miércoles, 30 de abril de 2025

EL CONTABLE 2 (2025), de Gavin O´Connor

 

Debido al puente del día del Trabajo y de la Comunidad de Madrid, despedimos el blog hasta el martes día 6 de mayo. Mientras tanto, no lo olvidéis, ved cine. Es la luz que nunca se apaga.

Si se tienen las habilidades necesarias, es fácil para un autista de alta funcionalidad ejercitar tareas de repetición. No cuesta ningún trabajo seguir uno de esos bailes de discoteca en los que los pasos están preconcebidos y todo el mundo se une. Es todo el rato lo mismo. Paso adelante, paso atrás, patada, vuelta y comienza de nuevo. La atención no siempre es la mejor porque ellos pergeñan su propia prioridad. La resolución de rompecabezas les resulta relativamente sencillo porque su naturaleza intrínseca implica un cierto orden que, posiblemente, es lo que más les gusta de la vida. Y apretar el gatillo haciendo blanco reúne todas las características de los ejemplos anteriores. Sólo hay que mirar y mover el dedo, una y otra vez, blanco, blanco, blanco. Lo demás, no importa.

En esta ocasión, ya no hay tapaderas de contabilidad, sólo la capacidad para seguir las pistas reunidas por un, podríamos decir, viejo amigo que ha sido cazado por váyase usted a saber quién. Hay que recomponer las huellas, pedir la ayuda de alguien externo, dejarse guiar por el centro de control de la residencia para el tratamiento del autismo inteligente y juntar las piezas. El resultado, como no podía ser menos, desemboca en una auténtica red de extorsión de trata de blancas en la que el asesinato y el chantaje son tan viles que tendrá que salir a escena esa ética tan particular que el contable Christian Wolff saca a relucir para encontrar motivos para actuar.

Esta secuela tiene que luchar contra varios factores. El primero de todos ellos es la ausencia del factor sorpresa. Conocemos al protagonista, sabemos de sus carencias y de sus habilidades y hay que ponerlas de nuevo en juego. También se renuncia a esa estructura tan sorprendente de la primera en la que había que juntar todos los fragmentos como si fueran un rompecabezas narrativo que acababa por encajar perfectamente. Aquí sólo hay un deseo de acercamiento hacia ese personaje que ha dejado de torturarse para controlar sus impulsos y que trata de hacer lo correcto por el respeto que tenía a alguien a quien perdonó la vida. Por supuesto, existen momentos muy álgidos de comedia en los que Ben Affleck se esmera por conseguir el efecto de la perplejidad en los diálogos, casi siempre escuetos, de un tipo que tiene un enorme problema en la capacidad de relación. Jon Bernthal adquiere más protagonista como su hermano y digamos que todo tiene un aire más leve, aunque no menos interesante. Es una digna segunda parte (o un digno cuadrado, como se ocupan de subrayar los títulos de crédito) y poniendo un cierto énfasis en los problemas de las mafias de la emigración, que trafican con las personas consiguiendo tantos beneficios como si lo hicieran con drogas de cualquier tipo.

La dirección de Gavin O´Connor, un hombre que ha demostrado tener cierta destreza en películas tan valorables como Cuestión de honor o Espías desde el cielo, es más reposada, algo más tranquila aunque no tiene ningún problema en pisar el acelerador para darle ritmo a la película e, incluso, acudiendo a una elipsis que acaba por ser casi un chiste. La historia es ligeramente más complicada, pero perfectamente asumible por cualquiera y los ciento treinta y dos minutos de metraje se pasan con el entretenimiento por insignia y con ciertas sorpresas que hacen arquear las cejas porque no se espera que haya personajes de tanta importancia que pasen por dificultades de consideración. El resultado final, perdónenme, es bueno. Se sale bien. Con los números en orden y con alguna que otra sospecha de que habrá una tercera parte a no tardar. Ya saben, ustedes llamen al centro de neurociencia y se le enviará una contestación por el medio que menos esperen. En esta ocasión, el mensaje llegará por la vía del buen rato.

martes, 29 de abril de 2025

BÉSAME Y ESFÚMATE (1982), de Robert Mulligan

 

Es difícil olvidar a ese tipo que se casó contigo y que te hizo reír, soñar, bailar y tomar la vida como una eterna fiesta. Sin embargo, él se fue después de un desafortunado accidente y hay que seguir con la vida. Y aquella casa que compartiste con tu primer marido era tan bonita que, de forma un tanto descarada, propones a tu nuevo novio irte a vivir allí, casarte allí y comenzar de nuevo allí. La jugada tiene sus riesgos. Todo está lleno de recuerdos, casi todos agradables, y el chico que quiere casarse contigo, las cosas como son, es majo, pero irremediablemente algo aburrido. Esa era la principal virtud del difunto. Hacía que los días fueran muy diferentes. Por aquello de los espíritus y de los recuerdos que no se borran, resulta que en la nueva casa habita el fantasma del primer marido y, por supuesto, la situación se vuelve bastante incómoda. El difunto se aparece cuando le da la gana, incluso en los momentos menos oportunos, y el pretendiente no oye más que hablar de lo divertido, ocurrente, simpático y risueño que era el anterior marido. Chica, tendrás que tomar una decisión.

Entre tanto ir y venir, se llegan a confundir hasta las dimensiones. El fantasma no puede, digamos, entregarse del todo. Eso solo lo puede hacer el vivo. Pero el vivo es un muerto y es más divertido convivir con el fantasma. No sé si me explico. El caso es que, por allí, unos pasos de claqué, por acá unas pruebas irrefutables de que el amor existe más allá de la muerte. La madre de la chica también anda de aquí para allá preparando la boda. El enigma está en si se puede celebrar una ceremonia con un fantasma como novio. Los espectros tienen estas cosas.

Basada en la novela de Jorge Amado Doña Flor y sus dos maridos, el director Robert Mulligan dirigió esta película sin demasiada convicción, pero con un indudable gusto por lo elegante, por la comedia clásica y por Sally Field, que interpreta a la protagonista. A su lado, Jeff Bridges, en la piel del algo soso, aunque apasionado nuevo marido, y James Caan, que aborreció profundamente hacer la película hasta tal punto que se retiró durante cinco años del cine hasta que volvió a reaparecer a las órdenes de Francis Ford Coppola en Jardines de piedra. El resultado es una historia ligera, bastante deudora de la comedia de enredo, con momentos realmente graciosos y una cierta desgana en algunos pasajes. Aún así, es mejor que cualquier otra versión que se haya hecho de la novela de Jorge Amado. La elegancia es su distinción.

Así que, querido fantasma, más vale que te vayas esfumando. Tus intenciones son buenas, pero debes dejar que el destino se cumpla aunque, de alguna manera, sigas golpeando con tus zapatos de claqué esas escaleras que son tan importantes en toda esta historia. Tu tiempo pasó, tu sonrisa quedó y tu amor es sólo un recuerdo agradable. Como tantos y tantos otros que han desparramado su amor quedando sólo como el suave rastro de la ilusión.

viernes, 25 de abril de 2025

LOS CASOS DEL DEPARTAMENTO Q: SIN LÍMITES (2024), de Ole Christian Madsen

 

Morck está desganado. Rosé está deseando ganar experiencia. Así que… ¿por qué no enviarla a investigar a esa isla danesa en medio de ninguna parte para investigar el extraño suicidio de un antiguo compañero? Al fin y al cabo, hacía años que no se veían y no acabaron demasiado bien. A Morck se le van a ahorrar muchas molestias si no va. Sin embargo, todo se complica porque va a tener que ir. Va a tener que dar algunas patadas a las sillas que hay en medio y, para rematarlo, el jefe de policía de la isla tampoco tiene un buen recuerdo de Morck. Todo se pone cuesta arriba y parece apuntar a una de esas extrañas sectas típicamente nórdicas que lo basan todo en vestirse en pijama y que el líder se pase por la piedra a todas las fieles porque así ellas se ven purificadas y elegidas como receptoras del jugo divino emanado directamente de no se sabe qué. El líder, por supuesto, quiere descendencia. Y lo intenta con todas. También con Rosé.

Morck y Assad no van a permitir que Rosé se quede allí, en esa isla en donde todo recuerda a la paz y la tranquilidad de espíritu. Van a entrar por la fuerza y, cuando se descubre que ahí también hay crímenes execrables, lo harán sin ningún remordimiento. Sólo Morck, que, dentro de su sociopatía, comenzará a sentir que se ha portado mal con Rosé, que no debía de haberla enviado allí, que, tal vez, hay que afrontar el pasado por muy molesto que nos parezca. La paz se convertirá en sangre. Morck al rescate.

Última entrega de los casos del departamento Q que es notablemente superior a la anterior, El efecto Markus. En esta ocasión, parece que Ulrich Thomsen asume con más comodidad el papel del Inspector Morck mientras es sorprendente el atractivo que destila Sofie Torp en su encarnación de Rosé que ya ha ascendido de simple policía administrativa a inspectora con insignia. La saga continua denunciando la terrible degeneración moral y el poco respeto a la vida humana que subyace debajo de una sociedad aparentemente perfecta y resulta muy efectiva en su descripción. Todo lo que está excesivamente ordenado, resulta excesivamente depravado. Quizá porque la perfección no existe y los nórdicos, daneses en este caso, se esfuerzan en parecen inmaculados y perfectos. A destacar que Assad no es el mismo actor que en el anterior episodio y se sale también ganando con el cambio, con Ashfid Ferouzi ocupando el lugar de Zaki Youssef y ambos, sin duda, muy por debajo del original de Fares Fares. En cualquier caso, parece que, después del cambio de reparto, se va remontando poco a poco en calidad e intensidad y que los actores se van haciendo con sus roles con cierta seguridad, algo que no ocurría en El efecto Markus.

Y es que, sin que apenas nos demos cuenta, es necesario hacer un acto terriblemente pasado de rosca para llamar la atención sobre algo que resulta a primera vista ideal. Debajo del verde, de una comida sana, de las sesiones de meditación, de las reuniones de sinceridad y de camaradería, y casi sin excepción, suelen yacer intenciones salidas directamente desde el laboratorio de maldad del infierno. La elección es suya. El engaño, también.

jueves, 24 de abril de 2025

CONFIDENCIAL (BLACKBAG) (2025), de Steven Soderbergh

 

“Mi patria eres tú”, decía John Le Carre en La casa Rusia. Y eso es precisamente lo que piensa este peculiar matrimonio que forman una pareja de espías de alto nivel del MI6 que deben elegir entre la lealtad a su país o a su pareja. Es una decisión difícil porque, cuando la traición es el móvil, ya todo se tambalea. Él es frío. Ella es gélida. Nadie sabe lo que pasa por sus intrincadas mentes. Son dos profesionales sin tacha y van a realizar una serie de movimientos que parecen, cuando menos, sospechosos. A su alrededor, una serie de personajes, compañeros de trabajo, también son candidatos a aparecer como topos infiltrados, dispuestos a vender el más revolucionario sistema de sabotaje tecnológico que se ha inventado y que puede poner en riesgo miles de vidas. La partida ha comenzado. Y el espionaje es sólo un juego.

George es tan calmado que nunca dice una palabra más alta que otra. Llegó a delatar a su padre, hasta ahí llega su lealtad. Y ha caído en sus manos una información explosiva que señala directamente a su esposa como la traidora en la cúpula del espionaje británico. Kathryn es atractiva, aunque siempre tiene una sonrisa cínica que la coloca por encima del pensamiento ajeno. Desempeña su trabajo con una tremenda efectividad. Va y lo hace. Y si debe esconder algo a su marido, lo oculta. No hay ningún problema. Una cosa es el trabajo y otra, la vida conyugal. En el fondo, es la pareja perfecta. Se aman apasionadamente, aunque no lo parezca. Puede que ese sea el único terreno en el que no sean desmesurados témpanos de hielo. Y eso también despierta no pocas envidias en sus compañeros de profesión. La traición está ahí y hay que descubrirla. La inducción es el arma y lo que es, no es. Lo que parece, sin embargo, sí lo es.

El director Steven Soderbergh se sirve de un inteligente guión de David Koepp para adentrarse con decisión dentro de los terrenos de John Le Carré con este juego continuo en el que se trata de destapar al traidor. Y no cabe ninguna duda que Michael Fassbender da el tipo sobradamente, con elegancia, sin una pequeña arruga en sus camisas, con la mirada absolutamente impersonal que se necesita para jugar una partida de póquer en la que la apuesta siempre es más arriesgada de lo que se puede imaginar. A su lado, Cate Blanchett parece que no está tan cómoda, pero pisa muy fuerte en la composición de su personaje, colocándose justo en la media distancia de la falsedad y del atractivo. El resultado es una película en la que se habla mucho y en la que, en sus diálogos, se destila mucha jerga intrascendente para envolver el núcleo de la trama. No es apta para todos los paladares, pero, si se entra en el juego, acaba por ser una tela de araña atrapante, sin apenas fisuras, destapando las miserias de todos los implicados y sin un ápice de énfasis en sus resoluciones, lo cual también puede llevar a la decepción. No obstante, damas y caballeros, hay que hacerse buenos propósitos y dejarse llevar. El mundo de la información secreta siempre tiene algo de atrayente y es muy difícil salir cuando sigues todos los recovecos del rompecabezas.

Así que más vale que se tomen sus ratos de tranquilidad y, si es necesario, también se dejen tratar en la psicoterapia obligatoria. A veces, sale lo peor de cada uno, y es tentador caer en la trampa de que el culpable es el que está más cerca. Revisen las condiciones, utilicen medios generalistas para hacer sus averiguaciones, ofrezcan una suculenta cena a sus amigos, con el correspondiente vino de excelente cosecha. Lo mismo sale a relucir ciertas miserias que completan la información necesaria para que los traidores salgan de sus guaridas. O, tal vez, no sirva absolutamente para nada más que darse cuenta de que su pareja es lo más preciado que poseen.

miércoles, 23 de abril de 2025

88 MINUTOS (2007), de Jon Avnet

 

La vida del profesor Jack Gramm, en el fondo, está muy cerca de ser la ideal. Es un profesional de prestigio, que ejerce como psiquiatra forense para el FBI, que combina con un trabajo muy satisfactorio dando clases magistrales en la universidad, con un salario altísimo y sin ninguna otra responsabilidad. De vez en cuando, va a testificar sobre el estado mental de algún acusado y lo hace con seriedad y valentía. Todo se tuerce el mismo día en el que se va a ejecutar a un individuo al que ayudó a sentenciar a muerte con un testimonio definitivo sobre su evidente psicopatía. De repente, el pasado también va a salir a su encuentro, con el episodio más amargo de su vida. Y alguien, no se sabe quién, le augura que tan sólo le quedan ochenta y ocho minutos antes de morir. Con esa simple amenaza, el profesor Jack Gramm se da cuenta de todo lo que tiene alrededor. Sus alumnos, en principio aplicados y enormemente interesados por sus clases, comienzan a ser bastante insidiosos en sus preguntas y afirmaciones. Su secretaria, eficiente y atenta a sus mil indicaciones, dejó entrar a quien no debió a sus archivos confidenciales. Su adjunta a cátedra, en teoría una mujer inteligente e independiente, confiesa que estuvo locamente enamorada de él y que, además, eso ha molestado bastante a su novio, un hortera de moto y casco que utiliza la violencia en la quinta marcha. Todo se desmorona mientras el tiempo va pasando. Tic-tac, profesor Gramm.

Ni que decir tiene que, en todo el entramado de sentimientos y presentimientos, se trata de acusar al propio profesor de los crímenes del psicópata que, por aquellos resquicios legales que siempre deja el legislador, ha conseguido un aplazamiento de su sentencia. Eso conlleva que el policía que siempre le ha respaldado, comience a tener dudas. Seattle se convierte en un correcalles en el que Gramm debe multiplicarse mientras va descubriendo a cada paso que está más hasta el cuello y que el reloj sigue su marcha inexorable marcando cada uno de los segundos que le restan. Ochenta y ocho minutos de tensión, presión, supresión y distensión.

Con una premisa tremendamente atractiva, parece que el director Jon Avnet no es el más adecuado para llevar a buen puerto esta trama que trata de hacer trepidante y que se convierte en una conferencia irregular sobre la inocencia y la maldad. Al Pacino, como casi siempre, está brillante, dominando la escena desde la elegancia y la amargura que domina su existencia porque no estuvo donde tenía que estar cuando toda su vida se volvió del revés. Un eficaz plantel de secundarias conforma ese mosaico que está compuesto de teselas que se hunden, como trampas de color y belleza. Lelee Sobieski, Deborah Kara Unger y Amy Brenneman ponen textura y premura a los avatares de este profesor que debe correr mucho para demostrar tres o cuatro cosas que él daba por sabidas. Sin embargo, no está bien dirigida la película. Le falta algo más de mordiente y algo menos de distancia. Se pide estar más encima. Se desea ser alguien que acompaña a Gramm en sus idas y venidas para demostrar que los ochenta y ocho minutos que le quedan merecen realmente la pena.

martes, 22 de abril de 2025

AMATEUR (2025), de James Hawes

Uno de los males más comunes en este mundo que vivimos es el menosprecio hacia aquellos que, en principio, no están demasiado dotados para realizar un determinado trabajo o tarea. Mucho cuidado. Es posible que ese mismo al que lanzamos nuestra arrogancia tenga otras muchas habilidades que compensen su falta de tino en esa faena en concreto. Y más aún cuando ese advenedizo se siente espoleado por las terribles circunstancias personales que le han impulsado a tomar decisiones. Éste es el caso de Charlie Heller, un ratón de pantalla, un experto en desencriptación de archivos informáticos que decide convertirse en agente de campo para esa empresa de siglas inequívocas que es la CIA.

Charlie sabe mucho de ordenadores. Hace algún favor que otro a conocidos dentro de las oficinas de Langley y también se ocupa de descifrar códigos encriptados que son enviados por un agente encubierto en alguna parte del mundo. Él no sabe quién es el agente y, muy posiblemente, también haya un viceversa. Así es el mundo del análisis dentro del espionaje. Todo está dicho a medias y hay que completarlo acudiendo a todos los medios posibles habidos y por haber. Un buen día, alguien ejecuta a su esposa en lo que parece un ataque terrorista. Ya no puede esconderse detrás de esa pantalla que, prácticamente, es su cuerpo. Debe aprender a manejar un arma. Debe aprender a pasar desapercibido. Debe ser tenido en cuenta para atrapar a aquellos que le han arrebatado toda la felicidad a la que tenía derecho.

Sin embargo, Charlie no está dotado para infiltrarse detrás de las líneas enemigas. O eso es lo que parece. Ha sido uno de los responsables del diseño de todo el sistema de seguridad secreto y, a lo mejor, se cae en un gran error si se le menosprecia. Todo obedece a un plan preconcebido. Y sobre él se van a desatar todas las tecnologías, recursos y localizaciones posibles. Sólo que Charlie Heller (el apellido no es casualidad) ya lo tiene previsto.

Hay que realizar varias consideraciones sobre esta película. Es efectiva y entretiene con cierta maestría. Hay algún que otro pasaje que no convence demasiado como es la fase de adiestramiento a la que se somete Charlie, pero la película funciona bien porque en ningún momento deja de ser ese ratoncito de pantalla que se ha pasado la vida luchando contra bites, códigos binarios y desciframientos extremos. Incluso la consabida escena en la que hay una explosión y el héroe ni siquiera se vuelve se revela como evidente en su debilidad porque se asusta de lo que él mismo ha provocado. La dirección, por lo general, es bastante buena aunque el director James Hawes, del que ya habíamos visto la excelente Los niños de Winton, con un excelso Anthony Hopkins, abusa de más de la cámara en hombro cuando no tiene ninguna necesidad. Y, por supuesto y sin lugar a ninguna duda, Rami Malek resulta extraordinariamente convincente porque es capaz de aunar esa pinta de empollón de primera, con una inseguridad patológica que combina sabiamente con la certeza de que sabe muy bien lo que está haciendo. El resultado es una película eficaz, que no llega a ser magistral en ningún momento, pero que está repleta de momentos muy estimables.

Así que ya saben. Cuidadito con ese advenedizo que llega al primer día a la oficina y no sabe ni dónde tiene la mano izquierda. Ese individuo puede tener un puñado de sorpresas dentro y la boca abierta puede ser la consecuencia directa de saber lo que es capaz de realizar. Esa es una de las grandezas del ser humano. No tenemos carteles colgados del pecho en los que se especifica en qué destacamos y de qué carecemos. Hay que adivinarlo. Y solamente los que se fijan bien llegan a saberlo. 

 

viernes, 11 de abril de 2025

LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO (2014), de Giulio Ricciarelli

 

Con este artículo, despedimos el blog ya hasta el martes día 22 de abril. No dejéis de ir al cine. Felices Pascuas.

La juventud es el escaparate perfecto para la osadía. Por eso, cuando un joven recién licenciado en Derecho entra en la Fiscalía General del Estado como ayudante, lleva en la cabeza un buen puñado de reglas que no se deben saltar y hacia las cuales no se puede hacer ninguna excepción. Si una persona infringe el código de circulación, la multa está fijada por la ley, no se pueden hacer apaños de pagar menos porque la acusada en cuestión sea bonita, tenga carácter y caiga bien. Aunque luego parte de la sanción la tenga que pagar el propio fiscal. Eso es lo de menos. Lo importante es que se cumpla la ley.

En la Alemania federal de los años cincuenta existen demasiadas personas que se han saltado la ley. Fueron nazis colaboradores del aparato del Estado que llevan vidas respetables. Ese fiscal de entusiasmo juvenil va a tratar de destapar a todos cuantos pueda de los que trabajaron por el horror en el campo de concentración de Auschwitz. Sí, eran ocho mil personas las que pasaron por allí siguiendo órdenes. Fueron las responsables del exterminio en masa del campo más brutal levantado por los nazis. Tendrá que leer miles de expedientes, escuchar cientos de testimonios escalofriantes, bucear en océanos de papeles perdidos en el marasmo burocrático teutón. Nada le arredra. Sólo la decepción le asola cuando se da cuenta de que nadie estuvo libre de culpa en aquellos años en los que la nación entera se condujo hacia la locura. Y cuando es nadie, quiere decir nadie.

Excelente película sobre los juicios promovidos por la siguiente generación alemana contra la de sus propios padres para establecer verdades como que no todos seguían órdenes, sino que muchos de ellos dieron rienda suelta a sus instintos más asesinos para sentirse superiores y poderosos. Esto parece una frase cualquiera, pero no lo es. Es una auténtica droga para cualquiera porque sentirse superior a los demás es toda una tentación cuando se tiene el poder de arrebatar vida y regalar muerte. Y muchos se adhirieron a la causa por todos los fines patrióticos que se quiera, pero, en cualquier caso, eran fines abyectos, que trataban de imponer conceptos sobre las personas a través del empleo de la fuerza más cruel que se pueda imaginar. Ese fiscal joven, atractivo, inteligente y algo ingenuo representa la esperanza de un futuro mejor en una Europa que necesita la unión para dejar atrás heridas supurantes y abismales de disputas y expansionismo. Todo ello bajo la mirada severa y exigente de un Fiscal General que no sonreirá nunca, pero que aprueba todo aquello que este joven abogado está haciendo. Es necesario para poder mirar hacia delante. Es preceptivo para que, de algún modo, se note que Alemania se ha preocupado de mirarse en lo más repugnante que lleva dentro, aunque algunos defectos básicos de carácter queden temerosamente de forma indeleble.

Y lo peor no es la culpabilidad de los que intervinieron en todo aquello sino el silencio de los que los conocieron y ni siquiera se atrevieron a exhalar un reproche. La muerte también llega cuando nadie habla. Y eso es algo que todos deberíamos saber.