La
gran ciudad es como un monstruo que engulle a todos los que habitan en ella. No
hay lugar para los más débiles. Esos son condenados a vagar por las esquinas en
busca de alguna aguja limpia o de algún papel de plata sin arrugar demasiado.
Tampoco para los que se dedican a planear robos con trampa porque serán las
víctimas de su propio juego. Solo serán útiles durante un tiempo. Después no
podrán más que ser pasto de la sangre hambrienta. Ni siquiera para los policías
que ensucian la placa con su comportamiento. Porque la conciencia aniquilada
volverá para devolverles al polvo del que nunca debieron salir.
La tensión se puede
tocar por las calles de esa gran ciudad que eleva sus enormes rascacielos como
signo de corrupción sin límites. Aún quedan algunos resquicios de honestidad
pero estarán contaminados por los vicios que hacen que el asfalto sea un poco
más soportable. El recién llegado intentará cumplir con su deber y habrá rincones
oscuros reservados para el dolor y para darse cuenta, una vez más, que los
hombres no son totalmente malos, ni totalmente buenos. La maldad suele vestir
de rojo y es fácilmente reconocible. Pretende tener corazón cuando solo tiene
el frío tacto de una bala esperando destrozar la esperanza y el futuro. La
ciudad espera mientras tanto con sus calles mojadas y sus ventanas rotas,
acabada en su noche que no termina, asesinada en su día de violencia repentina.
A John Hillcoat ya le
habíamos tomado el pulso en la desoladora La
carretera y ahora no se ha conformado con hacer un policial al uso sino que
ha puesto en el tablero del cemento a una serie de personajes con su propia
ética, que se mueven por cuestiones más personales que materiales y que acaban
encontrando la respuesta a la vida confusa llena de billetes manchados de rojo,
a las armas disparadas sin pensárselo dos veces, a las encerronas propias de la
ciudad degradada, de la ciudad desangrada, de la ciudad maldita. Dentro del
extenso reparto habría que destacar por derecho propio a Kate Winslet, enorme
en un papel atípico, y a Casey Affleck, inusualmente intenso tratando de
conservar su integridad como símbolo solitario del derrumbe moral que va
invadiendo las entrañas de la civilización. Hay algunos momentos de confusión
pero se ven sobradamente compensados por otros de tensión muy bien llevada, muy
absorbente, muy urbana. Y es que lo inesperado, a menudo, causa más impresión
que el exceso.
La ciudad cansada se
retira después de demasiados avisos de emergencia, de demasiados nudos en sus
carreteras de acceso que no han sido resueltos. Es hora de dejar que las
heridas sangren con rostro de fastidio e impasibilidad, de extraer las balas
que se han incrustado en los chalecos, de recargar los revólveres del treinta y
ocho de cañón humeante y agujero garantizado. La policía está aquí y basta
pensar un poco en la historia para saber que durará poco en la memoria pero con
cierta calidad en su corta estancia en los recovecos del recuerdo. Quizá porque
en otra parte del cerebro haya un aviso de triple nueve que indique que la
maniobra de distracción va a ser tan potente como algunas imágenes y
persecuciones. Y allí correrá la atención, sin hacer paradas, sin coger atajos.
Directamente. Esperando el momento para volver con un impacto en la sesera.
2 comentarios:
Pues mira tú que el planteamiento y el reparto me daban buena espina. Eso de un robo usando como distracción el 999 que usan para designar policia herido o policia muerto y que hace que todos dejen lo que están haciendo para ocuparse del asunto, (algo así decía la publicidad) parecía un punto de partida prometedor, lo que pasa es que uno está tan cansado de premisas interesantes que no llevan a nada más que a una ensalada de tiros y peleas sin ton ni son que a veces no se dan oportunidades a cosas que pueden llegar un poco más allá.
A lo que parece estimas que algo mucho más de lo que se acostumbra tiene esta película y a lo mejor merece la pena darle una oportunidad, aunque llevo un retraso importante y me apetece mucho ver la recomendación de dex, sin duda será una pel´ciual algo irregular, pero para los amantes del Estudio 1 de antaño, "La noche que mi madre mató a mi padre" tiene una pinta de obra de Poncela, Paso o Miura que si está bien interpretada puede ser un soplo de aire fresco. Y eso que hace dos días hablabamos de que ya no había screwballs.
Abrazos robados
Pues es una película que está bastante bien, un poco en la línea del policiaco a lo Lumet, con personajes con muchos dobleces y una áspera interpretación de lo que es ser policía en una ciudad donde impera la corrupción. Además se deja mucho de maniqueísmos y hay policías que están pringados en el atraco pero tienen un gran cargo de conciencia porque se trata, precisamente, de herir a un compañero para que el plan funcione. Además de todo ello, el atraco se monta por una extorsión...en fin, tiene elementos curiosos, quizá, como digo en el artículo, con algún momento de confusión pero está francamente notable. La Winslet está enorme en su papel y Casey Affleck también lo está aunque en un tono algo menor (la Winslet sale poco pero saca mucho jugo a sus escasas apariciones).
En cuanto a "La noche que mi madre mató a mi padre" le echaremos un vistazo. Si tiene el tono de un Jardiel, merecerá la pena.
Abrazos corruptos.
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