No deja de ser una
joven postura cómoda encasillar a los padres en unos papeles estereotipados y
aburridos, sin querer investigar demasiado sobre qué es lo que fueron y qué han
llegado a ser. Eso es aún más difícil cuando llega la edad en la que un joven
comienza a tomar decisiones y se deshace del abrazo de sus progenitores para
emprender una vida que todavía no tiene ningún rumbo definido. La mecánica de
unos cuantos coches, alguna chica, el deseo de una vida independiente…y, por supuesto,
unos padres que no entienden nada, que nunca tuvieron esas mismas inquietudes,
que están demasiado lejos para tenerlos alrededor del pensamiento. Quizá haya
que sacudir esa supuesta tranquilidad familiar, instalada en lo confortable,
para sacar de los errores propios de la atrevida juventud.
Puede que ese padre que
conduce con sumo cuidado y extrema la precaución conduzca mejor de lo que hayas
soñado jamás. O que domine varios idiomas, no solo el americano de Texas. O
que, incluso, haya tenido una vida inconcebible yendo de un lado para otro en
Europa, manteniendo romances con damas imposibles y trabajando para el gobierno
como un espía encargado de desmantelar redes del enemigo. No, pero todo eso no
puede ser. Papá es un amedrentado hombre de negocios tejano, que tiene su casa
y su dinero a recaudo. De ahí que comprenda tan poco sobre las inquietudes
propias de la juventud. Papá se ha olvidado de cuando era joven. Él nunca ha
pensado como yo. Aunque quizá no sea así.
Así que ahí tenemos a
padre y a hijo, saltando de París a Hamburgo y de ahí a Berlín para salvar lo
que más quieren. Y el camino será de aprendizaje para el chico porque podrá
descubrir lo que es realmente su padre. Y, de repente, el aburrido y gris
hombre de negocios de Tejas, se convierte en un hombre que no pestañea si tiene
que matar a alguien, acostumbrado a vivir entre el peligro, tan lleno de
recursos que llega a ser insultante y absolutamente acostumbrado a moverse por
los ambientes más oscuros del contraespionaje centroeuropeo. Y tiene que hacer
frente a un viejo rival que busca venganza por algo que ocurrió hace mucho,
mucho tiempo. Es lo ideal para que cualquier chico se centre. Entre ráfaga de
ametralladora y persecución en coche, habrá algún que otro momento para sentir
admiración y agarrar con fuerza la certeza de que su padre es otro hombre,
totalmente distinto, totalmente posible, totalmente real. Y lo peor de todo es
que será a través de una serie de situaciones que serían irreales para
cualquier otro.
Arthur Penn dirigió este
producto de encargo con una admirable profesionalidad con Gene Hackman al
frente y dejando que el tiempo pase sobre una película de acción muy propia de
los años ochenta. Aún así, entre su música de sintetizador y su color
anticuado, guarda mucho encanto. Tal vez porque nos recuerda esa pregunta que
siempre quisimos hacer a papá y nunca le llegamos a formular.
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