Una bicicleta en el
jardín y la desgracia cae. Nunca se sabe por qué. Solo porque un tipo que se ha
evadido de la prisión con dos compinches andaba buscando la casa ideal para
esconderse durante unas horas. Y es que donde hay niños, el cabeza de familia
tiene mucho que perder. Y lo peor de todo es que es un hogar feliz. Los
Hilliard han conseguido crear un sitio donde sus hijos crecen sanos, con la
mirada limpia y el corazón puro. Y eso no lo pueden entender unos facinerosos
que han probado todos y cada uno de los estratos del otro sueño americano. En
el fondo, los Hilliard llevan la vida que ellos han envidiado durante toda su
vida. Por eso, va a ser muy difícil echarlos de allí.
La mirada amarga de
Glen Griffin lo dice todo. Para él nunca ha habido un maravilloso café después
de una opípara cena. Tampoco cariño a su alrededor y, tal vez por eso, piensa
que el mundo no lo guarda en ninguna parte. Sus consejos están teñidos siempre
de un punto de maldad, perfectos para guiar a la inocencia por los caminos de
la rabia. Sí, porque eso es lo que Griffin guarda en su interior. Rabia contra
una sociedad que le ha condenado a llevar una vida de atracos, disparos,
traiciones y cárceles. Rabia contra esos individuos de clase media que se creen
algo porque todos los días van tranquilamente al trabajo y vuelven con un
sueldo suficiente como para comprarse una casa y hacer un regalito a su esposa.
Rabia contra la policía que se ha ensañado con él como si no hubiera cosas más
importantes a las que perseguir. Rabia contra la derrota continua que se
estrella contra él con la fuerza del impacto de una bala. Griffin no conoce
otra cosa, por mucho que su joven hermano trate de atisbar lo que hay al otro
lado del muro. La rabia le mantiene vivo, pero ignora que la rabia también es
un poderoso motivo para la muerte.
Dan Hilliard no es un
valiente. Sencillamente porque no ha ejercido nunca como tal. Toda su
preocupación reside en hacer bien su trabajo y proteger a su familia. Es ese
héroe, con un punto de cansancio, que todos los días realiza la hazaña de
levantarse para que no falte de nada en la nevera y se utilice el sentido
común. Paradójicamente, Dan Hilliard será el rival más temible para Griffin
porque sabe usar la razón como arma y también posee algo que Griffin ignora: la
inteligencia. Su victoria no será una de esas que castigue al maleante a modo
de venganza, no. Solo será una frase, escueta, definitiva: “Salga de mi casa, Griffin”. Ahí es donde Hilliard vence porque no
mancha sus manos, sigue con su ética intacta, no se ha acobardado en ningún
momento aunque haya pasado miedo. Es un hombre. Tiembla y muere de ansiedad.
Pero es un hombre.
Así es como William
Wyler construyó esta historia. Humphrey Bogart y Fredric March se enfrentaron y
saltaron rayos en los ojos de ambos. Fogonazos que clamaban por la arrogancia y
lo despreciable hasta que la astucia de quien sabe esperar los iguala en el
plano de la honestidad, de lo correcto. Y ahí es donde uno de ellos ganará sin
apelación. Más que nada porque todos deseamos que nuestra familia siga viviendo
en un mundo algo más seguro.
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