, ni pretende serlo. Y hay muchos que no acaban de comprenderlo.
Es verdad que Scorsese deja de lado el virtuosismo técnico en esta ocasión, aunque eso no quiere decir que no haya grandes planos, extraordinarias escenas y referencias cinéfilas. Me parece muy evidente la presencia de Kurosawa (especialmente en su primera parte, con "Trono de sangre" y "Rashomon" al fondo) y nos regala visiones de primera magnitud (ese sampang avanzando por el mar en plano cenital, o el último plano, sin ir más lejos). Creo que, sencillamente, más allá de su metraje (es verdad que le sobran unos cuantos minutos aunque no estoy tan seguro de que el resultado de la película no se resintiera si se cortaran) es cierto que Scorsese ha contado lo que quería contar y como lo quería contar, con sinceridad, honestidad y sin artificios. Roza la obra maestra.
Abrazos sin escupitajos.
Pues tuviste suerte, porque al abuelo de mi izquierda le tuve que reclamar silencio un par de veces- soy muy cortado y me parece muy violento hacer esas cosas en el cine. Supongo que tuvo un mal día o que directamente se tenía que haber quedado en casa viendo al Barça. Es una película que reclama justamente silencio y meditación, y que está muy lejos del concepto de cine que tienen muchos hoy en día. No sé si me estoy precipitando soltando estos pensamientos a vuela pluma tan sólo unas horas después de ver la película sin haberla digerido bien. Sí, yo creo que una de las claves es la sinceridad, y que en cualquier caso demuestra la versatilidad de un maestro. La ambición es clara, pero es una ambición honesta, nada pretenciosa. Ya la escena inicial de los dos jesuitas sentados frente a su superior en esa sala tan blanca y tan espaciosa (¿Stanley, estás por ahí?) me pareció magnífica. Me parece estupenda toda la elipsis que se establece en torno al personaje de Adam Driver que hace que el momento del reencuentro sea mucho más impactante. Y ese final que me recordó a cierto trineo. Está llena de detalles geniales y maravillosos.
En cuanto a Garfield me gustó mucho más que en la peli de Gibson. Después de lo de "Paterson" habra que ir pensando en perdonarle a Adam Driver lo suyo con Han Solo. La presencia de Liam Neeson es sobrecogedora. La lástima es que me tuve que entrar a una sesión en castellano y el doblaje de los japoneses es peor que pésimo.
Abrazos confesos
Es que precisamente lo que pide la película es meditar un poco sobre ella. No importa si eres creyente o no, yo creo que eso a Scorsese le da igual y, desde luego, está muy lejos del concepto de cine de hoy en día y no solo eso, del espectador que va al cine hoy en día, poco acostumbrado a cuestiones que no solo son de calado, sino que, en muchas ocasiones, le traen al fresco...y como le traen al fresco no piensan en ellas y les jode que un cineasta de renombre piense sobre ellas. Es sincera y Scorsese es muy versátil. Yo no dudé nunca de eso. Garfield está estupendo (y siento disentir, creo que en la de Gibson también está estupendo. En cuanto su cara gane un poco de carácter, ojo a él). También disiento en lo de Driver, sigue sin gustarme (ya sé que muchos estáis influenciados por "Paterson") pero en muchos momentos se le ve incómodo, muy poco situado en el papel, ése aún me tiene que demostrar que vale. Liam Neeson, por el contrario, se le ve extraordinariamente cómodo, llegando a esa sabiduría de actor veterano con calma y serenidad. Yo también la vi en castellano y no sé si en esta ocasión también echaron mano de japoneses inmigrantes para doblarla pero, desde luego, sí que es bastante reprochable.
Abrazos sin mar enfurecido.
Pocas ganas me daban de ir al cine a ver la última del cejas, tan denostada por lenta y tediosa, pero sois de lo que no hay y hacéis que nuevas ganas crezcan en la carne talada (que decía el poeta). Y ya me advertís que es larga y pesada pero lo que comentáis mueve a echarle una mirada en pantalla grande, que requiere por lo que decís al reposado silencio en la oscuridad y no al sofá casero donde todo son disturbios y distracciones. Buscaré un rato (largo) para dedicarsela y comentaré con vosotros mis impresiones.
Entretanto, decía Dex que me jugara un transversal de esos que hace tiempo que no nos marcamos. Me propone de jesuitas o de torturas, que es un cachondo, y el de redenciones (tema principal en Scorsese) ya lo jugamos tiempo ha.
Podríamos dedicárselo entonces al tema de la fé (me refiero a la fé religiosa, no en uno mismo), que comenta el Lobo que es preeminente en esta peli y habría que decir que es un tema muy sobado en el cine, comenzando por el mencionado Bergman, pero si echamos un vistazo aunque de forma tangencial hay otros muchos títulos que lo tratado de forma más o menos tangencial, pero que al fin y a la postre recorría gran parte del film en cuestión.
¿No podríamos decir que "Million Dollar Baby" tiene en su motivación y desarrollo mucho que ver con la fé, con las ganas de creer, con la falta de ella?.
Hay casos mucho más evidentes, como la española "Camino" o la "Canción de Bernadette" que nos ofreció Jennifer Jones recreando el milagro de Lourdes o cualquiera de las versiones de "Juana de arco".
Otras son mucho menos evidentes, en "Señales" Mel Gibson tiene una evidente crisis de fe tras la terrible muerte de su esposa, algo parecido a lo que le ocurre a Harvey Keitel en "Abierto hasta el amanecer", por el contrario el exceso de fe de algunos es el que le cuesta la vida a Hypatia (Rachel Weizs) en "Agora". Mucha fe tenía Samuel L. Jackson en "pulp fiction" hasta creer que las balas no podían tocarle.
Otro que trató mucho con el tema fue Buñuel, especialmente destacable sería "Via lactea" o el mediometraje de "Simón del desierto". Y el éxitazo "Marceliino, pan y vino" no es más que otra película sobre la fe.
Hay muchas más si os animáis. Yo sólo propongo el tema.
Abrazos fervientes
La fe es uno de los temas centrales que propone "La herencia del viento", de Stanley Kramer y la fe parece inquebrantable en el cura que tiene que guardar un secreto de confesión inconfesable en "Yo confieso", de Alfred Hitchcock. La fe también está en entredicho cuando Dios permite los crímenes espantosos de "Los crímenes del rosario", con Donald Sutherland. La fe es lo que mueve al entrañable Gregory Peck de "Las llaves del reino", de John Stahl. La fe cala con cierta profundidad en el falso cura que incorpora Humphrey Bogart en "La mano izquierda de Dios", de Edward Dmytrik. La falta de fe, efectivamente, es fundamental en el desarrollo de la trama de "Confesiones verdaderas", de Ulu Grosbard. La falta de fe cuando se tiene verdadera ansia de ella es lo que propone Miguel Picazo y su excelente "Extramuros". La fe obra milagros en una jovencita que no conoce varón y, sin embargo, se queda embarazada en "Agnes de Dios", de Norman Jewison. La fe está bastante en entredicho en medio de un debate sobre la pobreza de Cristo, la Inquisición y unos terribles crímenes en "El nombre de la rosa", de Jean Jacques Annaud. La fe mueve a Ingrid Bergman a embarcarse como misionera a pesar de que no tiene preparación para ello y se convierte en una de las mejores del mundo en "El albergue de la sexta felicidad", de Mark Robson. La fe, en fin, es lo que mueve al protagonista de "La guerra de Dios", de Rafael Gil y también la que hace dudar el Anthony Hopkins de "El rito" a raíz de tantos enfrentamientos con el demonio.
Así a bote pronto, para abrir boca.
Abrazos con cruz.
El tema es amplio de narices no me digáis. Ahora bien, si nos limitamos al tema de la fe cristiana creo que es inevitable hablar de "El fuego y la palabra" en la que Burt Lancaster jugaba con la buena fe de las gentes o Robert Mitchum haciendo en parte lo propio en "La noche del cazador". Y como siempre vengo a aportar mi vena gafapasta con el "Diario de un cura rural" de Bresson. Y por supuesto Bergman en una de sus obras maestras, "Los comulgantes". Ahora bien, si hay una película que me demuestra siempre que la fe mueve montañas y la confianza ciega muchas veces nos ciega está fuera del ámbito religioso. Estoy hablando de la excepcional "La caja de música" de Costa Gavras.
Abrazos crédulos
Esa fe con esa increíble sentencia de Alejandro González Iñárritu "La luz de Dios...¿nos guía o nos ciega?" está presente en su corto de "11.09.01", y la ausencia de fe y su reencuentro en otra fe transformada es uno de los principales motivos de "La noche de la iguana", de John Huston. La fe en el individuo mueve al sacrificio de Gene Hackman en "La aventura del Poseidón" y la fe resulta ampliamente superada por la ética en la despedida del cine de John Ford en "Siete mujeres". William Holden no entiende demasiado la fe del veterano sacerdote interpretado por Clifton Webb en "Satanás nunca duerme", de Leo McCarey y la fe es inquebrantable en ese entrañable sacerdote que Spencer Tracy interpreta en "El diablo a las cuatro". Claro que Tracy ya había experimentado con creces con la fe en el futuro de unos muchachos que piden a gritos una oportunidad en "Forja de hombres" y en su continuación, "La ciudad de los muchachos". Bing Crosby traslada una forma más moderna de entender la fe en "Siguiendo mi camino" y encuentra la horma de su zapato en la monja Ingrid Bergman en su continuación "Las campanas de Santa María". La fe es lo que mueve a defender los mismos principios del ser humano en "Un hombre para la eternidad", de Fred Zinnemann y la fe es el poder en el que cree ciegamente el sacerdote Jeremy Irons en "La misión", de Roland Joffe (uno de los grandes errores del espectador de hoy es que cree que en "Silencio" se va a encontrar algo parecido a "La misión"). La fe resulta algo muy escurridizo cuando se mezcla en la antipatía personal de "La duda", de John Patrick Shanley. Y la fe en vosotros supera todas las cajas de música del mundo.
Abrazos en cuentas.
Se juega con la e también en la berlanguiana "Los jueves, milagro", por no hablar de otro tipo de fe mas terrenal, en la que los Dioses no son otros que los americanos y sus dineros en "Bienvenido, Mister Marshall".
Muy evidente es la presencia de la fe en películas exclusivamente religiosas, generalmente cristiana, cierto. Desde las evangélicas "Rey de reyes" de Nicholas Ray o "L a historia más grande jamás contada" hasta las bíblicas "Los diez mandamientos" o la muy, muy fallida "Noe" o la propia "La biblia" de Huston. Y que decir de "Ben-Hur" donde la fe está tan presente como en "La túnica sagrada" o "Quo Vadis".
Y no una puramente cristiana, pero fe al fin y al cabo es lo que Yoda le pide a Luke en "El imperio contraataca" para continuar su camino en la fuerza. Y de fé también trata aunque también transversalmente "Carros de fuego" de Hugh Hudson. Audrey Hepburn demostraba más de una vez su fe en "Historia de una monja" aunque las restricciones eclesiásticas fueran tan contrarias a su carácter. Y ahí tenemos a Robert Mitchum y a Deborah Kerr y su fe en "Solo Dios lo sabe".
Y Mallick habla de muchas cosas que tienen que ver con la fe en "El árbol de la vida". Y sobre el texto de Perez Gladós, Buñuel ¿quien si no? habla de la fe en la estupenda "Nazarín". Y la fé en las sagradas escrituras lleva a Alex angulo a descifrar el libro del Apocalipsis y determinar el lugar y día del nacimiento del Anticristo en "El día de la bestia".
Y por favor, no hemos dicho nada de Randolph Scott y sus aventuras como capataz en la construcción del ferrocarril de "Santa Fe".
Abrazos fervorosos
Y por cierto, una cosa que enlaza el tema de la fe y lo que comentábamos el otro día sobre la idicia generalizada hoy día.
Leía ayer un estupendo artículo en El Pais en el que se comentaba que en la Universidad de Londres los estudiantes de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos exigían (no solicitaban) que desaparecieran del programa los estudios sobre Platón, Aristóteles o Kant por ser filósofos blancos y colonialistas.
Y continuaba que en la Universidad de Glasgow se advertía los estudiantes de Teología (ni más ni menos) que la imágenes de la crucifixión podían herir su sensibilidad o resultarles incomodas. Bueno si a estas alturas hay que advertir de eso, digo yo que en los museos habrá que poner una sala especial (para mayores de edad o sala X) en la que se incluyan cuadros como el Cristo de Dali, o "La crucifixión" de El Greco. Y por supuesto otra donde exponer "La maja desnuda", "La venus del espejo" o el "David" de Miguel Angel que ya sabemos que la cosa del desnudo es provocadora e hiriente.
Habla el artículo del estudiante copo de nieve, aquel que puede exigir no sólo las asignaturas que desea que le sean impartidas sino también los contenidos de la materia, imponiendo a los demás que se deje fuera todo aquello que uno de ellos entienda como ofensivo para él. recordáis que os comenté hace poco el caso de una madre que pedía que se eliminara de lecturas obligatorias en USA "matar a un ruiseñor" o "Las aventuras de Huckelberry Finn" por lenguaje ofensivo hacia los negros.
Sobreprotección, estupidez generalizada y salvaguardada por el Estado. estamos volviendo a la Inquisición pero en este caso no es desde un estamento poderoso que la impone, sino que la autogeneramos para evitarnos daños morales no sea que nuestro hijos se conviertan en nosotros mismos.
Abrazos espantados
Antes, cuando no dominabas el ordenador o lo dominabas muy poquito se hablaba de que el sujeto en cuestión era un "analfabeto funcional". Con estas cosas que cuentas, que son increíbles, lo que estamos fabricando es toda una generación de "analfabetos emocionales". Esta sobreprotección (que lo que reporta a los padres no es más que intentar controlar todo el entorno de sus queridos hijos) hará que esos analfabetos emocionales no sepan afrontar en el futuro dificultades, suspensos, despidos o muertes, algo que, como todos sabemos, está muy presente en nuestras vidas. De hecho, siempre he pensado que la muerte es parte de la vida y que van indisolublemente unidas. ¿Qué haremos entonces? ¿Pedirle a Dios que libre a nuestros hijos de tan horroroso trance que nos sumerge en la X, Y y Z de la vida?
El otro día, un poco antes de Navidades, Chema Fernández,ex- catedrático de arquitectura de la Universidad Camilo José Cela me contó un caso muy evidente de todo esto. Él es profesor de Proyectos y había una alumna que era incapaz de aprobar su asignatura. Para aprobarla (ya sabemos que la Universidad Camilo José Cela no es para el público medio) la chica se fue a Roma a cursarla. La aprobó, pero para obtener el título de Arquitecto en España es necesario presentar un proyecto y la chica, incauta ella, quiso presentárselo a Chema. La chica dijo que quería hacer un proyecto de viviendas. Chema le dijo que de viviendas, mejor no, porque a la menor infracción de la normativa, le iba a suspender el proyecto. La chica insistió que sí, que eso era lo que quería. Vale, tú misma.
Resulta que la chica le presenta el proyecto (ligeramente copiado de un diseño del propio Chema) y le queda una columna fuera de una ventana. Ni corta, ni perezosa, la chica borró la columna. A la hora de presentar el proyecto, Chema le preguntó dónde estaba la columna. La chica dijo que, como le quedaba fuera, que la había borrado. Chema, naturalmente, la suspendió. Bueno...se puso a llorar como una madalena acudiendo a todos los tópicos del mundo, que la tenía manía, que era muy exigente, que tal y cual. Chema se mostró incólume diciéndole que lo sentía mucho pero que no podía aprobar un proyecto con una columna que aparece y desaparece por arte de magia, total, añadió, las columnas ya sé que no son importantes, solo sostienen la casa.
A los dos días, la chica se presentó...con su madre en el despacho de Chema exigiendo el aprobado. Como Chema se negó, la mujer y la hija se fueron a protestar al decanato. Bien, el decano, ni corto, ni perezoso, le dijo a Chema que tenía que aprobarla por "las posibles secuelas psicológicas" que eso podía acarrear a la chica. Chema, muy cercana su jubilación, dimitió sin más pero no la aprobó.
Y esto es lo que estamos fabricando. Una auténtica barbaridad de analfabetos amocionales.
Abrazos emocionados.
Si, funcionales, emocionales o analfabetos a secas. No sé si os habéis enterado, probablemente si porque se hizo viral, de que el otro día en el concurso "Ahora caigo" un par de concursantes de entre 20 y 30 años necesitaron casi 10 pistas para acertar "la guerra civil española", pistas del estilo de : "Fue un conflicto, bélico, político y social" Sucedió en el siglo XX", "La pasionaria", "Dio lugar a una dictadura", "Se produjo un alzamiento"...Era vergonzoso ir viendo que pese a las sucesivas pistas o no se les ocurría nada o decían cosas como "El alzamiento del 2 de Mayo", "La democracia", "la transición" o "el 23-F".
No obstante, la preocupación fundamental de las asociaciones de padres y han conseguido que llegue al Congreso de los diputados, que se debata e incluso que se vaya a regular es el tema de los deberes escolares.
Tal vez no les falte razón por que los dos concursantes (los nervios pueden excusar algún fallo pero no tantos) a lo mejor hicieron infinitos deberes y no les cundió nada...o tal vez sus papás en su momento les hicieron el flaco favor de exigir los aprobados por daño emocional.
Yo me acuso de no ser un buen padre, no desde el punto de vista de amor y cariño, sino desde el punto de vista educacional. Creo que he cometido (y mi mujer también, la pobre) la intemerata de errores en ese sentido: Hemos reprendido de forma airada en alguna ocasión cuando deberíamos habernos mostrado comprensivos y hacerles ver los errores, y al revés, habremos sido muy laxos en momentos en que debimos ser más inflexibles. Hemos protegido a mis hijos en mil ocasiones equivocadamente y también les habremos dejado a la intemperie en algún momento en que probablemente nos necesitaran. Hemos ayudado en los deberes en más de una ocasión resolviendo dudas y también les hemos dejado hacerlo mal por no echarles una mano a tiempo. Y todos esos errores probablemente están en mis hijos que a día de hoy y aunque me duela decirlo no son esas imágenes ideales que uno tenía de ellos cuando eran pequeños. Les veo tantos defectos que sólo me cabe reconocer mi impericia para educarles.
Y sin embargo, mi consuelo es que el verdadero poso, el que me importa, debe estar ahí. Las verdades para mi absolutas sobre bondad, comprensión, tolerancia, perseverancia, responsabilidad...estoy convencido que deben estar enraizadas y que según maduren se irán distinguiendo sobre otras características que ahora son mucho más explosivas.
Toda esta confesión sin necesidad a qué viene, a intentar explicar que no importa todo lo que hagas por un hijo, finalmente como bien cuentas, cada uno tendrá que enfrentarse a su vida y la frustración, los "daños" emocionales, las miserias que van a llegar. Se trata de intentar con la ínfima capacidad que todos tenemos (Atticus Finch hay muy pocos) que cuando lleguen sepan como enfrentarlas, les dimos los mimbres pero no podemos hacerles el cesto.
Y alé ya he terminado mi catarsis...ustedes disculpen.
Abrazos con fe en el futuro...aunque parezca imposible
Ay, amigo, es que esa es una de las mayores dificultades a la hora de ser padre. Nunca sabes si lo estás haciendo bien. Si estás muy cerca, porque estás demasiado cerca. Si estás muy lejos, porque estás demasiado lejos y todos tratamos de buscar un término medio con el que, desgraciadamente, no siempre estamos cómodos. Te comprendo muy bien y más aún teniendo en cuenta que mi querido retoño anda en los catorce y está tocando las narices a conciencia, asesinando al padre con saña y situándose muy lejos de lo que yo había soñado mientras hacia con él sus deberes, le explicaba o le trataba de instruir en muchas cosas de las que ahora hace caso omiso.
Abrazos cómplices.
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