Harry Lockhart es un
individuo que, en realidad, asaltaba pisos para llevarse televisores y
ordenadores. Por aquellas cosas de las huidas, acaba en la audición para
interpretar un papel en el cine y resulta que es convincente como si fuera el
mismísimo Marlon Brando de la vieja escuela. Así que Lockhart ya está en
Hollywood. A la espera de una prueba definitiva, comienza a ir a fiestas. Ya
saben, hay que relacionarse un poco. Y allí conoce a un tipo muy particular,
una especie de detective privado gay que, para subrayarlo bien, se llama Gay
Paris. El hecho de estar en Hollywood a principios de los 2000 no es óbice para
que no se arme un lío de los buenos en los que se mezcla una aspirante a actriz
que fue el gran amor de Harry en sus años de juventud, la hermana de la
aspirante a actriz, un cadáver sin bragas, dos fulanos que dicen llamarse Ike y
Mike, un dedo amputado, búsquedas, palizas, lugares en los que no se debía
estar y otros en los que estaría deseando estar. Sí, es una película negra con
su buena dosis de desenfado. Y esto, señores, es muy saludable.
Al frente del reparto
está Robert Downey Jr., que resulta divertido, torpe, listo y desorientado en
la piel de ese chorizo-actor-detective que se asocia con el elegante Val Kilmer
en la piel de ese arreglador de problemas de la comunidad de la farándula y que
debe bucear en los bajos fondos para aclarar un misterio con cadáver,
confusión, difusión e intrusión. Besos por aquí, disparos por allí. Y Harry
Lockhart, ese chico que es de todo menos un héroe, se ve envuelto en una
apasionante trama de suplantaciones y asesinatos que le lleva por piscinas de
lujo y callejones de muerte. Por el camino, aunque parezca mentira, el chico
será capaz de unir todas las piezas del rompecabezas y, al final, contarlo a
una cámara. Bueno, es mejor que ustedes lo vean. Yo no me sé explicar bien.
Mucho cuidado con dejarse atraer por esas chicas imán que, con apenas una mirada, te tienen más atrapado que un coche en un garaje con el mando sin pilas. Te puede llevar por sinuosos caminos de las colinas de Los Ángeles mientras ves el mundo iluminado a tus pies. Puede que Harry no acabe triunfando en Hollywood, pero… ¿saben qué? Después de esta excursión no creo que le interese demasiado y se dedique a husmear en las vidas ajenas. Harry es un vivales, pero tiene corazón de detective privado. Une las piezas con facilidad, pero necesita un libro de instrucciones, eso es todo. Puede que no consiga todo lo que quiere, pero resistencia tiene más que un neumático en una película de Steve McQueen. Y esa es su gran virtud, porque es muy difícil vencerle aún cuando tiene unos cables muy monos conectados a un transformador por un lado y a sus partes más preciadas por el otro. Es el sino de cualquier sabueso que quiera sobrevivir en esta ciudad de corrupción, pecado y dinero. Dinero. Dinero. Quizá por eso aguante a Harry. O, tal vez, sea sólo un loco deseoso de aventuras…
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