martes, 20 de febrero de 2018

TRECE DÍAS (2000), de Roger Donaldson

Tal vez hubo un día en que ejercer el cargo de Presidente de los Estados Unidos no era ningún juego. Tampoco un escaparate para ir exhibiendo las banderas del triunfo y, mucho menos, un muestrario de falsedades bien fingidas bajo la apariencia de la inutilidad más recalcitrante. Quizá, en algún momento, el mundo estuvo a punto de irse a la definitiva guerra mundial y que solo unos cuantos hombres de buena voluntad separara al diablo de un nuevo amanecer. Visto ahora, con la perspectiva del tiempo, parece una narración de una película fantástica, propia de esa política-ficción que tan bien se le da a Hollywood cuando quiere enaltecer las virtudes de un sistema que ha mostrado sus peores carencias justo en este momento en el que vivimos. Lo cierto es que hubo un período de trece días en que un puñado de personas pensaron en el bien común. La otra solución era el desastre.
Y así podemos asistir, con un rigor histórico impresionante, a las jugadas de alta política, a la certeza de que el juego diplomático sirve para algo, a la sapiencia de algunos que llegaban a adivinar el próximo movimiento del contrario con la exactitud de un juego de ajedrez en el que las piezas eran todo cuanto se conocía. Tal vez uno de esos hombres sí que estaba sobradamente preparado para un cargo de tantísima responsabilidad y era lo suficientemente listo en sus silencios como en sus frases. Otro de esos hombres podría ser el tipo que decía la frase justa en el momento adecuado para que la otra parte negociadora no se levantara de la mesa. Aún otro más era el que aportaba el equilibrio, la serenidad para afrontar días de una dificultad impensable. Un equipo de colaboradores de alto nivel dice mucho de quien los reclutó porque, al fin y al cabo, un hombre vale tanto como la gente de la que se rodea. Trece días para el estallido de la destrucción total. Misiles que han caído tanto en el olvido que ya duele ver la altura del perfil bajo que mantenemos hoy en día.
Excelentes interpretaciones de Kevin Costner, Bruce Greenwood y Steven Culp para ilustrar aquellos trece días que hicieron contener la respiración al mundo entero. El abismo que se abría hubiera sido inevitable si aquellos hombres hubieran sido sustituidos por cualquiera de las mediocridades que nos sitian en los puestos importantes de la actualidad. Nos hubieran derribado sin conmiseración. Y lo que es aún peor. Lo hubiéramos merecido. No obstante, no solo las interpretaciones son destacables, también es el trabajo de reconstrucción de los hechos, reproducciones fieles de las cintas grabadas en las reuniones de la Casa Blanca donde se clarificaron las posturas de todos aquellos que trabajaron allí durante aquellos días. Trece días.


“¿A qué clase de paz me refiero? ¿Qué clase de paz buscamos? Tenemos que lograr una paz duradera más allá de nuestras diferencias, porque, a fin de cuentas, el vínculo más básico que tenemos en común es que todos vivimos en este pequeño planeta, todos respiramos el mismo aire, todos trabajamos por el futuro de nuestros hijos…y todos somos mortales”.

2 comentarios:

Chus dijo...

Joder!! y que nadie comente nada en este post!!

Pues yo tengo qye agradecerte que lo hayas escrito, porque anoche me entraron unas ganas de volver a verla tremendas. Total, que mi chica se sentó a verla... y mira tu por donde ha descubierto un peliculón del copón y un pasaje de la historia que no conocía (los misiles de cuba). Y es que estas películas son la mar de instructivas (siempre desde cierto punto de vista, claro!!)

Me parece frenética, maneja la tensión muy bien y refleja de manera muy fehaciente la de presiones que tuvieron que soportar los Kennedy, que además de tener grandes enemigos fuera...resulta que los peores estaban dentro de su propio gobierno.

Me gustó cuando se estrenó, y creo que años y años después sigue estando fresca y fantástica.

Pd: Viva este Costner

Abrazos agradecidos

César Bardés dijo...

Yo creo que es una excelente película, muy contenida, sobriamente llevada por Donaldson que es un director que no siempre acierta. Además es muy aclaradora de las presiones que tenían que soportar los Kennedy porque el enemigo no lo tenían fuera (la buena voluntad de Kruschev también es evidente en la película teniendo en cuenta de que lo que se sugiere es que está sometido a las mismas presiones por parte de los belicistas), lo tenían dentro con esa plana mayor que le daba fuerte donde más dolía al Presidente. También bastante evidente el desastre de Bahía de Cochinos que enlaza con aquella otra frase del Kennedy real que decía "toda mi vida he intentado protegerme de la gente que quiere engañar a los demás y, en esta ocasión, me han engañado a mí". Lo cierto es que aquel desastre también pesa en la conciencia del Presidente y hace que actúe como lo hace, poniendo a trabajar al gobierno (McNamara creo que también juega un papel importante), algo de lo que deberían aprender todos los políticos de perfil bajísimo que tenemos hoy en día allí, aquí y en todas partes.
También me gusta mucho cómo se dibuja a Adlai Stevenson, el eterno candidato, derrotado dos veces por Eisenhower y que se suicida políticamente, pero tiene suficientes tablas como para dejar en evidencia a los rusos en las Naciones Unidas, una escena estupenda.
Sí, sigue estando fresca y fantástica. Toda una lección.
Abrazos desde la buena voluntad.