Enseñar a un
sinvergüenza es una tarea harto complicada cuando el interfecto es un tipo con
menos clase que una cucaracha en un plato. Es casi imposible enseñarle modales
elegantes, gustos refinados y sonrisas encantadoras cuando es un individuo que
no sabe más que meter mano en las carteras ajenas de forma bastante burda. Y
los engaños necesitan su tiempo, su maduración, como un buen vino de añada
notable. Hay que servir, fijarse en los contornos del líquido, olerlo con
parsimonia, saborear y emitir un veredicto. Y ese repentino competidor que le
ha salido al inglés elegante sabe menos de vinos que de tipos de hierba
cultivable.
Así que, de momento,
una alianza. Lamentablemente, el papel que se le asigna, dado que es un negado
en las artes seductoras, es el de pariente discapacitado. Y no está muy de
acuerdo. Él también quiere disfrutar de las ventajas que ofrece un lugar tan
cosmopolita como Beaumont-sur-mer y codearse con grandes fortunas para urdir un
buen timo, uno de esos que te puede retirar durante un buen tiempo. Y la
oportunidad parece surgir cuando la heredera del imperio Colgate aparece por la
Costa Azul.
De repente, la alianza
se resquebraja y los dos timadores deben competir. E, incluso, en la más
desternillante de las pruebas, hay que comprobar si ese militar inválido aún
guarda algo de sensibilidad en sus inútiles piernas. Lágrimas van a salir de
ahí. Y, desde luego, algún que otro gusto se va a dar el prestigioso doctor
alemán de vacaciones. Poco a poco, la arena de la playa se vuelve más oscura y
todo comienza a ser truco tras truco tras truco tras truco….y ya paro que se
trunca el artículo.
Divertida, elegante,
con clase y con una puesta en escena muy agradable, Frank Oz dirigió a Michael
Caine y a Steve Martin en esta puesta al día de Dos seductores, que en los sesenta interpretaron David Niven y
Marlon Brando bajo la dirección de Ralph Nelson, prácticamente con la misma
premisa, pero acentuando el aspecto cómico de dos tipos que, en el fondo, son
seres solitarios que quieren convencerse a sí mismos que viven mejor que nadie.
Las risas se aseguran con varias secuencias memorables, aunque una en
particular es descacharrante, y los intérpretes ofrecen una lección de
oportunidad y tiempo en un registro particularmente cómico y descarado.
Así que no olviden
pedir el mejor champagne, asegurarse la propiedad de un coche que atraiga todas
las miradas y vestir con cierto estilo. En Beaumont-sur-mer se dan cita muchos
millonarios y millonarias dispuestos a donar su dinero a buenas obras. Sólo hay
que mostrárselas con claridad diáfana y poner la mano para que su corazón no se
vaya más que con la alegría de haber colaborado en una buena obra. ¿Quién lo
iba a decir cuando empezaron sus vacaciones en ese paraíso de luz y agua que es
el sur de Francia? El ocio dio paso a la caridad y a las acciones de
conciencia. Es perfecto. No obstante, tengan cuidado. Si se les presenta
alguien deseando hablar con ustedes o forzando un encuentro casual, desconfíen.
Seguro que es alguien que se presenta como un australiano que está metido en el
negocio del petróleo y sus intenciones son mucho más oscuras que su producto.
No como esta película que, en realidad, es pura luz de buen humor.
2 comentarios:
Hay una versión anterior a la de Brandon y Niven, pero no recuerdo los actores. ¿La conoces?
Pues no me consta. Sé que hay una versión posterior en clave femenina, con Anne Hathaway y REbel Wilson,pero no recuerdo ninguna versión anterior a la de Niven y Brando. Intentaré buscarla.
Gracias y un saludo.
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