Setenta mil dólares es
una cifra muy razonable para cobrar una deuda atrasada y que las cosas sean
como deben ser. Porter puede ser un ladrón, pero no es un desalmado. Dieron el
golpe y su mujer y su socio se quedaron con los ciento cuarenta mil dólares del
botín mientras él se quedó atrás con unas cuantas balas en el cuerpo. Así que
lo justo es que ahora reclame los setenta mil dólares que le pertenecen. Y si
tiene que ir a su antiguo socio a reclamárselos, pues no hay mayor problema. Es
una devolución de paga.
Porter sale de la
cárcel, un sitio en el que aprendes a mantener la boca bien cerrada y los puños
bien en guardia, sin nada. Solo con la ropa que lleva puesta, pero está claro
que es un tipo que sabe moverse por las calles y no va a pasar demasiadas
dificultades. El problema es que su antiguo y traidor socio ya no tiene el
dinero. Lo dio a una organización para que pudiera entrar como accionista
preferente en sus beneficios. La prostitución, el juego, las drogas son los
objetos de esa organización y Porter, la verdad, ya no tiene nada que perder
así que, con mucha educación, también se dirigirá a la mencionada organización
para reclamar sus setenta mil dólares. Y negativa tras negativa, irá subiendo
en el escalafón hasta que alguien tenga la bondad de devolverle lo que es suyo.
Todo esto suena muy
frío. Parece un asunto de negocios. Pero Porter tiene algo más en su interior.
Sabe que le falló a su esposa y que, por eso, ella terminó perdiendo el rumbo.
Sabe que quiso amar y que nadie le dejó hacerlo. Sabe que era un profesional y
que eso era importante y que, sin saber cómo, pagó un precio enorme por ser el
mejor. Tanto es así que, cuando su nombre ya no suena a nadie, cuando es solo
un desconocido recién salido de la cárcel, nadie se sorprende de que un tal
Porter trate de conseguir la ridícula cantidad de setenta mil dólares. Hoy en
día, cualquier desgraciado que sale de la cárcel se cree con derecho de ir al
lugar donde está el dinero y meter las manos. Habrá que cortárselas.
Casi lo consiguen.
Porter renacerá de nuevo. Y es un tipo del que no hay que fiarse demasiado
porque, al fin y al cabo, va a recuperar los setenta mil dólares caiga quien
caiga. E, incluso, es posible que se lleve algo de propina. Los demás, también.
Sorprendente y muy aceptable
versión de A quemarropa, de John
Boorman, Payback nos dibuja al mítico
Parker de Donald Westlake (aquí rebautizado como Porter) con su mirada amarga y
su particular sentido de la justicia con un matiz interesante y atrayente. Una
película que, en su momento, pasó desapercibida y que, tal vez, merecería una
segunda opinión más pausada. Tanto es así que Mel Gibson compone al personaje
con cierto cariño, dejando entrever que, debajo de esa piel endurecida por la
violencia desbocada, también hay un hombre que quiere retomar su vida
exactamente en el mismo punto en el que la dejó.
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