martes, 23 de diciembre de 2025

AVATAR: FUEGO Y CENIZA (2025), de James Cameron

 

Teniendo en cuenta que uno ya no sabe si un personaje muere y luego resucita, si muere y queda bien muerto o si muere y se le puede encontrar en el éxtasis divino, podríamos decir que ésta última entrega de los avatares de James Cameron es mejor que la segunda y peor que la primera. A su favor, desde luego, está ese espíritu de aventura con un mensaje bastante plano y redundante de que la familia es lo primero, de que es lo que conforma cualquier sociedad, etcétera, etcétera. Por los bordes, sí, otra vez algo de racismo, de la seguridad de que la violencia nunca es la solución y que la lucha por la supervivencia es más dura que un turrón de Alicante.

Cameron, además, cuida mucho la presentación visual, como siempre. Resulta casi apabullante, por no decir cansinamente barroco, en muchas de sus secuencias. En otras, diseña buenas secuencias de acción impresionante y, por supuesto, cae en su error habitual de poner en juego una serie de tópicos más vistos que Pretty Woman que resultan algo aburridos, pero que, en general, funcionan y le sirven como excusa para otra escaramuza más. Escarbando un poco más en los errores, podemos encontrar que Cameron retuerce algunas situaciones hasta que no queda una gota más y alarga en exceso los diferentes cuadros en los que se divide su historia. Por ejemplo, grupos de los Na´vi se separan. Uno de ellos tiene un encontronazo, se salvan, huyen, algo se presenta que hace que no puedan seguir con la fuga y se vuelven. Mientras tanto, otros van a buscarlos y resulta que los que se han ido encuentran a los que se han ido a buscarlos que han caído prisioneros y entonces los salvan…pero no, también caen prisioneros y con esa nueva villana, bastante curiosa, que se ha sacado de la manga empieza con su festival de intenciones crueles y la escena dura…y dura…

En cualquier caso, no deja de ser cierto que hay un cierto ritmo en las más de tres horas de película. Secuencias de combate muy bien dirigidas introduciendo la trampa de que, cuando la batalla parece perdida, aparecen criaturas que son nuevas, pero que, cómo no, tienen conexión espiritual con los Na´vi y entonces se da la vuelta a la tortilla. Algún personaje humano hay por ahí, en contraposición con la segunda en la que prácticamente no aparecían, y Cameron se olvida por completo de éste y de aquel después de que le carga de motivaciones fuertes. Así, el espectador poco exigente sale con las piernas cansadas de tanta tensión y el más avezado tuerce la cabeza y lo deja pasar porque, al fin y al cabo, no se pasa un mal rato.

Así que ya saben. La familia es el pilar fundamental de nuestras vidas. Por mucho que cada uno de los miembros que sean tengan su dime o su direte, con sus rayadas adolescentes, sus espiritualidades inexplicables, sus dolores por la pérdida y sus deseos de figurar en el primer lugar de nuestro orgullo. En el fondo, la familia es el origen y el final de todo y los esfuerzos, sean meramente domésticos o con más altas miras, siempre tienen el objetivo de protegerla y procurar su felicidad. Y en el viaje, está la educación, con su amor por la Naturaleza, que en esta ocasión toma un papel mucho más defensor que consolador, su comunicación con el entorno, su preocupación por el resto de seres que nos rodean y su certeza de que un hogar no se construye con facilidad.

Entre medias, por supuesto, habrá gente de todo tipo y condición. Desde el padre que no parece que lo es, pero que no duda a la hora de entregarlo todo, hasta el sobreprotector que parece algo paralizado a pesar de que nadie cuestiona su valentía y su inteligencia. En cualquier caso, piénsenlo detenidamente. En la familia, mal que nos pese, es donde se reflejan todos los comportamientos posteriores de los hijos aunque muchas veces creamos que ese gesto, o aquella palabra, no tienen mayor importancia. Es el primer paso para hacer que los adultos cuiden de su entorno que, para mayor pecado, es la casa de todos.

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