martes, 13 de marzo de 2018

BREVE ENCUENTRO (1945), de David Lean

Hay vías que se juntan con otras para, luego, separarse. Hay vidas que se juntan con otras para, luego, separarse. Quizá desde el primer momento saben que no van a llegar a ninguna parte, que no hay ninguna estación término. Pero deciden vivir el momento porque es muy posible que no se vuelva a repetir. El amor está ahí, instalándose silencioso, como un visitante sin invitación, como un añadido a la rutina. Y las estaciones de tren se asemejan a la mejor entrada para probar lo que es la auténtica pasión. Puede que breve, puede que insignificante, pero absolutamente necesaria.
Y es que se trata de aprovechar al máximo los momentos que se pueden pasar juntos. No importa si esos momentos transcurren inocentemente, en un café cualquiera, tomando algo y dejando que la conversación sea el instrumento de conquista. Tampoco importa si pasan desnudos en alguna habitación prestada por un amigo discreto. Lo verdaderamente importante es que ese tiempo, único, irrepetible, pleno, se ha pasado con esa otra persona que apareció inesperadamente y se ha convertido en la única razón por la que seguir. Y no es que tengan una vida horrible y busquen la consabida vía de escape. Es que, sencillamente, el amor les ha tocado con sus mágicas alas y ha transformado sus vidas por completo. Tanto es así que, cuando deciden no volver a verse, se sienten privilegiados porque han probado el amor de verdad, el que muy pocas personas llegan a probar en su existencia. Y, para siempre y desde siempre, cada vez que vean una estación les dará un vuelco en el interior, recordando al único hombre o a la única mujer que les hizo realmente vivir.
A partir de esta película, todas las historias de amor han sido breves encuentros. Con sus variaciones, sus peculiaridades y sus múltiples ambientes, el amor en el cine ha sido una repetición de este retrato apasionado de algo que debería ser normal y que, también, deberían probar todos los seres humanos. Se trata del amor más arrebatado, del que se tiene plena certeza que no se va a volver a repetir, del que perdura a través de los años sin importar la presencia del otro. Esos dos personajes interpretados por Trevor Howard y Celia Johnson jamás volverán a verse y, sin embargo, por algún arte desconocido, se volverán a ver todos los días.

Todos los días son breves encuentros. Todas las horas son el recordatorio de que nada es casual y que la realidad, a veces, también brinda oportunidades que no se deben dejar pasar. Todos los minutos son demasiado breves como para agarrar con fuerza los momentos de plenitud que plantea el amor. Todos los segundos son los que se convierten en eternidad cuando tus ojos ya no están delante. Breve encuentro. Breve. Encuentro.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hola,
Un filme maravilloso del gran maestro inglés, Cesar. Se le suele recordar sobre todo por sus grandes producciones norteamericanas, pero su etapa inglesa es deliciosa. De los más grandes.
Saludos.

César Bardés dijo...

Sí, era uno de los más grandes. De su etapa inglesa me quedo con esta historia, sobre todo por ese barniz tan triste que tiene. De su etapa de superproducciones, yo soy tanto de "El puente sobre el río Kwai" como de "Lawrence de Arabia".
Saludos.

calle dijo...

Quizá "Antes del amanecer" suponga algo parecido. La despedida para subir al tren, separándose, tiene esa intensidad. Quiero pensar que yo no me hubiera ido.

Anónimo dijo...

Hermoso film Mucho mejor que la torpe remake de Meryl Streep

César Bardés dijo...

Partiendo de la base de que yo creo que todas las películas de amor desde "Breve encuentro" son "Breve encuentro", no creo yo que el remake de MEryl Streep y Robert de Niro sea tan torpe, aunque, indudablemente, es peor. En cualquier caso, gracias por tu comentario.