Las bombas caen
mientras las heridas están cerrándose en un hospital de Java. Allí, al frente
de todo, está el doctor Corydon Wassell, un hombre que se pasó la vida huyendo.
Primero en Arkansas, donde ejercía como médico rural, por culpa de los cerdos.
Después en China, donde trataba de investigar las propiedades curativas de un
caracol de cola bífida, por culpa de una chica. Ahora tiene la oportunidad de
huir, de coger un barco y salir de la ratonera en la que se ha convertido la
isla ante la invasión de los japoneses y no lo va a hacer. No va a abandonar a
los chicos heridos que no pueden andar. Se lo debe a sí mismo y quiere
despejar, de una vez por todas, las dudas que se han cernido sobre él. Quiere
curar. Desea curar. Y si tiene que sacrificarse escondiéndose en la isla o
transportando a todos en medio de un convoy británico, lo hará sin pestañear.
No, no es valiente. Es solo un médico.
Por el valle de las
sombras, el doctor Wassell administra fármacos a sus muchachos incluyendo
alguna dosis de optimismo, de esperanza y, por supuesto, de profesionalidad.
Hace lo imposible para que esos chicos tengan una oportunidad de abandonar la
isla de Java y curarse de sus heridas en casa, pero las retiradas son crueles,
y no faltarán los héroes sin nombre que se quedarán por el camino tratando de
luchar por la supervivencia. La perseverancia del doctor Wassell resulta un
ejemplo en la hora de la derrota porque, incluso en los amargos días, puede
haber alguien que gane. Se nota entre sus pacientes porque comienzan a mirarle
con cariño, con ese aura entrañable que solo emanan los hombres que son
verdaderamente grandes aunque la vida se ha empeñado en hacerlos pequeños.
Quizá, lo que une de forma genuina al doctor Wassell con sus convalecientes
marineros es que él, de alguna manera, también está herido, pero hará lo
imposible por volverse a levantar.
Esta película puede que
sea la mejor y también una de las más desconocidas de Cecil B. de Mille. Lejos
de la espectacularidad que rodeó sus fantasías de proporciones bíblicas, de
Mille articula una película de aventuras basándose en la historia verídica del
doctor Wassell, comandante médico destacado en la isla de Java en el momento de
la ocupación japonesa. Para ello contó con Gary Cooper en un papel en el que,
se podría decir, se halla abrumadora y sorpresivamente cómodo. Más relajado que
de costumbre, el actor nos traspasa eficazmente la humanidad que emana del
personaje, capaz de derramar su sangre con tal de que la de los demás no se
vierta y siempre bordeando la frontera del buen humor en medio del caos bélico
que amenaza a toda la isla. Un gran trabajo de ambos que se convierte en una
odisea envuelta en vendas y cloroformo, trepidante en algunos momentos,
sencilla e íntima en otros pero siempre en el delicado equilibrio de unas
muletas que ayudan a transportar los sueños de un puñado de hombres rebosantes
de valor.
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