No
deja de ser sorprendente que Kevin Costner haya empeñado gran parte de su
patrimonio personal para emprender una serie de cuatro películas sobre diversas
historias paralelas en el marco de la conquista del Oeste. Sin grandes
estrellas en el reparto, aunque con algunos rostros bastante conocidos,
Costner, como director, se revela como un maestro en la iniciación de las
diferentes tramas que van jalonando esta película. Por supuesto, al ser sólo el
primer capítulo, prácticamente no cierra ninguna y da la impresión de ser
episodio piloto de una serie televisiva de lujo porque no deja de ser un
planteamiento continuo que aún no ha llegado a un nudo que promete.
Sin lugar a ninguna
duda, hay de todo en esta especie de novela-río que ha comenzado Costner.
Tenemos matanzas por el asedio de indios, la presentación de un personaje que
hace lo correcto, lo éticamente impecable y se convierte en un fuera de la ley,
el trauma de un niño que ha perdido a toda su familia en un ataque de los
pieles rojas, la renuncia a un padre por parte de un guerrero que comienza su
propia batalla, el nuevo principio para una viuda y su hija, la cómoda
pasividad de unos colonos que parece que están más interesados en el dibujo que
en colaborar en los múltiples problemas de una caravana, la venganza de unos
individuos que han visto cómo una mujer maltratada y hundida ha estado a punto
de matar al cabeza de familia, la timidez de un oficial del ejército que, ante
todo, es un caballero…Todo ello conforma un mosaico de pasiones, muertes y
renacimientos que ofrecen un retrato de la dureza de aquellos días por ambos
lados, con cazadores de cabelleras, con el fuego siempre a punto en el cañón de
sus rifles, la escasa puntería, las lluvias torrenciales, la sequedad casi
satánica. Sin embargo, para el espectador impaciente, todo se reduce a un
inicio que no se cierra y que se reduce a unos cuantos disparos en lo que
podría ser la primera entrega de un libro de seiscientas páginas con muchísimos
personajes y que Costner ha aplazado su destino para que las cuatro películas
que pretende hacer mantenga todo su interés.
Hay que destacar por
derecho propio la banda sonora de John Dabney, probablemente, el mejor trabajo
de su carrera. Aún así, hay quien se puede sentir decepcionado ante la huida de
la composición visual, reducida a unos pocos planos, que emprende Costner, como
no queriendo lucirse tras las cámaras. Su interpretación, tranquila, comedida y
experimentada, se erige en la mejor junto con la de Sienna Miller y la de ese
sargento bonachón y eficiente que interpreta Michael Rooker. Costner, además,
se detiene con parsimonia en algunos pasajes, lo cual exaspera al inquieto
público que espera la siguiente detonación con verdadera ansia. Y es que el
fuego no es suficiente como para llenar las ganas de que haya acción en un
entorno de suciedad, de almas corruptas, de pocas personas que retengan bondad
en sus corazones. No es John Ford, no es Anthony Mann, no es Clint Eastwood.
Tal vez sea algo parecido a La conquista
del Oeste, con menos intérpretes de primera línea, menos épica y más
disparos impactantes para dejar evidente lo que cuesta deshacerse de la vida de
un ser humano en un tiroteo.
Así que hay que esperar. La intuición de viejo espectador hace que crea que esto es sólo el principio de una obra que se puede antojar monumental, aunque tenga un par de cortes, sin ser fundamentales, que se han quedado en el suelo de la sala de montaje. El riesgo que ha asumido Costner ya es una virtud que muy pocos cineastas están dispuestos a asumir. Lo cierto es que nos ha colocado en la cima de unas cuantas colinas ardientes y heladas y ahora sólo queda aguardar a que no todo se quede en un par de cabalgadas espectaculares, un duelo chapucero y un buen puñado de sentimientos amontonados sin orden ni demasiado concierto.
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