Allí arriba, cerca del
cielo, donde antes llega la nieve, hay una pareja de enamorados recién casados
que apenas tienen resuello para subir tantas escaleras. Ella es impulsiva,
romántica, posesiva, genial. Él es cerebral, ordenado, atractivo, seguro. Los
caracteres chocan porque ella es novia de la aventura mientras él solo quiere
un romance de papel y máquina de escribir. Ella es la imprevisibilidad de la
alegría. Él es la rutina de un mundo perfectamente encajado que condena a sus habitantes
a un temprano aburrimiento. Cinco pisos…más el tramo de entrada al portal…no
tengo aire.
No hay que olvidar que
cuando una madre visita por primera vez el apartamento de su hijo o hija y
exclama “¡Qué mono!” es la prueba
irrefutable de que lo que está viendo es el mismo horror. La madre de ella es
así, también partidaria del orden. Se diría que casi es la madre de él, pero
no, es la de ella. No tiene ganas de líos, de salir del plácido arrinconamiento
de la madurez serena. No está para salir de cena con tipos bohemios, descubrir
el Nueva York más nocturno y alocado. Solo quiere ver a su hija feliz con su
marido y no tener que subir nunca más los cinco pisos…más el tramo de entrada
al portal. Su corazón va a estallar…y no es precisamente de felicidad. Los
escalones son los que aceleran sus latidos…. ¿no hay un ascensor cerca?
Ah, el vecino de
arriba. Ese tipo extraño de nacionalidad indeterminada que accede a su piso a
través de la ventana de los recién casados y se pone a trepar y a hacer
equilibrios por la cornisa. Un gourmet
impensable que come una comida albanesa intragable y que lleva a cabo un
ridículo ritual para comer lichis. Prueba…no, no, tengo un brazo lesionado.
Coma usted, de un trago, sin mordisquearlo. Canciones a las tres de la mañana
con el vodka albanés como miembro de la orquesta. Ahora que lo pienso…podría
ser la pareja perfecta de ella, no como el aburrido de su marido, un joven gris
con un trabajo gris de abogado que se confunde en el gris de un cemento
cansado. ¿Cinco pisos? No, señores. Son seis. Al último se accede, siempre que
se tenga llave, a través de una escalerilla que no es precisamente lo más
cómodo pero… ah, es divertido.
Y es que la vida, a
veces, no tiene por qué estar perfectamente cuadriculada, ni planeada, ni en contra
de la sorpresa. Puede que un poco de improvisación entre horas sea saludable y
simpático y, de paso, puede que refuerce el amor porque si hay algo que no
admite planificación previa es precisamente el amor. Es posible que, en algún
momento, haya que caminar descalzo por el parque, saltar detrás de un banco,
gritarle a la vida que jamás nos va a cazar mientras haya ilusión por las
cosas. Eso lo sabía muy bien Neil Simon, que escribió la obra en la que se basa
la película. Mientras nos damos cuenta de todo eso, nos abrigaremos hasta las
orejas y pasaremos la noche en compañía de Robert Redford y de Jane Fonda, de
Mildred Natwick y de Charles Boyer. Verán cómo lo primero que se nos duerme es
la nariz y los pies.
2 comentarios:
La volví a ver hace muy poco en un pase televisivo de algún canal temático que rescata estas joyas. Me hizo pensar sobre todo en el cambio del mundo. No es que la película haya envejecido mal, que no lo ha hecho...lo que ha envejecido es la percepción. Es una comedia deliciosa, no deja de ser incluso una guerra de sexos muy ligth entre caracteres enfrentados, una propuesta de vida con algo de libertad y aventura frente al orden absoluto, dos polos opuestos deseando andar un camino juntos por dos atajos diferentes (en ese sentido cercana a "La extraña pareja").
Cuando hablo de percepción pienso en que cuando la vi por primera vez (tal vez 14 años), aquel joven matrimonio con una apartamento tan poco glamuroso me pareció el no va más de la modernidad. Restaurantes orientales, hacer el tonto borracho delante de todo el mundo, subirse a la cornisa de un edificio, aceptar propuestas locas de un vecino excéntrico...toda una aventura vital. Ahora me parece bastante más infantil, ya viví en apartamentos a un más cutres, ya comí cosas horribles por probas cosas nuevas, ya me emborraché alguna vez e hice alguna idiotez de mas.., Lo de la cornisa no lo he probado ( ni lo haré) por mi vértigo bloqueante, pero las aventuras vitales reales dejan en realidad en fábula infantil a Redford y Fonda...Y al final, es cierto en su caso y alguna vez en el nuestro lo importante no era lo que iba sucediendo de forma absurda y reglada, sino lo que nos empujaba a estar junto a la otra persona...
Es una película deliciosa, con muchos ratos muy divertidos, fresca...primaveral, juvenil, encantadora. Todos los sabores se juntan en esa cata que se disfruta con tanto gusto.
Abrazos mientras arreglo el telefono.
¿Mañana "Alien Covenant"?...Puff a ver si puedo dedicarle un rato...pero no sé si podré decir todo lo que pienso sin que piensen que soy un troll hater de esos que por ahí abundan.
Y tanto que es cercana a "La extraña pareja", no solo comparte director, sino también autor teatral, el gran Neil Simon. Yo debo decir que no tengo esa impresión, entre otras cosas porque no me pareció nunca el no va más de la modernidad. Siempre, desde que la vi por primera vez, creo, en un "Sábado Cine", como un muestrario de personajes bastante pintorescos y no hacía más que preguntarme cómo Jane Fonda se podía enamorar de Robert Redford siendo ellos tan diferentes. Y siempre, siempre, cada vez que la he vuelto a ver, me he enamorado de Mildred Natwick y de esa mirada de "madre" que no deja de tener en ningún momento. Tal vez porque era la mirada de "la normalidad". A mí lo que me pareció es que era una pareja que empezaba con menos dinero que uno que se está bañando y que hacían lo posible para estar contentos con sus vidas y, dentro de eso, me reía y me sigo riendo mucho. La vi en teatro. El reparto no era nada del otro jueves. Jesús Cisneros, un chico que jamás me ha convencido, Ana Gracia, Juan José Valverde como el vecino y, eso sí, enorme Marta Puig como la madre (para que nos hagamos una idea, Marta Puig es la actriz de doblaje con la voz más impresionante de todas las féminas, dobla a Geena Davis, por ejemplo, o a Angelica Huston). Y aún funcionaba la comedia. Y es más, todavía tengo a algún amigo por ahí que me recuerda que le debo una proyección en casa de "Descalzos por el parque". A mí es que Neil Simon me gusta mucho. Me parece el Arthur Miller de la sonrisa.
Hatea, hatea, que ya lo he hecho yo un poco.
Abrazos cayendo nieve.
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