Un
escritor debe ser un individuo que observe la realidad para escrutar su próximo
movimiento, tratando de adivinar todo el mecanismo de acciones y reacciones de
los personajes que crea basándose en sus propias experiencias humanas bañadas
en imaginación. En el momento en que deja de observar y provoca esa realidad,
comienza a disfrazar su mediocridad, su talento esquivo que huye despavorido y
se limita a ser un cronista, más o menos correcto, de lo que ocurre, sin más
fantasía que la verdad.
Eso no quiere decir que
un escritor no deba ser sincero. De hecho, la sinceridad es una de las
condiciones indispensables para la literatura, pero solo nace del ejercicio de
la observación, de la capacidad de poner elementos de realidad en una narración
inventada. Si no es así, sus letras estarán vacías de empuje, de creatividad y
de atractivo porque, en el fondo, aunque las vidas ajenas sean atrayentes, no
dejan de ser cotilleos que pueden ser adornados con pedantería e impostura. Es
una actividad difícil, no apta para todo el mundo, porque no se llega a ser
escritor por el simple hecho de juntar un verbo con un sustantivo. Hay que ir
un poco más allá.
Todo esto puede derivar
en una obsesión insana por crear historias. Si el escritor interviene en esa
realidad para que vaya en la dirección que él desea, se convierte en un
manipulador bastante estúpido, que terminará siendo engañado por sus propios
sueños de grandeza, por el falso halago y por el engreimiento del calificativo.
La ficción tiene que superar a la realidad, por mucho que nos guste decir lo
contrario. Y contar historias es uno de los mejores inventos que han pasado
nunca por la mente del hombre.
Javier Gutiérrez ofrece
un recital interpretativo en la piel de ese aspirante a escritor que no sabe
escribir y Manuel Martín Cuenca dirige con sobriedad una historia que camina
peligrosamente por el filo de lo grotesco. Aún así, el resultado no llega a la
excelencia porque hay algunas ingenuidades, algún que otro estancamiento y una
cierta indecisión que convierte la tragicomedia en melodrama. Podríamos estar
ante una radiografía sobre las obsesiones enfermizas, agobiantes y
sorprendentes y, sin embargo, nos hallamos ante un cuento de sombras que relata
la toma de conciencia de un sociópata con infulas. Un poco pasado de vueltas
para un público que es tan entrometido como una portera.
No es fácil buscar el
esquivo talento entre tantos intereses creados y ante un mercado que hace
prostituirse al creador hasta límites impensables. La crítica está ahí y es
incisiva y despreciativa. La blancura de la pantalla del ordenador desafía a
cada línea y las palabras se escurren entre las estrechas paredes de la
elección razonable. La envidia es un escalón más en un edificio en el que el
ascensor siempre tarda demasiado y la misma vida, ingrata, implacable y
grosera, se empeña en ahogar cualquier intento para narrar y construir tramas,
argumentos, giros y metáforas. Tal vez, el simple hecho de ponerse delante de
un teclado para arrancar unas cuantas palabras a la mediocridad ya sea algo
digno de elogio. El veredicto, como siempre, lo tiene el público y no el autor.
Pero esa es una incógnita que jamás se resolverá por parte de quien escribe.
5 comentarios:
https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/926763/570753.html
Bien, varias cosas tengo que decir al post al que me remites. Por ejemplo: Apuntas que un autor tiene que vencer la tentación de sentirse un Dios más allá de los dominios del folio en blanco o de la pantalla de su ordenador. Y concluyes diciendo que, si no lo hace, deberá atenerse a las consecuencias.
Estoy de acuerdo con la afirmación pero no aplicándola demasiado a la película. Entre otras cosas porque el tipo en cuestión, no es que traspase los dominios del folio en blanco por y para sentirse un Dios, sino porque su mediocridad no le permite otra cosa. Esto lo tenemos todos los días en muchísimos escritores que traspasan esos límites del folio en blanco con una sobrecarga de arrogancia extrema (que no es el caso de la película porque el individuo, en sí, es bastante rarito) y se hacen realmente irritantes en cuanto abren la boca creyendo que son el ombligo del mundo. De hecho, el ejemplo que el profesor le pone sobre Hemingway tiene algo de eso. No porque el bueno de Ernest se creyera un Dios, sino que compuso todo un postureo digno de un libro entero, como personaje que se creía más allá de los abismos del folio en blanco.
¿Crees que la motivación del personaje es darle un regalo al lector? No, no. El egoísmo influye en él más que cualquier otra cosa. Por eso hace lo que hace y se comporta como se comporta. La autoestima personal es mucho más importante en estos días que el arte de la creación. Y ejemplos los tenemos en cuanto pisamos la calle o cualquier red social. El tipo quiere escribir para demostrar "su altura intelectual" cosa que también hemos padecido en nuestras propias carnes a través de otros tipos que también tienen blogs y cosas así. Solo cuando retuerce la realidad y manipula a los demás es cuando se siente realmente poderoso, superior, y además, de la peor clase, porque la imagen que ofrece es la de un tío que quiere hacer algo por los demás.
En lo que sí estoy de acuerdo es que su desnudo no es sincero, es un escaparate de su propia mediocridad. Es incapaz de imaginar, así que manipula la realidad (que ya de por sí implica imaginación pero no es capaz de verlo) para volcarlo en un papel en búsqueda de la verdad.
El tema es que más que un drama, más o menos, cortante, yo esperaba una película más obsesiva, más laberíntica, menos plana y menos evidente. Cierto es que al principio no se decide si ser farsa o drama (el personaje de María León ayuda bastante a ello) pero es que, en ocasiones, se encamina hacia lo grotesco y eso hiere muchísimo la trama. Y lo peor de todo, es que no es en absoluto necesario porque lo que quiere potenciar con eso es que el fulano tiene miles de historias alrededor y no ve ninguna.
Y, desde luego, tengo que estar de acuerdo con la interpretación tanto de Javier Gutiérrez como de Antonio de la Torre (me dio un hambre cuando se está comiendo el pedazo de chuletón que se está apretando entre pecho y espalda que no te puedes ni imaginar). Esos actores sí que engrandecen el cine español
Abrazos inspirados.
Bueno, pues os leo y con sus "peros" (algo que ya imaginaba) resulta de lo más apetecible ir a ver esta película que un avezado apostador recomendó un viernes de estos.
Hay parte de lo que contáis que me parece encontrar también en otra película que trata sobre el escritor como vampiro de la realidad, la muy muy estimable "En tercera persona". quizá allí era menos comedia y el escritor que interpretaba Liam Neeson era mucho más consciente de su falta de escrúpulos también porque resultaba mucho más talentoso que aquí, que por lo oído y leído Gutierrez es en realidad un escritor muy mediocre.
En todo caso, a los que nos gusta escribir creo que podemos en cierta manera reflejados. Yo siempre pienso que tal vez seria capaz de contar bien una historia si alguna vez se me ocurriera una historia que mereciera ser contada, pero lo cierto es que jamás se me ocurre una historia completa, todo lo más alguna anécdota que no me lleva a ningún sitio y en la que la ilusión de alargarla se apaga en cuanto me pide que avance. Falta de imaginación, de vivencias interesantes, de necesidad de contar algo y desconocimiento de tener claro qué y sobre todo porqué.
Así que reconocidos los vicios de Guitierrez que comentáis, me parece que puede ser entretenido y muy aleccionador, al menos para saber qué errores no cometer, aunque sea en tono de comedia amarga.
Abrazos ficticios
A ver, Cesar, que creo que me he expresado mal. Cuando hablo de que el escritor debe evitar la tentación de sentirse un Dios y de que desnuda para entregárselo todo al lector no me estoy refiriendo al personaje de esta película por supuesto sino que estoy hablando en general de lo que debería entenderse por un buen escritor. No aplico lo que digo a la película sino a la figura del autor dentro del proceso creativo y su relación con el lector. Evidentemente, eso no quita para que haya escritores que se sientan luego semidioses y el ombligo del mundo pero allá ellos.
Pues, fíjate, Carpet que yo me acordé mucho de "Barton Fink" durante la proyección. Quizá por mera asociación de ideas porque el personaje de Turturro se deja de querer más que el de Gutiérrez y es menos malévolo y perverso. Hubiese sido una buena fuente de inspiración sino fuera porque la novela de Cercas se escribió cuatro años antes a aparecer el film de los Coen.
Abrazos echándole huevos
Sí, Carpet. Ahí das con uno de los quids de la película. Dices que tu falta de capacidad (que yo no lo creo, que seguramente será falta de tiempo, de paz, de tranquilidad, de escribir pensando y sin agobios) es por falta de imaginación, de vivencias interesantes, de necesidad de contar algo y desconocimiento de tener claro qué y por qué. Ahí, en todo lo que estás describiendo, es donde se halla el escritor. El escritor tiene que observar pero, en ningún momento, tiene que intervenir en la realidad. Su obligación es inventarse una realidad paralela en la que puede intervenir en todo lo que le venga en gana pero no en la realidad, en la vida real. Más que nada porque pasa de ser un escritor a ser un manipulador...y eso puede llevar lamentablemente a la manipulación más abyecta. Para dar forma a algo sobre lo que escribir no hay que jugar con la vida de los demás. Para mí eso haría que dejara tener sentido escribir.
En cualquier caso, el tono en esta película no es exactamente el de una comedia. Mucho más útil me parece "En tercera persona", donde, efectivamente, el escritor crea una realidad paralela en base a las cosas y personas que ve, lo cual es perfectamente lícito y muchísimo más útil. Aquí ya digo que las cosas se deslizan un poco hacia lo grotesco y hacia el drama oscuro (que no enfermizo).
Dex, vale, será error mío, pero es que está en el mismo párrafo sobre las motivaciones que descifras sobre el protagonista. Tienes toda la razón. Ahora bien...también la tengo yo. Muchas veces, y he conocido a varios, el escritor es alguien que tiene algo que contar y ruega ser "escuchado". Pero muchas, muchas otras, el escritor es un individuo que busca ser halagado, reconocido, piropeado, encumbrado y demás. Lo de contar historias se le pasa con el continuo bombardeo de palabras elogiosas hacia su estilo, su inteligencia, su profundidad o su autenticidad (si lo aplicamos a este caso en concreto). Busca salvarse de los complejitos de inferioridad que acosan al hombre medio y, en este caso, algo de eso hay también.
Claro, tienes mucha razón al citar "Barton Fink" porque ahí está la falta de inspiración obsesiva y enfermiza. En principio, y lo digo sin acritud, me parece la obra definitiva sobre la falta de inspiración. Entre otras cosas porque el escritor de la película (Turturro) no es un mediocre. Es un tipo que no sabe ver la cantidad de historias que ocurren a su alrededor, a cada cual más delirante, y que no sabe salir de la espiral de obcecación en la que se ha metido de una forma más bien indolente. Aquí, no es el caso. El personaje de Gutiérrez no encuentra su inspiración sencillamente porque no vale, aunque él quiere valer. De hecho, al final escribe mucho pero...¿se nos muestra algo de lo que ha escrito o se limita a hacer como Jack Nicholson -otro tipo mediocre en busca de una inspiración que no llega y que consigue concluir que, en verdad, es un auténtico mediocre- y poner de forma ilimitada "mucho trabajo y poco juego hacen de Jack un aburrido"?
Abrazos al desnudo.
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