miércoles, 10 de julio de 2024

PÁNICO EN EL ESTADIO (1976), de Larry Peerce

 

Un lugar lleno de gente. Ideal para descargar una supuesta ira que no se sabe de dónde procede aunque tampoco hace mucha falta. Sólo importa el daño que va a proporcionar en el momento en que el tirador quiera. Alguien sin nombre ni rostro, armado con un rifle con mira telescópica y su propia habilidad se coloca encima del marcador del Coliseo de Los Ángeles en la final de la Super Bowl. Disparará cuando se harte. Sin embargo, un elemento hace que se le descubra antes de lo esperado. El dirigible de televisión atisba una figura en lo alto de ese marcador. Tranquilamente sentado, con un rifle en posición de espera. Hay que activar todos los mecanismos de seguridad. Entre otras cosas, que el Presidente no entre en el estadio.

Mientras tanto, en esa olla a presión se juegan muchas cosas para las personas anónimas que pueblan sus gradas. Ahí está el carterista, el tipo que no quiere comprometerse con la mujer con la que vive, el individuo que está amenazado de muerte si no salda sus deudas, el sacerdote que vibra con el partido, la pareja que se conoce a pesar de la presencia de un molesto tercero, la familia con niños y el padre en paro que se avergüenza…Muchos partidos que se dirimen más allá del hectómetro de hierba. Todos ellos vivirán una experiencia que nunca olvidarán. Y no es precisamente la asistencia a un partido de fútbol americano.

Por último, las fuerzas de orden. Se ha llamado a la unidad de intervención SWAT y hay que apostarse en lugares altos para tener al potencial asesino a tiro. Y registrar a cualquier sospechoso de ser cómplice. Puede que el fulano no actúe solo. En cualquier caso, la discreción debe ser máxima y siempre está el arma de la televisión. El dirigible puede transmitir todos los movimientos del francotirador…a no ser que se pierda la señal. El día será de lucha, mucho más allá que ese espectáculo de modernos gladiadores. Y habrá algunos que pierdan todo. Incluso la vida.

Con algún que otro agujero en la disposición de elementos dentro de la trama, Pánico en el estadio es una de esas películas que son ideales para visitar el cine más comercial que se hizo en los años setenta. Con un reparto de primerísima línea con un Charlton Heston que parece algo más afectado de lo habitual, un implacable John Cassavettes y una serie de actores de reparto muy eficaces y maravillosos como Jack Klugman, Walter Pidgeon, Beau Bridges, David Janssen y la extraordinaria Gena Rowlands, se articula una historia de tensión, más que de acción, dentro de un recinto que, sin duda, se convierte en una planta para ratones antes que en un campo de juego. Con inspiración clara en El héroe anda suelto, de Peter Bogdanovich, también se sabe que la suerte puede planear encima de un estadio aunque sea en lo último en lo que pensemos más allá de la suerte deportiva. Mucho cuidado. El individuo apunta rápido y dispara al azar…o no…al fin y al cabo, tiene todo el partido para elegir sus víctimas. Y ahí, en su mirilla, las iguala a todas.

2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Llámalo casualidad, pero recientes acontecimientos han coincidido para hacer este post más actual que nunca. Espero que el FBI no rastree esta pista.

Es cierto que esta película es muy setentera, muy al hilo de las películas de catástrofes con tramas paralelas que confluyen en un momento de tensión común del que ninguno puede abstraerse y con finales distintos que resuelven sus propios dramas.

Sin embargo, creo que el verdadero problema es que abusa de la tensión durante una gran parte de la cinta, con ese francotirador que amenaza mucho pero tarda en actuar, y llega un momento en que necesitas que el film deje de amagar y se desencadene el tiroteo.

Lo peor es lo tremendamente real que percibimos ahora (no sólo desde el sábado) el peligro que entonces, desde España, se antojaba algo un poco fantasioso (y seguro que en aquella época tampoco lo era tanto). En su momento vimos esta película como veíamos un terremoto, un gran incendio, un volcán en erupción, una montaña rusa saboteada o un terrorista extorsionador que ponía bombas imposibles de desactivar. Los 70 eran una máquina de crear peligros verosímiles pero poco probables, según nuestra percepción de entonces.

Y ahora resulta que eran proféticos cual Nostradamus del celuloide. Terremotos, tsunamis, volcanes, centrales nucleares que se convierten en una amenaza real, incendios que destruyen edificios y a los que los ocupan, catástrofes aéreas, actos terroristas impensables...

No sé si algún día veremos parques de atracciones con dinosaurios reales, bestias marinas devora hombres, muertos vivientes con apetito voraz o cucarachas de otros planetas invadiendo nuestra galaxia...Yo ya no niego nada.

En todo caso, es una película entretenida que tenía además un sentido de mover a una pequeña reflexión sobre el acceso a las armas de fuego. En parte es ahora curioso saber que aquel Heston que se enfrentaba a un peligro por la facilidad de cualquier loco de acceder a armas muy precisas, haya sido posteriormente el presidente honorifico del Club del Rifle que aboga por el libre acceso a dichas armas.

Abrazos mirando hacia atrás con mirilla telescópica

César Bardés dijo...

En una decisión sin precedentes, cuando esta película fue vendida para televisión (creo que fue en 1978), decidieron que era demasiado "realista" la posibilidad de que el francotirador se pusiera a disparar indiscriminadamente y contrataron a unos cuantos actores para realizar unas escenas que desbarataban lo del loco solitario y lo convertían en una maniobra de distracción para tener ocupada a la policía mientras el auténtico crimen se perpetraba al otro lado de la ciudad en un atraco de furgón y zapatazo. Incluso el propio Charlton Heston tuvo que rodar tres escenas más.
Ahora, como bien dices, resulta que hay acontecimientos que ponen esta película de rabiosa actualidad. Y sigue esa amenaza que ya el cine ha advertido en demasiadas ocasiones, acerca del peligro de la venta libre de armas en la ciudadanía. Yo sé, tengo la certeza, de que, si eso ocurriera en España, todos nos veríamos obligados a comprar un arma para tenerla, al menos, en casa y estaríamos muy cerca de la catástrofe social.
En cuanto al realismo,yo creo que va por épocas. Antes, prácticamente, no podías ver una película en la que no hubiera algún desnuda. Ahora son contadísimas las películas que incluyen uno.
Coincido con tu valoración de película entretenida, con actores muy valiosos en su interior (tanto Gena Rowlands como Martin Balsam como el propio John Cassavettes creo que no son actores de saldo. Y no digamos si ya hablamos de la breve intervención de Walter Pidgeon). Yo juro, por otro lado, que la coincidencia de lo que pasó el domingo con la publicación en el blog de este artículo es sólo eso, una coincidencia. Espero que los chicos de Hoover sepan apreciarlo.
Quizá, el destino aliado con la Naturaleza, nos esté dando un aviso con cuarenta años de retraso sobre las cosas que nos describió el cine más fantástico de los años setenta y ochenta. Yo tampoco niego nada ya...lo peor no es eso, lo peor es que, poco a poco, va menguando la esperanza.
Abrazos colgado y abatido desde la torre de luces.