El violín para un
violinista es la menor de sus preocupaciones. Son sus cuerdas las
verdaderamente importantes. Él tiene que ocuparse de que estén tensas,
afinadas, a punto para el siguiente concierto. Perdónenme porque, aunque el
protagonista de esta película sea un violinista, esto no va de violines. Va de
que este señor, músico entregado a sus ensayos y a su carrera, tiene tres
cuerdas que tocar.
La primera cuerda se
llama Giulia, interpretada por Renée Longarini. Es su esposa, tiene tres hijos
con ella y deben irse de vacaciones inmediatamente. Por eso, este violinista
afina las notas para que cojan el tren a tiempo. Él tiene muchas cosas que
hacer y, la verdad, que Giulia se vaya con los niños va a ser un respiro. Va a
poder dedicarse a otras cosas.
La segunda cuerda se
llama Marisa, interpretada por Stefania Sandrelli. Es su esposa (sí, han leído
bien, incluso el tiempo verbal está correcto) y va a tener su primer hijo con
ella. Va a ser el primero de este feliz y maravilloso matrimonio. Este
violinista debe tener las notas muy bien ensayadas para estar con ella en ese
inolvidable momento. Todo tiene cuadrar. Y los nervios, quiérase o no,
traicionan. Además, ahora va a tener un respiro porque Giulia se ha ido.
La tercera cuerda se
llama Adele, interpretada por Maria Grazia Carmassi. Es su esposa (sí, no he
bebido) y tiene dos hijos con ella. Claro, él es violinista y tiene muchos
compromisos fuera de Italia y tiene que llamarla para decirle que está bien y
demás. Pero el violinista debe tener a la tercera cuerda también muy mimada
porque, claro, si hay algo que es evidente en cualquier violín es que ninguna
de las cuerdas sabe que hay más cuerdas y eso hace que la madera sea
incansable. En algún momento habrá que dormir.
El violinista se llama
Sergio Masini (absolutamente genial Ugo Tognazzi) que corre de aquí para allá
intentando mantener un sueño vivo y una certeza que todos presentimos y es que
cualquiera puede estar enamorado de más de una mujer. En su caso, son tres. Sí,
y las tres son tan maravillosas que se ha casado con ellas, ha vuelto a revivir
la emoción de la primeriza paternidad con cada una, ha participado en el juego
del amor con todas y es incapaz de dejar a ninguna. El problema es que, cuando
las cuerdas están afinadas, el corazón palpita tan rápido que se acostumbra a
ese ritmo. Y en el momento en que hay un descanso…puede que deje de funcionar.
Pero eso no es problema, entre otras cosas porque este polígamo nos ha dejado
un buen montón de sonrisas entre tanta prisa y tanto engaño. Lo importante es
que las cuerdas estén tensas, afinadas, dispuestas y preciosas. Lo demás es
solo un molesto avatar de la vida. Una tontería que no tiene ni sitio.
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