Agarremos la idea de Ojos, de Irvin Kershner, y convirtamos
la demasiada obvia metáfora de la fotógrafa que está psíquicamente conectada
con un psicópata por la más pedestre de una ama de casa, mujer de un piloto,
que cuida de su familia y de su hogar. Quizá se convierta en algo más cercano,
más alejado del glamour habitual y
más propio de fogón de cocina que de portada de revista. Todo eso, al ser más
corriente, puede que tenga una gran virtud y es que el miedo se antoje mucho
más efectivo. Es verdad que lo que realmente merece la pena en esta película es
la maravillosa interpretación de Annette Bening y que, tal vez, el psicópata
encarnado por Robert Downey tuviese que haber sido mejor trabajado. Sin
embargo, la película fue masacrada por la crítica y por el público y no está
nada mal. Tiene momentos realmente interesantes, casi siempre de la mano de
ella, con una intrincada trama psicológica que, en algunos instantes, llega a
ser realmente inquietante. Es como si, en esta ocasión, los pelos no se ponen
como escarpias, pero sí que parece que se levantan con pereza.
Viniendo de la
dirección de Neil Jordan, no cabe duda de que, en cualquier caso, estaremos
ante una película extraña, muy poco usual, narrada sin convencionalismos y con
algún que otro despiste buscando la genialidad. También es cierto que busca un
terror adulto, más dirigido al público maduro que al juvenil y eso lastró sus
posibilidades comerciales y puede que su último acto sea ligeramente más débil
que el resto, pero aún así, fue una película que mereció mejor suerte. Casi se
podría decir, en aras de la osadía y el desafío, que es uno de los mejores
títulos de Jordan, por encima de sus sobrevalorados En compañía de lobos y Juego
de lágrimas y casi al mismo nivel que su excelente El buen ladrón.
Así que no cierren los ojos o verán lo que no están preparados para asimilar. Las pesadillas pueden ser visiones de un asesino y, lamentablemente, también han estado muy cerca del corazón. Es hora de detenerle a pesar de que nadie cree en esa pobre ama de casa que lucha con denuedo para que nadie sufra lo que ha le ha pasado a su propia hija. La vida puede colocarse boca abajo cuando se tiene la certeza de que se acompañan las sensaciones de un tipo que, en realidad, siente muy poco. Aún así, el miedo está ahí porque ver lo que ve otro no deja de ser un ejercicio muy peligroso para asomarse al abismo. El rojo, como le ocurría a cierta ladrona de hace unos cuantos años, también es un color prohibido porque sólo trae angustia y tensión. Habrá que vigilar las manzanas, los vestidos y la visión de la sangre. El rojo es el mismo miedo. Y el suspense será algo que haya que digerir poco a poco, como si fuera la visión de una muerte. Terrible, impactante. Al fin y al cabo, en muchas ocasiones, en nuestra vida diaria, si quieres salvar lo que más quieres tienes que internarte en los rincones del mismo infierno. Uno de ellos puede ser la mente del asesino.
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