martes, 4 de julio de 2023

AGENTE CONFIDENCIAL (1945), de Herman Shumlin

 

Un agente secreto de la República española debe viajar a Londres para acaparar un suministro de carbón que, con toda seguridad, proporcionaría una clara ventaja logística a los fascistas. Por el camino, deberá enfrentarse a su némesis y convencer a todos que está en el lado correcto. Él no habla sobre el comunismo o sobre la lucha de clases. Él sólo habla de la libertad. Entre otras cosas porque tiene la certeza de que España está siendo un campo de pruebas para Alemania e Italia y lo grande, lo verdaderamente peligroso, vendrá después. Desde el momento en que está a bordo de un barco en el Canal de la Mancha se intentará pararle y no podrá confiar en nadie porque, evidentemente, los amigos no lo son tanto y los enemigos crecen en Gran Bretaña, que no ve con tan malos ojos el triunfo de los rebeldes. En eso, los ingleses siempre han sido unos maestros. Contemporizan con todos hasta que llaman a su puerta. A partir de ese momento, toman partido y no dudan en echar la culpa a los demás. Luis Denard, que así se llama este agente confidencial, se encontrará con una mujer de redaños, una de esas que no se detiene ante nada y que le apoyará contra todo y contra todos. Y preferirá irse a combatir al país de Denard antes que quedarse en esa isla llena de intereses creados, de negocios con la desgracia y de ventajas sobre los perdedores.

El camino no es fácil. Denard no tiene mucha capacidad para ejercer como espía. No tiene un transporte concertado, no posee muchos amigos en Londres. Sólo una pensión donde dormir y mucho valor del que tirar. En callejones y caminos polvorientos, recibirá una paliza tras otra. Y su victoria no será llegar a un trato. Será mantener su integridad contra viento y marea.

Charles Boyer se encontró con Lauren Bacall en esta película que no se estrenó en España hasta 1987. Rodada en 1945, seis años después de la derrota de la República, llama la atención por ese retrato del artista reciclado en espía nacido bajo la pluma de Graham Greene que no dudó en asegurar que “esta es la mejor película que se ha hecho basada en uno de mis relatos realizada por un director americano”. Ése no era otro que Herman Shumlin, un reputado director teatral que ya había obtenido un gran éxito con una historia que también llamaba contra el fascismo en la estupenda Vigilancia en el Rhin, que significó el Oscar al mejor actor para Paul Lukas. Es cierto que la película parece avanzar a tirones, con secuencias trepidantes, propias de un cine ágil y entretenido, mientras que, en otras, se enzarza en larguísimos diálogos sobre la libertad y sobre los hombres que hacen grandes negocios con la guerra. El resultado, aún así, es una película valiosa, jalonada de traiciones, de dobles juegos, de triples bandas y cuádruples huidas. Incluso alguna que otra sorpresa inteligente hace que, en el fondo, sea un viaje de victoria y de honestidad frente a lo que, en otras circunstancias, sería una derrota con todas sus consecuencias. No pierdan las credenciales. Es una buena película.

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