Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla a propósito de "El viaje a ninguna parte", de Fernando Fernán-Gómez, podéis hacerlo aquí.
A Don Anselmo no es que le fallen las piernas. No le pasa nada. Simplemente tiene miedo de algo a lo que todos tenemos miedo. Se llama soledad. Don Anselmo sale con unos cuantos amigos y a todos les fallan las piernas y tienen su cochecito motorizado de inválidos así que, en lugar de sentirse feliz porque él no padece ningún achaque, no tiene otra salida que comprarse otro cochecito motorizado de inválidos cuando él no es ningún inválido. Solo quiere pasárselo bien. Solo quiere ir al campo, comerse unos bocadillos con la pandilla, hacer que dos jóvenes se quieran a pesar de las dificultades. Cosas muy simples, muy buenas, de alguien que es buena persona por naturaleza. Pero quiere su cochecito y, claro, eso es como comprarle un balón a quien no tiene piernas. Del todo imposible. Y don Anselmo tiene un hijo, muy serio, muy formal, es procurador ¿sabe? Pero está demasiado ocupado con el bufete, con la boda de su hija, con el futuro yerno, con el lumbago que, de vez en cuando le sacude una patada en los riñones, con sus catarros…no tiene tiempo para atender los caros caprichos de su padre. Porque el cochecito será muy mono, muy cuco, muy moderno y todo lo que se quiere. Pero es caro como un yate y eso no se puede permitir. Aquí se vive en una ciudad con transporte público muy bueno y lo que don Anselmo quiere no es más que el capricho de un viejo al que nadie quiere hacer caso.
A Don Anselmo no es que le fallen las piernas. No le pasa nada. Simplemente tiene miedo de algo a lo que todos tenemos miedo. Se llama soledad. Don Anselmo sale con unos cuantos amigos y a todos les fallan las piernas y tienen su cochecito motorizado de inválidos así que, en lugar de sentirse feliz porque él no padece ningún achaque, no tiene otra salida que comprarse otro cochecito motorizado de inválidos cuando él no es ningún inválido. Solo quiere pasárselo bien. Solo quiere ir al campo, comerse unos bocadillos con la pandilla, hacer que dos jóvenes se quieran a pesar de las dificultades. Cosas muy simples, muy buenas, de alguien que es buena persona por naturaleza. Pero quiere su cochecito y, claro, eso es como comprarle un balón a quien no tiene piernas. Del todo imposible. Y don Anselmo tiene un hijo, muy serio, muy formal, es procurador ¿sabe? Pero está demasiado ocupado con el bufete, con la boda de su hija, con el futuro yerno, con el lumbago que, de vez en cuando le sacude una patada en los riñones, con sus catarros…no tiene tiempo para atender los caros caprichos de su padre. Porque el cochecito será muy mono, muy cuco, muy moderno y todo lo que se quiere. Pero es caro como un yate y eso no se puede permitir. Aquí se vive en una ciudad con transporte público muy bueno y lo que don Anselmo quiere no es más que el capricho de un viejo al que nadie quiere hacer caso.
Bien es verdad que
habría que hacer un salto de eje y decir que los que montan en cochecito y
rodean a don Anselmo también tienen lo suyo. Ellos se divierten sin atender a
otras consideraciones y si resulta que tienen que abandonar en medio del campo
al único que puede andar pues cogen y lo abandonan, que unos chatos de vino en
la taberna bien merecen la pena. Ya se arreglará. Es que no se puede estar a
todo. Ahí no se queda nadie a hacer compañía. Todos van con su cochecito
encantados de la vida porque hace buen tiempo, claro, porque en el momento en
que caigan chuzos de punta habría que verlos empapados hasta la válvula pilórica.
El único que se ocupa un poco de don Anselmo y lo trae y lo lleva es,
precisamente, otro que puede andar y que se ocupa del hijo de una marquesa que
no puede valerse por sí mismo, pero él también quiere jubilarse y tener un
pedacito de tierra y dejarse de pelear tanto que lo mismo al hijo de la
marquesa tiene que cuidarlo otro. Don Anselmo quiere el cochecito porque si no
va a ser un viejo amargado, arrinconado, olvidado y aislado. Y lo quiere ya.
José Isbert está
inmenso en el papel de don Anselmo, viejo que solo pide una última oportunidad
para poder relacionarse con sus iguales. A su alrededor, la vorágine de la gran
ciudad se encarga de engullir los sueños de la tercera edad con nuevos inventos
que ya han pasado de moda pero que, entonces, representaban el colmo de la
modernidad y una puerta veloz hacia la libertad. Eso quizá alargase la vida de
nuestros viejos. Y, claro, eso no se puede permitir. Dése usted la vuelta, don
Anselmo, y déjese de fugas que eso se hace con catorce años, no con setenta.
2 comentarios:
Casualmente no hace ni dos semanas que la he visto. Me compré hace unas semanas los 15 dvds que integran el documental del crítico irlandés Max Cousins "La historia del cine: una odisea" y también me lo estoy viendo poco a poco. Es curioso que de momento (me faltan sólo 3 dvs para acabar) "El cochecito" sea la única película española junto con "Viridiana" de la que se hace eco el documental de forma más o menos extensa. Es muy grave que se olvide de nombres como Saura o sobre todo Berlanga, máxime cuando si nombras "El cochecito irremediablemente el director del documental se ha tenido que topar de bruces con el nombre de Azcona. Es más, es un poco sangrante que en el documental se diga que Almodóvar, a quien también se nombra con "¿Qué he hecho yo para merecer esto? figura en esa tradición del costumbrismo español cuya obra de referencia es la película que comentas. Vamos, que el documental es válido en la exposición de algunas ideas y conceptos, pero deja bastante que desear en lo que respecta tanto a la valoración de títulos (descuidos imperdonables) como a la desproporción en la que están presentados unos movimientos y otros. Que no digo yo que esté bien enterarse de que hay toda una tradición del cine de Senegal en los 60 y los 70 pero no le dediques medio episodio a ello, y te despaches la "nouvelle vague" en diez minutos.
En fin, perdona por el rollo. Casi no recordaba nada de la película de Ferreri. Es tan amarga o casi más que "El pisito" porque detrás de la sonrisa está esa escena final que comentas que nos dice que la vida es un camino en el que llega un momento en el que no puedes ir más allá.
Abrazos dando la vuelta
Es muy ácida, y muy amarga pero como está ese gran actor haciendo el papel principal, no es una película que llegue a ser triste.
Todo lo que cuentas sobre esa colección de DVD´s es lo que hace que, por naturaleza, desconfíe de cualquier historia del cine, antología, selección o similar. Siempre veo que hay vacíos incomprensibles y atenciones desmedidas a cosas que no deberían ocupar tanto espacio. "El cochecito" es una película fundamental en nuestro cine (y...¿qué quieres que te diga? Que Almodóvar sea el heredero de este costumbrismo...cuando menos discutible). Víctor Erice, por ejemplo, aborrece esta película cuando a mí me parece una disección maravillosa sobre el problema de la integración social en la tercera edad, algo que el cine español no ha tocado ni de lejos salvo en esta ocasión. Por otro lado, esta película guarda una enorme virtud. Es el delicado equilibrio que mantiene entre el humor y la crítica social. Incluso los momentos más amargos tienen su gracia (aunque a mí se me rompe el corazón cuando dejan a don Anselmo en medio de la Casa de Campo sin transporte porque se van a tomar unos vinitos...igual que si fueran adolescentes) y la aparición de Saura y Azcona también tiene su gracia. Lo mejor de todo es que el hijo es un hombre de posibles y está a su alcance darle el capricho a su padre y el padre nunca reconocerá que quiere el cochecito solo para poder estar con sus amigos y no quedarse en casa encerrado. La idea es maravillosa.
Abrazos último modelo.
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