miércoles, 12 de febrero de 2025

MUERTO AL LLEGAR (D.O.A.) (1988), de Rocky Morton y Annabel Jankel

Dexter Cornell no lo tiene fácil al llegar a la comisaria. Va a denunciar un asesinato y la víctima es él. Ha tenido sólo veinticuatro horas para investigar quién le envenenó y ha tenido que correr de aquí para allá, con la vista cada vez más nublada y el entendimiento cada vez más turbio, para averiguar quién le ha odiado tanto como para matarlo. Siempre suele ser quien tienes más cerca, profesor Cornell. Sin embargo, todo esto ha sido necesario para que él mismo se dé cuenta de que llevaba cuatro años muerto. Justo desde que ni una letra salió de su mente. Dejó de escribir y se dedicó sola y exclusivamente a la enseñanza. Ahí ha tenido tiempo para tontear con el alcohol, arrinconar a su esposa, olvidarse del proceso de creación y, de una forma un tanto velada, ahogar todo afán de destacar por parte de su alumnado. Shakespeare en primer lugar. Lo demás es todo basura.

Cuando alguien ha vertido un veneno en la bebida, es que tiene suficientes motivos como para odiar a quien la toma. Y, además, sacar una ventaja que es la que realmente busca. Es decir, se hace por algo, pero también porque ese estúpido de Dexter Cornell publicó un par de libros que funcionaron muy bien y luego se le apagó la imaginación y el desborde literario. Es un verdadero bobo que no tiene ni idea de cuánto se le ha dado y, así por las buenas, tiró todo por la ventana sólo porque nada le parecía suficiente. Y la escritura es una vocación adictiva. Nunca se debe dejar de escribir porque las letras se marchan con el primero que pasa. Y ese primero está en la clase de Dexter. Y es el primero también en otras cosas.

Con las convenientes modificaciones haciendo que el protagonista pase de ser un aburrido burócrata a un fascinante literato, Muerto al llegar es una versión modernizada de aquel fantástico clásico del cine negro dirigido por Rudolph Maté titulado Con las horas contadas, que tuvo a Edmond O´Brien como protagonista. Aquí es Dennis Quaid quien asume la carga de la prueba y a su alrededor hay rostros conocidos como los de Daniel Stern o Meg Ryan. El resultado de la dirección de Rocky Morton y Annabel Jankel es de una estética bastante cercana al videoclip imperante a finales de los ochenta, pero contiene ideas visuales muy interesantes como el hecho de ir decolorando toda la fotografía según se va escapando la vida del protagonista hasta llegar al blanco y negro con el que también comienza para irse al flashback después de ese principio impactante en que el denunciante también es la víctima del asesinato. La música, por supuesto, se resiente de la época, pero aún resiste el embate del tiempo con cierto apoyo en un ritmo que se antoja trepidante y que hace que se convierta en un digno remake de la película de Maté, aunque en ningún caso lo llega a superar.

Ténganlo en cuenta. Si deciden echar unas copas porque las cosas van mal, extremen el cuidado. Ahí, al otro lado de la bandeja, puede acechar el enemigo que no conocen y que ha vertido algo extraño en la bebida. No podemos imaginar lo que debe ser que, de repente, sólo te queden veinticuatro horas de vida porque estarás muerto al llegar.

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