Habrá que mirar al futuro de otra
manera. Tal vez porque lo que es suficientemente avanzado puede que sea el
principio de una dictadura policial. O porque cuanto más dependamos de la
tecnología, más manipulables seremos. O quizá porque sea posible cambiarse los
ojos sin ningún problema, incluso en condiciones sanitarias más que dudosas. La
profecía del asesinato se va volviendo poco a poco contra la sociedad que se
quiere proteger porque todo depende de unos valores adivinatorios que tienen su
germen, una vez más, en la condición humana. Las máquinas son incapaces de
profetizar. Podrán encontrar el dato perdido, vigilar a los ciudadanos hasta
más allá de lo permisible, prescindir de la variable sentimental y no tener en
cuenta ninguna valoración colateral al hecho del crimen. Pero no podrán
adivinar el asesinato. Y, tal vez, cogiendo al elemento humano más privilegiado
todo el sistema se caiga dejando en el limbo a cientos de miles de asesinos
que, en realidad, nunca han cometido un asesinato.
El universo de Philip K. Dick
vuelve con sus tonos sombríos en un futuro hecho de cristal de seguridad. La
recreación de Steven Spielberg nos devuelve a un mundo impersonal, zafio, que
se mueve protegido y por ello ha renunciado a las reglas más elementales de la
democracia por mucho que esas reglas supongan el sacrificio de la seguridad
personal. La explotación sigue pero está permitida. El negocio prospera pero
tiene su justificación. Lo importante es que no haya derramamiento de sangre.
La libertad ya está tan derramada como para que nadie se dé cuenta de
hasta dónde llega la renuncia. Es la injusticia de la justicia anticipada. Mal
que nos pese. Mal que nos quieran proteger.
El prestigioso crítico Roger
Ebert, a raíz del estreno de esta película dijo que “Steven Spielberg es un Stanley Kubrick sin cojones” porque, con
toda probabilidad, Kubrick hubiese acabado la película en el momento en que el
protagonista queda encerrado en esa cárcel mecanizada que más bien parece un
depósito de cadáveres vivientes controlado por ordenador. No le falta razón
porque Kubrick quería dejar bien claro que la tecnología no nos iba a convertir
en seres socialmente más felices. Spielberg, sin embargo, siempre tiene ese
toque de dejar las tramas bien cerradas para que el espectador no se sienta
incómodo o intranquilo ante la posibilidad de haber visto que el mundo no es el
mejor sitio para vivir. Lo cierto es que, en cualquier caso, no se puede dejar
de temblar al concebir un puñado de arañas mecánicas registrando un edificio y
haciendo escáneres de ojos a todo hijo de vecino con tal de identificar al
sospechoso que ni siquiera es sospechoso. Peligrosa práctica que nos convierte
a todos en seres vigilados y sometidos a registro permanente. Esto es el
informe de las minorías. Fin del mensaje. Yo soy el culpable del crimen.
2 comentarios:
Me encanta esta película. Da la media de todo lo que el tito Steven es capaz de hacer. Cocinada a medio tempo entre sus mainstreams más rompetaquillas, los Indianas, Parques jurásicos,.. y sus obras maestras de mayor calado como "Munich" o "La lista de Schindler" Se asienta en una de las etapas más denostadas del director y no sé porqué (están ahí "La terminal" o "Atrápame si puedes", aunque también algún resbalón como "Amistad"). Además de ser una película que funciona a las mil maravillas como entretenimiento, se permite reflexionar entre líneas sobre la libertad, la seguridad y las perversiones que se hacen con una y otra (se acababan de caer las Torres Gemelas como quien dice). ¿Stanley Kubrick sin cojones? Los críticos dicen muchas boludeces de cara al postureo y a la galería. Yo siempre vi en "Minority report", una versión 2.0 de "Con la muerte en los talones" aunque Hitch tal vez fuera más sacástico. Ahí está el lado más cinéfilo de Spielber en el que, si me apuras, hasta la presencia de Von Sydow puede verse como un guiño a Bergman dentro de sus posibilidades.
Pre - abrazos
Yo sencillamente creo que es una de esas películas de Spielberg que se suelen olvidar a la hora de nombrar las favoritas y no me parece, para nada, una película "menor" (ese adjetivo que nos gusta tanto). Es cierto que es una película trepidante a más no poder, que está my bien visto cómo Spielberg introduce el elemento hitchcockiano del falso culpable (aunque no lo es tanto) teniendo en cuenta que la detención de todos es de simples falsos culpables porque todavía no han hecho nada. Hitchcock hubiera sido más sarcástico, sin duda. Kubrick mucho más cruel. Bergman no hubiera introducido nada de acción y sí mucho de profundidad. Ridley Scott (el Scott bueno, claro) hubiera introducido un montón de elementos agobiantes al mejor estilo de la secuencia de Stormare. Eso dice mucho a favor de una historia.
Abrazos con bolitas grabadas.
Publicar un comentario