Mañana no habrá artículo debido a la festividad de la Almudena en Madrid, pero os espero el viernes para echar un partidito de tenis en el estreno de la semana. No faltéis.
Una tormenta tropical
se desata en Panamá. En medio de ella, una patrulla militar que realiza
maniobras con fuego real acaba aniquilada. Solo dos supervivientes. Se llama a
un tipo que fue oficial y que ahora es un agente de la DEA sospechoso de haber
aceptado un soborno. Nada es lo que parece. Y hay que ir a lo básico, a lo más
evidente. ¿Qué es lo que pasó en la jungla de Panamá, casi en la frontera con
Colombia? Era un grupo de élite, entrenado por el sargento más exigente de todo
el ejército. ¿Qué pudo salir mal? ¿Por qué se llama a alguien de fuera para
investigar el incidente? Y la lluvia sigue golpeando las cabezas, llamando a la
razón, intentando encontrar algún hueco que haga que las cosas se cuenten bien.
Es carnaval y la
confusión es lo normal. La droga parece un móvil en todo ello y nadie es lo que
dice ser. El agua parece esconder las verdaderas motivaciones de la mentira, de
la investigación, de la sospecha y de la precipitación. Poli bueno, poli malo,
la chica no es competente, el tipo sí lo es. La pista es infinita y también un
ocho tumbado marca el camino de circunferencias concéntricas que hay que trazar
para llegar al núcleo de una verdad que se escapa y se esconde tras las
cortinas de agua y furia. Esto parece un acertijo encerrado dentro de un
enigma. Y nadie dice la verdad.
John Travolta viste la
camiseta del escepticismo mezclado con la ironía en un papel que le va como
anillo al dedo para desbrozar el misterio que se cierne sobre una unidad que
tiene mucho que ocultar. Connie Nielsen se siente desplazada y humillada, tal
vez porque cree que, siendo mujer, el desprecio es parte integrante de los
mandos del ejército. Samuel L. Jackson no tiene piedad y trata de poner al
límite la capacidad humana para que no se pierda la habilidad del pensamiento.
John McTiernan dirige la última película de calidad antes de caer en el
ostracismo en el que le sumió el escándalo. Todos ellos tienen que juntar las
complicadas piezas de un rompecabezas que parece que ha perdido algunas por el
camino. Y es algo básico tener que reunirlas de nuevo. Tan básico como la
certeza de que las sorpresas no se circunscriben solo a un puesto militar que
trata de hacer negocio con la ocupación sino que hay algo más. Y ahí sí que hay
que olvidarse de lo básico. Tal vez porque el secreto puede llegar a salvar
algunas vidas y hallar a los verdaderos culpables.
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