La vida del profesor
Jack Gramm, en el fondo, está muy cerca de ser la ideal. Es un profesional de
prestigio, que ejerce como psiquiatra forense para el FBI, que combina con un
trabajo muy satisfactorio dando clases magistrales en la universidad, con un
salario altísimo y sin ninguna otra responsabilidad. De vez en cuando, va a
testificar sobre el estado mental de algún acusado y lo hace con seriedad y
valentía. Todo se tuerce el mismo día en el que se va a ejecutar a un individuo
al que ayudó a sentenciar a muerte con un testimonio definitivo sobre su
evidente psicopatía. De repente, el pasado también va a salir a su encuentro,
con el episodio más amargo de su vida. Y alguien, no se sabe quién, le augura
que tan sólo le quedan ochenta y ocho minutos antes de morir. Con esa simple
amenaza, el profesor Jack Gramm se da cuenta de todo lo que tiene alrededor.
Sus alumnos, en principio aplicados y enormemente interesados por sus clases,
comienzan a ser bastante insidiosos en sus preguntas y afirmaciones. Su
secretaria, eficiente y atenta a sus mil indicaciones, dejó entrar a quien no
debió a sus archivos confidenciales. Su adjunta a cátedra, en teoría una mujer
inteligente e independiente, confiesa que estuvo locamente enamorada de él y
que, además, eso ha molestado bastante a su novio, un hortera de moto y casco
que utiliza la violencia en la quinta marcha. Todo se desmorona mientras el
tiempo va pasando. Tic-tac, profesor Gramm.
Ni que decir tiene que,
en todo el entramado de sentimientos y presentimientos, se trata de acusar al
propio profesor de los crímenes del psicópata que, por aquellos resquicios
legales que siempre deja el legislador, ha conseguido un aplazamiento de su
sentencia. Eso conlleva que el policía que siempre le ha respaldado, comience a
tener dudas. Seattle se convierte en un correcalles en el que Gramm debe
multiplicarse mientras va descubriendo a cada paso que está más hasta el cuello
y que el reloj sigue su marcha inexorable marcando cada uno de los segundos que
le restan. Ochenta y ocho minutos de tensión, presión, supresión y distensión.
Con una premisa tremendamente atractiva, parece que el director Jon Avnet no es el más adecuado para llevar a buen puerto esta trama que trata de hacer trepidante y que se convierte en una conferencia irregular sobre la inocencia y la maldad. Al Pacino, como casi siempre, está brillante, dominando la escena desde la elegancia y la amargura que domina su existencia porque no estuvo donde tenía que estar cuando toda su vida se volvió del revés. Un eficaz plantel de secundarias conforma ese mosaico que está compuesto de teselas que se hunden, como trampas de color y belleza. Lelee Sobieski, Deborah Kara Unger y Amy Brenneman ponen textura y premura a los avatares de este profesor que debe correr mucho para demostrar tres o cuatro cosas que él daba por sabidas. Sin embargo, no está bien dirigida la película. Le falta algo más de mordiente y algo menos de distancia. Se pide estar más encima. Se desea ser alguien que acompaña a Gramm en sus idas y venidas para demostrar que los ochenta y ocho minutos que le quedan merecen realmente la pena.
2 comentarios:
Es cierto que esta película es bastante entretenida, también que podría haber sido mucho mejor.
La trama tiene algo bastante bueno y es que te engancha en ese extraño juego del "whodunit" (aquí mas "whowillbe") y juegas con las sospechas que Pacino va teniendo de cada una de las personas que pululan a su alrededor. pero por contra desde la dirección nos remarcan demasiado algunas pistas que hacen que nos parezcan tan evidentes como tramposas.
Por otro lado esos 88 minutos se hacen en muchos casos demasiado teóricos. Pasan demasiadas cosas en ese tiempo, tanto para el protagonista como para el asesino/a que va dejando demasiadas pistas falsas, lugares de crímenes preparados, etc, en apenas hora y media. No resulta muy creíble. Además, se mueven por muchísimos sitios en la ciudad (en realidad nunca están quietos) y terminas por creer que el tiempo se alarga demasiado para contar tanta cosa.
No es una cuestión de verosimilitud, que entras en la propuesta y lo aceptas, sino que una vez acabada la película te das cuenta de que hay poco más que un pasatiempo muy entretenido, pero al que le falta medida y control. Creo que la dirección tiene mucha culpa de eso
Abrazos con la silla en el borde del abismo
Pues también básicamente de acuerdo contigo. Ese desajuste espacio-temporal que tiene la película acaba por producir una sensación de que no todo está bien atado en una película o historia que lo pide a gritos. Creo que, efectivamente, el problema está en la dirección. Pacino hace una actuación muy competente y resulta, al fin y al cabo, una película entretenida, pero da la impresión de que no todo está pensado, que no todo está finiquitado para ofrecer al público una película que debería ser un mecanismo de relojería y, en cambio, ofrece una cierta sensación de dejadez. Y no, no es una cuestión de verosimilitud, sino de "timing", de sujetar con correas de acero la historia. Mucha razón en todo lo que dices.
Abrazos con el móvil.
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