La mayor operación
bélica de todos los tiempos resultó ser un fracaso. Demasiada ambición y mal
cálculo sobre las posibilidades de un ejército. La arrogancia es siempre una
mala consejera como también lo es la falta de conciencia. En la operación se
ponen en riesgo demasiadas cosas y demasiados héroes anónimos arriesgan su vida
para obtener un resultado, cuando menos, discutible. La población civil, como
siempre, pierde. Los militares, se rinden. El objetivo se queda a unos pocos
metros. La invasión fracasa y los responsables solo se encogen de hombres
creyendo que, efectivamente, siempre se trató de tomar un puente que era
demasiado lejano. Después de haber utilizado y abusado del material y de las
personas…ése es el consuelo que se recibe. Un puente demasiado lejano. Las
guerras y sus malditos cálculos posibilistas. Los mandos y su maldita sangre
fría.
Entre los verdes prados
de Holanda tendremos al americano que cruza con unas balsas terribles un río
salpicado de balas mientras reza una y otra vez, obsesiva y compulsivamente, el
Ave María. Habrá un sargento que amenazará a un médico oficial superior a que
reconozca a su capitán porque le prometió que no le dejaría morir en la
invasión. Por allí, justo en la esquina, un teniente coronel británico
resistirá lo indecible esperando la maldita ayuda que no llegará para, luego,
aceptar con un elegantísimo gesto el cigarrillo del alemán mientras se le ha
hecho prisionero. Un médico tratará de atender una masa de heridos
sanguinolentos en una casa particular. Un teniente con iniciativa despejará a
fuerza de voluntad un cruce en el que era imposible pasar para desatascar las
vitales carreteras. Un polaco se enfadará porque siente que es tratado como un
militar de segunda clase cuando es más arrojado que cualquiera de esos
estirados con boina inclinada. Y así las historias se suceden. Intentando dejar
bien claro que la guerra es horrible, pero que, en medio del caos, también hay
seres humanos tratando de dar lo mejor de sí mismos. Es la paradoja de la destrucción.
Richard Attenborough
dirigió un reparto plagado de estrellas en un rodaje lleno de anécdotas como la
escena del puente que tiene que atravesar Robert Redford, contratado por unos
días y que incluyó en su contrato una indemnización millonaria por cada día de
retraso. No dejaba de llover y Attenborough se arriesgó a rodar la secuencia.
Una sola toma. Lo justo para que volviera a llover justo cuando el director
mandó parar. O la visita al plató del Teniente Coronel John Frost, interpretado
por Anthony Hopkins, que acabó en un mar de lágrimas porque, cuando se
conocieron, el militar creyó verse a sí mismo treinta años antes. O el precario
estado de salud de Laurence Olivier que, pese a todo, quiso continuar con todas
sus escenas. En todo caso, el gran rompecabezas que trató de encajar
Attenborough dio resultado y Un puente
lejano quizá es la mejor de todas las películas que han versado de batallas
bélicas con un elenco de nombres ilustres como El día más largo o ¿Arde
París? Y eso no deja de ser un mérito enorme en una gran superproducción en
la que es muy fácil perder el punto de mira y fabricar una enorme y pesada
nadería. El puente lejano, por esta vez, se acercó lo suficiente.
2 comentarios:
Tengo que revisarla si o si. La vi de quinceañero y me pareció muy larga y algo deslabazada (tantas minihistorias), un poco como "El día más largo". Pero esta me dejó con mucho mejor sabor de boca, con la sensación de que había visto una película muy, muy estimable. De las que se te quedan en el recuerdo con un gran regusto. No sería hoy capaz de situar las historias de cada uno de los grandes que pasaban por la pantalla, pero aun así recuerdo la enorme presencia de Sean Connery en su pequeña parte (no se si alguna de las situaciones que has descrito, ¿Quizá la del cruce de carreteras?). También a Redford, a Caine, a Hackman...menudo reparto. Y ya sabemos que a Attemborough no se le daban mal las grandes escenas, masas, campos abiertos,...
Tengo que revisarla, si o si.
Gracias por el post.
Abrazos en paracaidas.
Es larga y, creo, tiene una mayor conjunción en sus historias que "El día más largo" (recordemos que el autor del libro-mamotreto es el mismo, Cornelius Ryan) y tiene otra enorme virtud frente a esa y es la siguiente: los personajes tienen una mayor encarnadura, se intuyen muchas de sus motivaciones y tienen su episodio de lucimiento propio. Creo que por eso aceptaron tantas estrellas intervenir en la peli, porque tenían su propia historia y su instante de "aquí estoy yo". La banda sonora es buena, está muy bien realizada por parte de Attenborough y la presencia de Connery se corresponde más con los tanques atascados en esa carretera interminable hacia el puente de Arnhem como jefe de una división blindada. Es uno de los que se quedan a las puertas de auxiliar a Hopkins y que, desde una torre, al lado de Caine y de Edward Fox intentan encontrar las causas del fracaso. El cruce de carreteras es potestad de un oficial americano que interpreta Elliott Gould y que le pone muchísimas ganas a que esas divisiones blindadas puedan pasar en un atasco que parece interminable.
Yo creo, además, que las pequeñas historias de cada uno de los actores están muy bien elegidas. No es como en "El día más largo" que apenas pasan, dicen su frase delante de la cámara y ya. Y el protagonismo en la batalla queda un poco gris a excepción, quizá, de los tubos que ponen en las defensas de hormigón los hombres de Robert Mitchum (por cierto, da sopas con onda a muchos de los que están en el reparto, incluido Wayne, Burton o Fonda).
Es una película para revisar, sí. Entre otras cosas por el enorme fracaso que fue a pesar de que tenían todos los medios. Mal concebida, mal planeada y una consecuencia de la precipitación por entrar cuanto antes en Alemania.
Abrazos con paraguas.
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